-¿Qué haces aquí?- las palabras salen de mi boca de manera brusca sin que lo pretenda.
Sus ojos me miran en todo momento inspeccionando mi rostro, lo más seguro es que esté buscando algún indicio de lágrimas y por alguna razón eso me hace sentir un tanto incómoda, por lo que aparto la mirada y la fijo en mis zapatos.
-Olvidaste esto...- informa mientras veo como su mano se eleva en el aire.
Mis ojos se abren en sorpresa y horror al percatarme de lo que lleva en su mano. Es mi libreta de escritos. No sé en qué momento la habré sacado, pero se la quito de las manos de manera muy rápida y un poco grosera.
-¿Qué has leído? – le espeto.
Su ceño se frunce y da un paso hacía atrás.
-Nada...- asegura. Sus ojos son tan verdes, que por un momento es inevitable no compararlos con un par de esmeraldas relucientes.
Tiene las cejas fruncidas, como si hubiera algo en mí que le causara cierto desconcierto. Ninguno de los dos se atreve a agregar algo más, por lo que el silencio que se instala entre nosotros se torna incómodo.
-Si sabes que es el baño de chicas, ¿verdad?- mi voz sale en un leve susurro. Él asiente y como no dice nada más, aprovecho para seguir hablando- Pudiste entregármela cuando saliera o...
-Sólo quería asegurarme de que estuvieras bien- se encoge de hombros, restándole importancia a sus palabras.
Por alguna razón, su comentario me molesta.
-Pues ya te das cuenta que sí- respondo con firmeza.
Odio que todos me vean de la misma manera: como una muñeca de porcelana, frágil y a punto de romperse.
El chico frente a mis ojos asiente nuevamente en silencio. Tiene los labios fruncido, mientras continúa observándome con detenimiento. Lo hace con tan poco disimulo, que logra calentarme las mejillas. No pasa mucho cuando me da una última mirada, acompañado de un asentimiento de cabeza, antes de darse la vuelta para marcharse y desaparecer de mi campo de visión.
Suelto el aire que no sabía que estaba reteniendo dentro de mis pulmones y guardo mi preciada libreta de escritos dentro de mi mochila, para luego encaminarme a mi siguiente clase, no sin antes pensar en lo raro que ha sido este encuentro.
[...]
Las horas pasan como de costumbre y para cuando quiero darme cuenta, ya estamos en la hora del almuerzo.
Siempre había asociado la cafetería como algo molesto. Odio tener que exponerme en lugares como estos, porque Genny sabe aprovecharlos a la perfección para salirse con la suya y hacerme el hazmerreír de toda la escuela. Si no fuera por Kiara-mi mejor amiga- probablemente me sentaría a comer el almuerzo dentro de los baños del instituto, o bajo las gradas, lejos de tanta gente.
Kiara y yo nos conocemos hace aproximadamente un año cuando se transfirió a Londres junto a su nueva familia. Su madre se fue por dos meses a vacacionar y para cuando regresó, ya tenía un anillo en su dedo. Lo sé, es demasiado loco. Kiara no conoció a la obesa Mack, sin embargo, cuando Genny se acerca para decirme alguna cosa hiriente, ella no tiene pelos en la lengua, a diferencia de mí.
La veo darle un gran mordisco a la hamburguesa que sostiene entre sus manos, y río por lo bajo cuando las comisuras de sus labios quedan embarradas de ketchup.
Su piel trigeña resalta con ayuda de la blusa roja que lleva puesta. Su cabello rizado le cae a ambos lados de la cara, dándole un aspecto muy dulce y algo inocente. No cabe dudas de lo hermosa que es mi amiga: Una morena de largas piernas y curvas salvajes. No es extraño que varios jugadores del equipo de baloncesto mueran por ella, aunque es una pena que ella apenas sí logre recordar sus nombres.
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SCARS ✔
Roman pour AdolescentsMackenzie Jones ha sido víctima del Bullying por cuatro años consecutivos. Cursando ya su último año escolar, el chico roto de ojos verdes parece despertar su curiosidad y todo lo que le rodea. Negativo. Eso eran ambos. ¿Y qué si las leyes de la m...