Capítulo 20

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Riley

Él se bajó del vehículo primero, con cautela, supongo que porque tendría la espalda bastante sensible y cualquier movimiento podría molestarle. Yo lo seguí, observando mis alrededores en cuanto puse un pie en el suelo. Estábamos en lo que parecía la cima de una colina, una ladera llena de árboles descendiendo delante de nosotros. Aún no se veía nada a más de tres metros de distancia, pero sospechaba que frente a nosotros debían encontrarse varias montañas en la lejanía. H había detenido el coche con la parte de atrás hacia la ladera y no tardó en subirse a ella y extender la mano para ayudarme. La tomé con duda, no porque no quisiese su ayuda, sino porque no quería que se hiciese daño. Ya había notado cómo se había estremecido cuando hizo el esfuerzo de subir él solo. Por lo tanto, cuando apoyé un pie sobre la plataforma y tiró de mí, procuré hacer la mayor parte del trabajo.

-Gracias.- le sonreí tímidamente mientras que él no tardó en sentarse.

Gruñó suavemente cuando su espalda tocó accidentalmente la cabina del conductor. Ocupé el lugar a su lado.

-¿Estás bien?- le pregunté.

Él asintió decididamente con la cabeza. Me senté a su lado cruzando las piernas como un indio, mientras que H las dejó estiradas frente a él. Levanté la cabeza, mirando el cielo frente a nosotros. Estaba plagado de estrellas brillando por todas partes. Si había algo bueno de que todas las ciudades hubiesen sido destrozadas, sin duda era aquello. Miré el cielo fascinada. Estaba encantada con nuestra posición porque me permitía observar el cielo frente a mí, donde las montañas en la lejanía se unían, y obviamente, podía ver las estrellas ubicadas sobre nuestras cabezas. H tenía razón, aquel sitio era precioso.

-Me imagino que te gustan las estrellas.- comentó H a mi lado, obligándome a que lo mirara.

Reí nerviosamente; no quería parecer una tonta fascinada por el maldito cielo.

-Sí.- me encogí de hombros desinteresadamente, aunque enseguida volví a clavar la mirada en los puntos brillantes.

Me encantaba pensar que estaba mirando algo infinito. Podía ver estrellas a millones y millones de kilómetros desde donde estaba sentada y nunca se movían. Siempre estaban ahí, brillando.

-¿Conoces las constelaciones?- le pregunté a H, sin despegar la vista de la inmensidad de color azul oscuro.

-No.- respondió.

Lo miré sorprendida, con una pequeña sonrisa dibujándose en mis labios.

-Mira,- dije, volviendo a observar el cielo.- ¿ves esa uve doble?

Levanté la mano, señalando con el dedo un punto en el cielo, aunque no era de mucha ayuda. Él se incorporó un poco, mirando con interés el horizonte.

-Claro que no.- frunció el ceño.

-Que sí.- insistí.- Mira la colina de en medio,- dije.- ahora sube un poco y ahí está el pico de arriba.

Me estaba explicando fatal, pero no sabía cómo hacerle ver la constelación entre las miles de estrellas que había.

-Riley, que no veo...- se detuvo.- ¡Hostia, sí! ¡Ahí!- alzó el brazo, señalando, supongo que, al mismo punto que yo.

Reí, sorprendida por su repentina alegría al haber conseguido verla.

-Pues esa es Casiopea.- expliqué.- Es la más fácil de encontrar, al menos para mí. Siempre señala el norte.

H miraba con mucha más atención el cielo ahora, aunque sabía que me estaba escuchando. La luz de la luna se le reflejaba en sus ojos verdes mientras inspeccionaba el cielo.

Gunshot [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora