Capítulo 45

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Riley

Hacía frío.

Había dejado las lágrimas de lado veinte minutos después de poner un pie en el exterior. Llorar y lamentarme no me iban a ayudar a seguir con vida. Necesitaba mantener la cabeza fría y pensar en un plan. El sol se estaba poniendo, dejándome solo con unos minutos más de luz. Iba a necesitar comida pronto y la baja temperatura que se instauraría durante la noche no iba a serme de gran ayuda. Una idea muy irracional se me pasó por la cabeza: podía dirigirme a la ciudad.

Le di vueltas a la idea mientras caminaba entre los árboles. Había decidido seguir el camino que marcaba la carretera pero estando oculta tras la vegetación. Agarraba las asas de la mochila con fuerza, llegando a cortar la circulación de mis dedos de vez en cuando. No podía dejar de mirar alrededor cada vez que oía un ruido. El corazón se me disparaba y la adrenalina sumergía mi cuerpo para comprobar segundos después que siempre eran pájaros o algún animal o el sonido de las hojas con el viento.

Ir a la ciudad no era tan mala idea. Terriblemente peligroso y suicida, sí, pero quedarme en aquel bosque era una muerte segura. Sin embargo, todavía me encontraba a varias horas de camino y la noche se estaba abriendo paso en el cielo. Decidí pasar la noche escondida entre los árboles y esperar a que amaneciera para continuar mi camino. De repente, oí el ruido de un motor en la lejanía. Abrí los ojos de par en par cuando reconocí los faros de un coche aproximándose. Rápidamente, corrí hacia el interior del bosque y me escondí detrás de un tronco. El coche pasó unos minutos después, restaurando el silencio que había en el bosque antes de que apareciese. Dejé escapar una bocanada de aire. Miré a mi alrededor entonces, percatándome que la oscuridad había consumido el bosque. Solo podía ver el contorno de los árboles y la luz de la luna colándose entre las delgadas ramas. Apoyé la espalda contra el tronco del árbol y me deslicé hasta que terminé sentada sobre las hojas del suelo. Recogí las rodillas, intentando mantenerlas lo más cerca posible de mi cuerpo. Me llevé las manos a la boca, soplando aire caliente en ellas, ya que las tenía heladas. Cuando me percaté de cómo temblaba mi cuerpo por el frío, rebusqué en la mochila hasta sacar algo de ropa. No me sirvió de mucho, ya que lo único que podía hacer era ponerme otra sudadera sobre la que llevaba puesta. Me abracé el cuerpo, siguiendo helada. Pensé en cómo de útil sería tener una hoguera, pero pronto aparté la idea de mi cabeza. No tenía nada con lo que hacerla y además, la tierra y las ramitas que había por el suelo estaban mojadas por la lluvia. Así que no me quedó otra que frotarme los brazos e intentar que no se me rompieran los dientes de tanto castañetear. El viento silbaba, moviendo las hojas de los árboles de una forma espeluznante. No estaba segura de si iba a poder dormir allí; no lo creía, al menos. Cada vez que el viento aumentaba de intensidad u oía algo inesperado, mi cuerpo se tensaba por completo.

Unas horas, eso era todo lo que tenía que aguantar. Me repetía lo mismo una y otra vez para no caer en el abismo de la desesperación y el miedo. Me repetí una y otra vez que, en cuanto se hiciera de día, seguiría mi trayecto y llegaría a la ciudad. Allí podría encontrar comida en algún sitio y podría refugiarme bajo el techo de algún edificio abandonado. No podía evitar pensar lo peligroso que sería entrar allí sin un arma, pero no tenía otra opción.

No sabía qué hora era, pero me parecía que ya habían pasado un par desde que oscureció. Cerré los ojos, intentando dormir para que el tiempo pasara más deprisa. Tenía los músculos agarrotados y entumecidos por el frío, pero después de un rato, me estaba acostumbrando. Sin embargo, lo único que veía cuando cerraba los ojos, era el rostro decepcionado de H. Lo había defraudado. Le había hecho daño aunque él no hubiera usado esas palabras. Lo conocía y sabía que no lo admitiría, pero lo había herido. Sabía que se sentía como si simplemente hubiese jugado con sus sentimientos y era lo que parecía. Sin embargo, él era una de las personas que más me importaban en aquel momento, si no el que más, y ahora me odiaba. Yo no estaba enfadada por lo que había hecho; me lo había ganado yo misma a pulso. Puede que me sintiese triste porque tenía la vaga ilusión de que se lo hubiese tomado con un poco más de calma y no me hubiese tirado a los leones así como así, pero tampoco tenía derecho a echárselo en cara después de lo que yo había causado. Tenía razón, debía habérselo contado antes.

Gunshot [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora