Capítulo 63 - Conveniente

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Capítulo 63

CONVENIENTE

Era tarde. El sol sofocante se reflejaba en la vía, produciendo espejismos. De vez en cuando pasaba un auto como una ráfaga, así transcurrieron las horas. Un diminuto punto negro que aumentaba su tamaño conforme avanzaba, le procuró esperanzas. El maletero del vehículo deportivo estaba abierto. Un gato hidráulico al lado de un neumático nuevo, de manera desordenada en el suelo. Unas largas piernas femeninas en sandalia. La salvación. La muchacha, hermosa por demás, realizaba, de manera torpe, el cambio de la llanta. Su cara era familiarmente parecida a la de Celeste. Una coincidencia conveniente, como el accidente mismo, como la hora, el lugar, la soledad.

Ella, alta, sexy e incómoda por la repentina aparición del guapo, pero desaliñado joven de gafas oscuras. El con la guardia baja, dispuesto a socorrer a una incauta damisela en peligro, a mitad de la nada.

-No me tengas miedo. Llevo horas caminando. No encuentro quien me dé un empujoncito al pueblo más cercano.

-Yo voy a Caracas. Debí viajar en avión o por lo menos acompañada. No sé ni lo que hago.- Era bonita, suave, delicada.

-Yo puedo hacerlo por ti. Si me lo permites.- Se ofreció Gerson.

-¿Cuál es tu destino?- preguntó un poco más animada la chica.

-Caracas, casualmente.- Se agachó, dispuso con confianza de las herramientas, y montó la llanta sin problemas. Sin quitarse los lentes por supuesto.

-Te has ganado un pase a bordo.- Sonrió con timidez. Esperando la galantería de su salvador. Que se quitara los lentes, quizás, para observar mejor, esa bien formada cara.

-Estoy algo sucio... ¿No tienes agua para lavar mis manos y mi cara?- con cierta cordialidad y picardía. Gerson se sintió vivo con solo flirtear.

Ella sacó de la guantera un trapo y del maletero agua de un botellón a medio llenar. Él le dio la espalda, limpiando medianamente su cuerpo. Evitando que ella descubriera su horrible defecto. Se caló sus lentes nuevamente.

-Oye, que maleducada soy, no te agradecí. Mi nombre es Ariana. – Le estiró la mano.

-Bonito nombre.- Se la recibió, dudoso de decir el suyo.

-¿Y tú, no tienes nombre?- Esperó inocente la respuesta.

-Dime, Simón.- contestó con una sonrisa, mientras tomaba su mano.- Era mejor no decir su nombre, total, era un fugitivo.

-Un placer Simón.

Era fácil fingir honestidad. Mantener la mentira, requería esfuerzo adicional, no ser el patán de siempre, un sacrificio enorme. Llegar a Caracas, sin ser detectado, lo valía. 

ENTRE EL AMOR Y EL ODIO (PRIMERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora