Capítulo 40 - Cuestion de etica

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Capitulo 40

CUESTION DE ETICA

Vicente caminaba con dificultad, sosteniéndose de las muletas. El médico le indicó un reposo estricto de quince días. La razón principal para abandonar repentinamente la cama, fue una llamada de la nueva asistente de Don José Santamaría. Algunos asuntos era mejor tratarlos cara a cara. No le comentó a nadie su plan. Se vistió poco a poco y detuvo un taxi. El conductor lo miró despectivamente. Aun los golpes del rostro eran visibles, su acostumbrado atractivo había desaparecido entre hematomas, rasguños y un ojo hinchado.

-No se deje guiar por las apariencias. Fui víctima del hampa – Vicente suplicó por acceder al taxi.

-Entre. El mes pasado me robaron también. – El chofer se conmovió de su estado.

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Durante la conversación telefónica, Alicia Mendoza, una mujer preparada, eficiente y detallista, había detectado una irregularidad. Le intrigaba ver la cedula actualizada del trabajador más joven del taller. El nuevo apellido coincidía con el de la accionista que estaba de viaje. Esta modificación en la identidad de Vicente, debía ser notificada al Seguro Social, a la compañía de Seguros, entre otros entes que lo tenían registrado de otra forma. Semejante hallazgo fue motivo de alarma. En su afán por solucionar el asunto, se entrevistó con Don José, a puerta cerrada. Lo que Vicente menos deseaba era esa atención adicional que la nueva asistente estaba logrando. Ante la magnitud del hecho, el rebelde y orgulloso ex huérfano, procuraba seguir siendo el mismo, sin privilegios otorgados por un título que era producto de un sentimiento y no un interés.

Raúl se emocionó al ver a su compadre, lo abrazó con sinceridad. Walter se sorprendió al observar el rostro maltrecho de su bien agraciado compañero de trabajo. Don José en su despacho estaba sereno, en oposición a lo que Vicente esperaba encontrar, el jefe parecía contrariado. Alicia, con su cabello perfectamente acicalado, sus lentes de montura negra, ingresó sin gesto afectuoso, casi reprobando la presencia del nuevo portador del apellido Angarita en el taller. La puerta se cerró y los tres quedaron en silencio. Don José se levantó del sillón y colocó su mano sobre el hombro de Vicente, habló sin mirarlo a los ojos y dejó el formalismo de saludar a un lado:

-Amelia, siempre acostumbrada a hacer su voluntad sin tomar en cuenta la de sus socios, me excluyó de sus planes. Alicia, que ha demostrado, en estas pocas semanas, ser una trabajadora excelente, recurrió a mí para que yo le diera explicación; No la pude ayudar, porque yo tampoco sabía este cambio. ¿Por qué no me dijiste nada?- Al concluir su alocución se giró nuevamente, y esta vez sí miro fijamente a Vicente, colocándose frente a él. Alicia, miraba el espectáculo sin decir una palabra, como si fuese un juez de línea, que espera el primer error para subir la banderilla.

-Doña Amelia, ya me había ofrecido la adopción en otra ocasión, hace tiempo. En esa oportunidad me negué...– Vicente se sintió juzgado, de una manera vil, que lo colocaba en el banquillo de los delincuentes más atroces.

-Antes de que continúes, quiero que sepas que hablé con Amelia para que ella misma me explicara qué carajo era esta locura. Ahora quiero escuchar tu versión de los hechos. Un hombre de veintiún años, que acepta la propuesta más provechosa de su vida.- Don José, con un tono de voz sin inflexiones, siendo el recio gigante, que defendía la moral y las buenas costumbres, realizaba la proeza de mantener la calma ante una situación que lo enervaba.

Vicente, miró al jefe, y se giró observando con desaprobación la presencia de la recién llegada asistente. Guardó silencio y después de algunos minutos, prosiguió.

-No lo tome a mal, Sra. Alicia, pero usted no es parte de esta conversación. Las cuestiones técnicas, asuntos laborales, los manejare con usted, pero el jefe me está pidiendo que hable de mis razones emocionales. Eso ya no le incumbe.- La negativa de Vicente, aunque caprichosa, fue respetada por Don José.

-Alicia, te pido, con todo respeto, que nos dejes a solas. La ética con la que has contribuido en el desempeño de tu cargo es admirable. Ahora, como hombre, necesito conversar en privado con Vicente. Por supuesto, sabré agradecer tu discreción para que no se transforme este incidente en el tema del día.- Don José, cruzó sus brazos y aguardó.

-Me retiro.- La mujer miró con rabia al empleado y cerró la puerta.

Una vez solos, Don José, en su fría serenidad, continuó interpelando a su empleado, en un tono más amigable:

-Es una buena trabajadora. Con ella no tengo mayor trato, desconozco su calidad humana. En cuanto termina la jornada laboral se marcha. Aquella entrevista donde sentí una conexión emocional, por tener una historia parecida, se disipó. En cambio yo a ti te conozco desde hace tres años. Eres el trabajador incansable, el estudiante modelo, el colaborador a toda prueba que abandona sus propios intereses al bien común. "Encantas sin mucho esfuerzo", Esas palabras fueron dichas por Amelia. Siempre has sido reservado, malicioso, extremadamente orgulloso para recibir sin dar. Habla sin miedo, soy todo oídos.- Don José creía fielmente en la familia, incluso en aquella que se formaba en los sitios de trabajo, sus empleados eran cercanos, no material descartable.

-Quería complacer a Doña Amelia, sin perder mi autonomía. No era mi intención rechazarla. No deseo que me vean como el hombre sin raíces, que creció en un orfelinato. Mientras menos se hable de ese tema, mejor me sentiré. Pero en el fondo si me duele carecer de historia. Ignoro a quien me parezco, de quien heredé la inteligencia. – Vicente habló conteniendo sus emociones.

-No quieres que Alicia Mendoza conozca tu debilidad. Respeto eso, hay que mantener la dignidad, lo que te reprocho es la falta de confianza. ¿Sabes el tamaño de la responsabilidad de tus actos? Ser el hijo de Amelia Angarita no es un asunto de puro amor. ¿Qué tanto sabes de ella? –Don José siguió escarbando en la sinceridad de Vicente.

-Es una mujer de principios, elegante, obstinada, siempre consigue lo que se propone. – Vicente realmente no sabía tanto de su benefactora.

-Mientras su esposo estuvo vivo, algo de lo que tanto ansiaba no se concretó. Nunca pudieron tener hijos. Tú eres su asignatura pendiente. Tiene altas expectativas y veo que no te ha puesto al tanto de su ocupada agenda.- Don José, hizo un gesto desalentador, Vicente alcanzó a ver la mueca.

-¿Es tanto lo que no conozco? – Preguntó con incertidumbre.

-No es mi obligación darte detalles de esa nueva familia que ahora tienes. Amelia deberá prepararte para el futuro. ¿Qué deseas hacer con tu nuevo apellido? ¿Walter y Raúl saben algo de este asunto? – Don José se lavó las manos, aceptando lo inevitable, fue consensuado. Tanto Amelia como Vicente sin coacción asistieron al tribunal y declararon su consentimiento. Ahora estaba delante de un nuevo hombre y tenía que asumirlo.

-No estoy preparado para admitir ante mis amigos el parentesco que ahora tengo con Doña Amelia. Quiero mantener las cosas simples y no involucrarlos. Soy el mismo hombre, nada ha cambiado.- Vicente quería discreción. Don José, se la brindaría. En algo si estaba equivocado, todo iba a cambiar, y era inevitable.


ENTRE EL AMOR Y EL ODIO (PRIMERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora