Capítulo 7

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Riley

Todos nos quedamos mirando cómo Kat se levantaba rápidamente de la mesa para perseguir a H. Bajé la vista rápidamente a mis manos, notando cómo ahora los demás me miraban a mí.

-Eh.- Cassie me llamó la atención.- Ignóralo, no puede con el cargo de conciencia de que ha hecho algo bueno por alguien.

Reí un poco, agradeciendo que intentara animarme. Honestamente, no me importaba demasiado el trato que quisiese tener H conmigo, sabía que nunca seríamos amigos, pero también sabía que no me convenía tenerlo como enemigo. Tenía demasiado poder aquí dentro. Observé cómo Kat y H discutían, ella levantando la ceja en la que llevaba un piercing ante algo que decía H.

Cassie, por otro lado, era mucho más maleable. Kat me la había presentado hacía unas horas y resultó ser bastante simpática.

Kat no me había caído mal, pero creo que ella no podía decir lo mismo sobre mí. No la culpaba tampoco. En el poco tiempo que llevaba allí, había podido observar el carácter tan fuerte que tenía. No se empequeñecía ante nadie, ni siquiera ante H, y eso tenía mérito.
Odiaba reconocerlo, pero el chico me intimidaba muchísimo. Siempre parecía tener la misma mirada fría y determinada en la cara, completamente impenetrable. Casi me echaba a temblar cuando imaginaba sus ojos clavados en mí con odio.

Los demás chicos se habían sumergido en su propia conversación cuando yo empecé a recoger mi bandeja. Me despedí escuetamente de Cassie y volví a mi nuevo dormitorio, destrozada tras unos días tan agitados. Abrí la puerta, encontrando el cuarto a oscuras, por lo que imaginé que Kat no había vuelto todavía. Me quité la ropa, poniéndome otra más cómoda y procedí a sacar de la cómoda el desinfectante que Ian me había dado para la herida de la pierna. La limpié lo mejor que pude, apretando los labios ante el ardor que me producía. Ian tenía razón, la bala solo me había rozado la pierna, causando que la herida no fuese grave en absoluto.

Kat apareció por la puerta, cerrándola con un fuerte golpe.

-Estoy hasta las narices del gilipollas ese.- maldijo, tirándose en su cama.

Yo la miré, sin saber bien que responder, aún con la botellita de desinfectante en la mano y algodón en la otra.

-¿De quién?- pregunté, aunque sabía a quién se refería.

-De H.- contestó, quitándose las botas y lanzándolas a la otra punta de la habitación.

Mis labios se quedaron sellados, sin saber cómo contestar a eso. Todavía no confiaba en Kat cómo para compartir mi opinión sobre el chico. Por lo tanto, mantuve la boca cerrada y continué limpiando mi herida. Oí cómo Kat bostezaba y volvía a ponerse de pie. Levanté la mirada pero volví a bajarla inmediatamente cuando Kat se levantó la camiseta y se quitó el sujetador sin ningún inconveniente. La escuché reír.

-Por Dios, ni que tú no hubieses visto unas tetas.- carcajeó, mis mejillas calentándose.
Obviamente las había visto, pero no me parecía conveniente mirar cómo una casi desconocida se cambiaba delante de mí. No respondí a eso tampoco, concentrándome en lo que estaba haciendo.

-Mira,- dijo. Esta vez levanté la cabeza para encontrarla sacándose la melena de la camiseta que acababa de ponerse.- no muerdo, ¿de acuerdo? No voy a matarte a no ser que me des motivos, así que no te eches a temblar cada vez que te hable.

Una parte de mí se ofendió. Sabía que mi estado general en aquel lugar era la inseguridad y un poco el miedo, pero estaba intentando que no se me notara.

-No tiemblo.- contesté. Por desgracia, mi voz no sonó tan segura como hubiese querido.

-Lo que tú digas.- se encogió de hombros. Acto seguido, se tiró en la cama.- A las cuatro tengo guardia, así que si te despiertas y no estoy, no te extrañes.

Gunshot [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora