Capítulo 22

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H

Estaba que echaba humo. Podía sentir mi corazón bombeando sangre con tanta fuerza que prácticamente lo escuchaba en mis oídos. Sin ser consciente de qué hacía realmente, me dirigí al gimnasio. Todavía no había nadie allí, siendo lo temprano que era. Sin pensarlo dos veces, me dirigí al rincón que proclamaba mío y antes de que me diese cuenta, había incrustado el puño contra el saco de boxeo.

-¡Joder!- aullé de dolor en cuanto lo hice.

Me ardía la mano al no llevar ninguna clase de protección, pero no era nada comparado con el dolor que sentía por toda la espalda. Apenas me acordaba de los vendajes que me cubrían la piel, pero en cuanto tensé los músculos, los recordé. Solo esperaba no haber abierto ninguna herida.

Me observé la mano, asimilando cómo me había desollado los nudillos. Miré hacia arriba, encontrando en mi campo de visión la cajonera donde guardaba todas las cintas y protecciones que tenía. Estaba tentado de prepararme y descargarme, pero sabía que no era una buena idea dado el estado de mi espalda. Le di un manotazo con la palma al saco, frustrado sin saber qué hacer. Necesitaba hacer algo para despejarme. Necesitaba liberar toda la tensión que tenía en el cuerpo. En mi cabeza no paraban de repetirse los acontecimientos del día: la escapada que habíamos hecho Riley y yo, la forma en la que prácticamente me había dicho que no le importaba una mierda, el hecho de que aquello me había cabreado más de lo que debería, arrepentirme de haberme acercado a ella y decir todo aquello para herirla, Kat dándome un puñetazo delante de todo el mundo, y finalmente, Riley dejándome claro que no quería que me volviese a acercar a ella. Francamente, no la culpaba.

No entendía absolutamente nada. Había llegado el momento en el que era consciente de que lo que tuviese que decir esa estúpida niña sobre mí, me importaba. No sabía por qué, pero era así y me odiaba por eso.

-Por fin te encuentro, capullo.- levanté la cabeza, encontrando a Kat irrumpiendo en el gimnasio.

Respiré profundamente, recordándome que tenía que calmarme antes de que hiciese algo de lo que me arrepintiese.

-¿Qué haces aquí?- gruñí, dándole la espalda.

Me concentré en mover los dedos de la mano herida, intentando distraerme. Su mera presencia estaba empezando a tocarme los cojones.

-Eso digo yo.- pude imaginarla cruzándose de brazos.- Se supone que no puedes hacer esfuerzo físico.

-¿Desde cuándo te importa lo que me pase?- dije por encima del hombro, aún sin mirarla.

Sabía que eso no era verdad, siempre se había preocupado por mí a su propia manera, igual que yo por ella. Pero ahora me importaba una mierda lo que pudiese salir de mi boca.

-La verdad es que no me importa mucho.- suspiró, aparentemente cansada por aquella conversación tan vanal. Yo también lo estaba.

-¿Qué quieres?- me di la vuelta, mis palabras un poco más duras que antes. Quería que me dejase solo.

Kat rodó los ojos desinteresadamente y volvió a clavar la mirada en mí, mirándome de arriba a abajo.

-Que dejes de comportarte como un imbécil.- me dejó saber, causando que frunciera el ceño.
Inspiré una gran bocanada de aire.

-¿Sabes, Kat? Tienes un puto valor que te lo pisas.- le dejé saber, sacudiendo la cabeza. Si a lo que venía era a cabrearme aún más, era la persona perfecta para hacerlo. Kat siempre sabía cómo buscarme las cosquillas.

Kat alzó las cejas, la expresión impasible y segura de su cara no había forma de borrarla.

-Mira... Honestamente, me da igual lo que haya pasado entre Riley y tú, pero lo que no me da igual es que vayas creando rumores por toda la base.- me dijo, mirándome fijamente a los ojos.

Gunshot [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora