Capítulo 8

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-No me puedo creer que vayas a hacerle caso a la niña esa.- sacudí la cabeza, apoyándola en mi mano.

Riley esperaba fuera de la habitación por mandato de Rick. Su brillante idea era que atacáramos los cargamentos una vez que estuviesen entrando en la base. Según ella, siempre se armaba mucho revuelo porque la gente de la ciudad se interponían en el camino para intentar asaltar los camiones y sería más fácil camuflarnos con ellos. En cierto modo, tenía razón. Lo que pasaba era que no me fiaba de que esa información fuese verdadera.

-Por primera vez en mi vida estoy de acuerdo con este.- Jace sorprendentemente coincidió conmigo.

-No seáis críos, es mejor plan que cualquier otro.- inquirió Kat.

La miré incrédulo, pero no me molesté en discutir. Era una estupidez. No sabía por qué, pero últimamente a Rick le importaba una mierda lo que yo tenía que decir, y francamente, me estaba hartando. Louis, Cassie, Niall e Ian ya se habían marchado, de vuelta a sus ocupaciones, mientras que Kat, Jace, Rick y yo seguíamos allí. Aunque no por mucho tiempo.

Me levanté de la silla en silencio, sabiendo perfectamente que estaba sorprendiendo a Rick con mi obediencia. Pensaba irme sin decir nada, pero no pude contenerme. Me giré y lo miré durante un segundo antes de hablar.

-Está bien. Haremos lo que tú digas.- asentí.- Pero, que sepas, que si esto es cualquier jueguecito o trampa que tenga planeada, va a recaer en tus hombros. Si nos pasa algo mañana, va a recaer en tus hombros. Y entonces, te diré que te lo dije.- lo miré fijamente a los ojos mientras pronunciaba aquellas palabras. Sabía que era cruel y desconsiderado por mi parte, porque era cierto que no teníamos mejores opciones, pero me daba absolutamente igual.

Sin embargo, Rick parecía completamente impasible ante ello, casi esperando que dijera algo así. Sin decir más, me di la vuelta y salí de la habitación. Empezaba a sentir la rabia que se apoderaba de mí, las ganas de machacar el saco de boxeo hasta que no me quedaran fuerzas. Pero entonces la vi. Riley estaba mirando distraídamente al suelo, su pelo rubio cayendo en cascada por su rostro. Cuando me oyó salir levantó la mirada, automáticamente su expresión cambiando a una más cauta. Pensaba decir algo pero entonces sus ojos azules atraparon los míos. Me quedé paralizado mirándolos. Eran tan parecidos a los de ella que me estaba empezando a confundir. Rápidamente salí del trance en el que había entrado, sustituyendo el dolor que había empezado a arder en mi pecho por pura ira. Me lancé hacia ella, sujetándola cómo había hecho antes: mis dedos rodeándole la garganta, pero con la diferencia de que me había sacado la pistola de la cinturilla de los pantalones y la tenía presionada contra su cabeza. Ella abrió la boca con sorpresa y miedo, dándome la satisfacción que buscaba. Descendí mi rostro hasta que mi boca quedase alineada con su oreja, asegurándome de que entendiese perfectamente lo que decía.

-Como mañana pase algo raro, vas a desear no haber nacido, ¿me oyes?- le susurré al oído. Podía sentir cómo se estremecía bajo mi cuerpo.- No confío en ti ni pienso hacerlo, así que más te vale no darme motivos para que te vuele la jodida cabeza, ¿entendido?

Me separé unos centímetros de ella para mirarla a los ojos. Estaba aterrorizada.

-Te he hecho una puta pregunta, ¡respóndeme!- le grité.

-S-Sí.- contestó inmediatamente.

Una pequeña sonrisa de satisfacción se dibujó en mi cara. La tenía donde quería.

-Bien.- me aparté de ella.

Observé cómo se quedaba inmóvil ante mí, mirándome con resguardo. Le eché un último vistazo antes de salir de allí.

Gunshot [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora