Capítulo 44

3.4K 188 81
                                    

H

No podía dejar de decirme a mí mismo que era un imbécil. Un imbécil, un ingenuo, un estúpido. ¿Cómo podía haber confiado en ella? ¿Cómo había podido oponer tan poca resistencia? ¿Por qué me dolía tanto el pecho cada vez que pensaba en la de mentiras que había soltado en mi cara?

¿Por qué me costaba tanto aprender? No confíes en nadie. No es tan complicado, sin embargo, con ella lo había sido para mí.

Pero había sido culpa mía. Había dejado que se acercara demasiado. Sabía lo que iba a pasar y aún así no había querido verlo.

A quién quiero engañar, eso era mentira. Honestamente, había creído que ella era distinta. Lo había creído de verdad. Estaba enfadado, furibundo, pero más que nada, me sentía traicionado. La había defendido delante de todos. Me había peleado con Jace por ella, joder.

Ahora todo tenía sentido en mi cabeza: cada una de las veces que se derrumbaba sin motivo aparente, su incesante necesidad de disculparse... Había estado ciego.

Era un puto imbécil.

Me había llevado más de dos horas en el gimnasio, pero había parado cuando mis manos no podían soportar un golpe más. El dolor que sentía en los nudillos no tenía ni punto de comparación con el que sentía por dentro del cuerpo. Me di una ducha de agua fría en un intento de conseguir lo que el deporte no había conseguido, que era calmar los pensamientos que corrían a toda velocidad dentro de mi cabeza. No tuve éxito, ya que seguía dándole vueltas al mismo tema como si fuera un disco rayado.

¿Por qué me había hecho eso?

Mis músculos seguían tensos con ira inundándome el cuerpo en olas, necesitaba liberarme de algún modo. Salí del vestuario, cerrando la puerta detrás de mí con más fuerza de la necesaria. No sabía qué más hacer. Quería gritar, meterle una paliza a alguien, lo que fuese con tal de apartar la nube de preguntas sin respuesta que me atormentaba la mente. No tardé demasiado en llegar a mi habitación de nuevo, tirando el macuto con fuerza encima de la cama, casi causando que rebotara sobre el colchón y terminara en el suelo.

¿Por qué coño no podía dejar de pensar en ella?

Le metí un golpe al armario junto a mí con la palma de la mano, causando que la madera crujiera bajo mi piel. Me senté sobre la cama, inmediatamente apoyando los codos en mis rodillas y la cabeza en las manos. Enredé mis dedos en mi pelo, recordándome vagamente a cómo lo hacía ella y lo bien que sentía. Tiré con fuerza de las raíces, ahogando un grito de frustración. No fui consciente de la puerta abriéndose.

-Por fin te encuentro.- levanté la cabeza, encontrando a Niall cerrando violentamente la puerta detrás de él.

Él sabía perfectamente que había estado en el gimnasio todo el tiempo, lo que pasaba es que probablemente había decidido esperar a enfrentarse conmigo sobre por lo que fuese que estuviese enfadado cuando me hubiese calmado. Qué equivocado estaba.

-¿Qué quieres?- dije, ya cansado de la conversación.

-¿Que qué quiero?- abrió los ojos de par en par.- ¿Cómo has podido echar a Riley así como así?

Y ahí estaba otra vez.

Reí sin ganas, realmente impresionado por su firme creencia de que lo que había hecho era una monstruosidad.

-Siento ser yo el que te lo diga, pero tu amiga se ha dedicado a mentirnos a todos cada día que ha estado aquí y por su culpa ha muerto gente.- dije con amargura.- No me siento culpable, te lo aseguro.

Niall pareció pensar sus palabras mejor tras eso. Su expresión me dejaba saber que ya lo sabía pero que no quería pensar demasiado en eso.

-Aun así.- tuvo el valor de decir. Me hacía gracia ver cómo apretaba los puños y encajaba la mandíbula. Como si tuviese el valor de pegarme.- ¡Va a morir ahí fuera, H! ¡Sabes lo peligroso que es!

Gunshot [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora