Capítulo 50

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Riley

Cuando salimos de la ducha, me envolví en la toalla que H había dejado sobre el lavabo. Él, por otro lado, sacó otra del pequeño armario que había bajo el lavabo y se secó rápidamente el cuerpo.

-Debería ir a cambiarme.- dijo, desviando su mirada a sus bóxers empapados.

Intenté no seguir su línea de visión, ya que la fina tela se le adhería a la piel con demasiado detalle. Asentí con la cabeza, deseando que no tuviese que irse. La idea de quedarme sola no era muy atractiva en aquel momento.

-Tardo menos de cinco minutos.- me prometió.- ¿Me voy ya o quieres que espere a que te cambies?

Sacudí la cabeza, dejándole saber que podía marcharse ya. Cuanto antes se fuese, antes volvería. Él asintió y se vistió, besándome la cabeza antes de irse corriendo. Me sequé entonces con lentitud, aún sintiéndome bastante débil. Me encontraba mucho mejor que hacía un par de horas, tanto física como mentalmente, pero sabía que me quedaba un largo camino que recorrer. Una vez me sequé y me quité la ropa interior mojada, me cambié a la ropa que H había escogido. Sonreí levemente al pensar en lo atento y lo bueno que había sido conmigo durante las pasadas horas. Mi sonrisa se ensanchó un poco más al pensar en la ducha que habíamos compartido. No había querido que se separara de mí y él se las había apañado para hacerme sentir lo más acompañada y cuidada del mundo. Noté cómo un calor que no había sentido en los últimos días se extendía por mi cuerpo ante el vago recuerdo de oírlo decir que me quería. Me mordí el labio, evitando el corte que tenía, para detener la sonrisa que se expandía por mi cara.

Me sentía como una verdadera mierda después de todo lo que había pasado. Estaba exhausta y de alguna manera conmocionada, pero solo me hacía falta tenerlo al lado para que todo lo demás desapareciera.

Oí la puerta abrirse de nuevo y H no tardó en asomarse por la puerta del baño. Su pelo seguía mojado pero se había cambiado de ropa a una camiseta de mangas cortas azul marino y unas calzonas negras.

-¿Sigues ahí?- preguntó con el ceño fruncido.

Mis ojos se desviaron hasta lo que llevaba en las manos, siendo una caja verde. Él siguió mi mirada.

-Oh, es un botiquín.- me explicó.- Vamos, ven.

Lo seguí hasta mi cama, sentándome en ella cuando él lo hizo.

-¿Cómo estás?- me preguntó, abriendo la caja. La tapadera se abrió y reveló varios botes de desinfectante, algodón, vendas y unas tijeras entre otras cosas.

-Mejor.- murmuré.

Él me miró unos segundos antes de asentir, como si estuviese evaluando la veracidad de mi respuesta.

-¿Por qué no me has llevado con Ian?- pregunté mientras lo observaba arrancar un pedazo de algodón.

-Está fuera.- contestó.

-¿Fuera?

Se encogió de hombros, extendiendo la mano, esperando que colocara una de mis muñecas sobre ella. Obedecí, empezando por la derecha. La sangre seca que me manchaba las manos se había esfumado con nuestra previa ducha, pero los cortes seguían ahí.

-¿Y por qué no me has llevado con otro médico?- pregunté con curiosidad, intentando centrar mi atención en él en vez del líquido que estaba a punto de verter sobre mis heridas.

-Porque Ian es el mejor y no hay nada que puedan hacer los demás que no sepa hacer yo.- contestó con seguridad. Las primeras gotas cayeron sobre mi piel abierta, haciéndome cerrar los ojos con fuerza y apretar los labios. Seguidamente, sentí a H limpiar el exceso con el suave algodón.- Los cortes no son lo suficientemente profundos para coger puntos y sé cómo desinfectar una herida.

Gunshot [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora