Capítulo 3

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Riley

Pasaron un par de horas y nada había cambiado, solo que ahora tenía hambre. H seguía sentado al otro lado de los barrotes, desmontando una parte de su pistola. Más bien de una de sus pistolas. Y yo, no me había movido de donde estaba. Había contado las baldosas del techo, los ladrillos de la pared y los barrotes de la celda. La pierna no me dolía si no la movía, así que la dejé estirada como estaba. Me había quedado un poco más tranquila al darme cuenta de que si no me habían torturado ya, lo más seguro es que no lo harían. Para mí, era un gran alivio porque no podía decir nada aunque me torturaran. La verdad era que no sabía nada más que lo que había tenido que hacer.

Un chico castaño con los ojos azules irrumpió en la habitación, saludando a los guardias como H hizo al llegar. Se acercó hasta él, captando su atención.

-Tío, ¿qué haces aquí? Es la hora del almuerzo, te estamos esperando en el comedor.- dijo,  señalando con el pulgar hacia su espalda. Inmediatamente supuse que no estaba en el mismo rango que el soldado que había venido previamente.

H se puso de pie, lanzándome una rápida mirada para después mirar su reloj, comprobando que efectivamente era la hora del almuerzo. Mi estómago podía afirmarlo.

-¿Tú has comido ya?- preguntó.
El chico que parecía rondar nuestra edad asintió.

-Bien, quédate aquí y échale un ojo mientras voy a comer algo.- le ordenó, señalándome.

-Para eso tenemos guardias, H.- replicó el chico con una risa nerviosa que volvió a ser una mueca de seriedad cuando H le dirigió una mirada un tanto intimidadora.- Pero sí, me quedaré para vigilarla.

-Hasta luego.- dijo finalmente H, dirigiéndose al ascensor por el que habíamos venido.
El nuevo chico se sentó donde había estado H y me miró durante unos segundos. Yo le devolví la mirada, arqueando las cejas, esperando que dijera algo.

-Con que tú eres la que armó todo el revuelo anoche.- comentó, acto seguido se sacó una pequeña cajita del bolsillo de los pantalones. La abrió y sacó un fino papel de liar.- Me he enterado de que Westfield no quiere sacarte de aquí. Qué hijos de puta.- rió tranquilamente mientras se preparaba un cigarrillo delante de mí.

Yo lo miré con la expresión seria. No se equivocaba al decirles aquello, es más, en el fondo lo esperaba. No iban a arriesgarse por mí. El trabajo estaba hecho, solo tenían que confiar en que no abriese la boca. El chico se llevó el cigarro ya preparado a los labios y lo encendió con un mechero, guardándoselo seguidamente en el bolsillo.

-Increíble que tus compañeros te hayan dejado tirada, ¿no?- dijo, expulsando humo por su boca.

No respondí, pero también esperaba aquello. No me importaba que me hubiesen dejado allí, los odiaba a todos. Así nos enseñaban en Westfield, miras por tus intereses y cumples tu trabajo, eso es todo. Y eso era lo que yo estaba haciendo. No era lealtad a Westfield ni gilipolleces como esas, no les debía nada, solo quería lo que me darían a cambio.

-No hablas mucho por lo que veo.- dijo el chico, girándose hacia mí. Extendió el cigarro hacia mi lado de los barrotes.- ¿Quieres?

Sacudí la cabeza. Él se encogió de hombros y volvió a apoyarse contra la pared, dándole otra calada al cigarro.

-No sé por qué estás aquí si ni siquiera sabías disparar por lo que H decía, pero tampoco es que lo vayas a decir.- continuó hablando. Aquel chico debía de entretenerse muchísimo hablando solo en sus ratos libres.- Al fin y al cabo, terminarás trabajando para nosotros.

Fruncí el ceño, mirándolo confundida. ¿Trabajar? ¿Ya está?

-¿Qué?- me miró con diversión.- ¿Qué esperabas? No vas a quedarte ahí toda la vida.

Gunshot [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora