Capítulo 52 - Tragedia en el auditorio

9 1 0
                                    

Capitulo 52

TRAGEDIA EN EL AUDITORIO

Una semana después de la llamada. En una Universidad prestigiosa de Los Estados Unidos de Norteamérica.

Sebastián estaba ansioso. Sus manos sudaban profusamente. De su frente una gota de sudor se desprendió, obligándolo a quitarse el Birrete para limpiarse con un pañuelo la humedad del rostro. Laura lo miraba inquieta. "¿Pasa algo?", preguntó. "Nada amor, no pasa nada", respondió al tiempo que la besaba en los labios, minutos antes de salir en fila para subir las gradas hasta la tarima, donde recibirían sus diplomas y medallas. Los guardaespaldas lo rodeaban:

-¡No pretenderán subir conmigo a recibir el título también! ¡Ustedes se quedan!- Ordenó Sebastián, en tono bajo, algo avergonzado.

-Potrillo nos ordenó permanecer a su lado, en todo momento. Si quiere hable con el- indicó con respeto y algo de indiferencia, el gigante en traje oscuro y expresión severa.

Sebastián le escribía al móvil, le repicaba con insistencia. Nada. El Potrillo no atendió. De repente, uno de los escoltas, contestó una llamada. Le comentó algo al oído de su colega. Se vieron estresados. Los sucesos que siguieron transcurrieron con rapidez.

Laura, diminuta y delgada, con un aire angelical, casi infantil, miraba de soslayo el panorama de su novio. Él se alejó aún más con los altos fortachones y se perdió entre la multitud. Sería la última vez que lo vería.

-¿Qué está pasando? ¿A dónde me llevan?- Exigió saber Sebastián mientras los guardaespaldas lo tomaban del brazo y sorteaban el tumulto para escoltarlo lejos del auditorio. Ninguno le habló. Corrían agitados, sin soltar sus brazos.- ¡Mi familia está allí adentro, debo ir con ellos!

-No se preocupe por su madre y su hermana, ya salieron del lugar. ¡No podemos regresar! – Exclamó el guardaespaldas, al mismo tiempo que un sonido ensordecedor, estremecía los jardines externos.

Sebastián cayó al suelo, aturdido, luego se levantó horrorizado, para comprobar que el estruendo era el producto de una explosión en el interior del auditorio. A pesar de la relativa distancia se podía escuchar algunos gritos de dolor. Se levantó eufórico, su primera reacción fue correr hacia el incendio, gritando como un loco "¡Laura!", Uno de los guardaespaldas, le dio alcance y lo contuvo. "¡Maldición, suéltame, mi novia está allí adentro!", imploraba entre lágrimas y gritos desesperados "¡Laura, Laura!".

Una limosina negra, se aproximó, deteniéndose frente a Sebastián. La ventanilla polarizada del asiento trasero bajó. El Potrillo asomó su rostro, sin emoción. Impasible, sereno. Se dirigió al grupo de hombres; "Debemos irnos, no tardaran las autoridades en llegar. Suban al auto". Los macizos músculos de los fornidos matones fueron suficientes para controlar al frenético Sebastián que se resistía inútilmente a abandonar el lugar del siniestro.

Desde los asientos encontrados de lujoso Cuero, El potrillo miraba con desdén a Sebastián, retorciéndose de la rabia y vociferando a todo pulmón su exacerbado odio hacia su padre. Lo ignoró e hizo una llamada:

-El ave ya se encuentra dentro del nido. Nos dirigimos hacia el destino pautado. Despreocúpese.- colgó sin nombrar a nadie.

ENTRE EL AMOR Y EL ODIO (PRIMERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora