Capítulo 55

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Mackenzie Jones

Adam me había pedido vernos en su casa. Su voz se escuchó tan desesperada, que me vi en la necesidad de mentirle a mi madre y decirle que papá quería verme. Ella desde luego se ofreció a llevarme, pero me las ingenie para decirle que no sin sonar sospechosa. Claro que lo dudó durante unos largos minutos, pero aún así, accedió. No tenía claro por qué Adam había pedido verme,  pero en cuanto estuve frente a él, lo entendí.

Él y Madeleine habían terminado.

Los ojos de Adam se veían un tanto rojos e hinchados por las lágrimas derramadas y su apartamento era un completo desastre al igual que su corazón. Claro que entendía esa sensación, así que lo tomé de la mano y me dispuse a escucharlo.

Empezó a contarme que al principio de su relación todo había sido una farsa, tan sólo dos cuerpos disfrutando del placer, sin embargo, lo peor llegó cuando se encontró a solas en su habitación pensando en ella. No podía sacarse la manera en la que sonreía con timidez o lo roja que podían tornarse sus mejillas cuando se sentía avergonzada por algo. Estaba empezando a enamorarse de Madeleine, y eso le aterraba. Él sabía que ya no sólo se trataba de dos cuerpos, sino que además, su corazón se estaba involucrando. Con el paso del tiempo se enamoró perdidamente de ella. De su risa. De sus ojos. De la forma en la que su cabello estaba por las mañanas. Del olor de su piel. De sus chistes malos y del insoportable comportamiento que tenía cuando estaba en sus días.

Una sonrisa triste se forma en mis labios.

-¿Y qué pasó?- me atrevo a preguntar.

-No lo sé- deja escapar un suspiro y me mira- Una mañana simplemente me dijo que ya no se sentía bien conmigo. Qué ella siempre había esperado por un amor intenso, apasionado y consumidor, de ese que hablan en las películas- deja caer su rostro entre sus manos y yo no puedo evitar sentirme mal por él.

-Adam, el amor no se supone que deba ser cruel -cito las palabras de la doctora Fisher, mi psicóloga. Hace tres semanas que estoy asistiendo a mis terapias. No voy a mentir, al principio pensé que contarle mis problemas a otra persona no iba a servir de nada. Pensé que iba a ser juzgada por alguien que ni me conocía, pero no fue así. La doctora Fisher ha sido de gran ayuda para mí en estás últimas semanas y me ha enseñado más de lo que yo esperaba- El amor no supone que sea doloroso, pero me temo que es el precio que se paga cuando dejas entrar a alguien a tu vida y a tu corazón.

-Todo esto ha sido tan duro para mí. Quería intentar todo con ella. Le mostré mis sentimientos, mis miedos y aún así se marchó- su voz se quiebra.

Un latigazo me cruza el corazón al igual que los recuerdos me llenan la cabeza.

-No puedes retener a alguien que quiere marcharse, sólo porque un día fue todo lo que quisiste para tu vida. El amor no se trata de eso- le digo- A veces idealizamos a una persona, la ponemos en la cima de un pedestal y esa misma imagen nos ciega poder ver lo que en realidad son.

-Lo dices por Alec, ¿verdad?- pregunta. Mi silencio es su respuesta- La única diferencia es que él sí te amaba, Mack. Por eso se marchó. Él no quería atarte a su vida ni a sus problemas. No quería que ellos te hicieran daño.

Confusión es todo lo que siento.

Aquellas palabras me hacen fruncir el ceño y cuando Adam se percata de lo que ha dicho, abre los ojos y maldice.

-¡Mierda, no debiste de haber escuchado eso!

El aire se siente denso y por un segundo todo en la sala da vueltas.

-¿A qué te refieres Adam?- cuestiono.

-Lo siento Mack, no debí haber dicho eso- se levanta del sofá y trata de evadir la conversación, pero yo no puedo dejarlo pasar.

-Adam, ¿quiénes son ellos?

Adam se pasa las manos por el cabello en un acto de nerviosismo y suelta un suspiro de frustración.

- ¡Joder! Si te lo cuento, tienes que prometerme que no harás preguntas.

Asiento no tan convencida.

-Alec necesitaba dinero para pagar una de las quimioterapias de Kendall y otras cosas más, así que en un acto de desesperación contactó a Hugo y a Walter. A ellos se les conoce por distribuir cocaína en los suburbios de la ciudad. Son peores que las ratas, lo juro. Siempre quieren algo a cambio de cada favor, y para Alec no fue la excepción. Él aún no tenía el dinero suficiente que le habían prestado, así que ellos le propusieron distribuir su mercancía, pero él se negó.

La duda se adueña de mis facciones. Me sudan las manos y el corazón quiere salirse de mi pecho. ¿Por qué Alec nunca me lo contó? ¡¿Por qué hizo todo esto a mis espaldas?!

-¿Y qué tengo que ver yo en todo esto?- mi voz suena baja y me odio por eso.

-Ellos querían su dinero de vuelta, y al no tener nada con qué amenazarlo, parece que estuvieron siguiéndolo por unos días o semanas ¡yo qué sé!, el punto es que...un día simplemente te vieron junto a él y no lo sé, tal vez se dieron cuenta que le importabas. En muchas ocasiones lo amenazaron diciéndole que si no pagaba en una fecha estipulada, tú la pagarías. Él lo único que quería era mantenerte a salvo de todo esto. Supongo que la forma en que lo hizo fue una mierda, pero siempre pensó en ti Mackenzie, nunca dejó de hacerlo.

No sé cómo sentirme respecto a todo esto. Definitivamente nunca esperaba escuchar que Alec se estuviese liando con ese tipo de personas, pero algo dentro de mí sabía que estaba metido en un gran lío, aunque siempre mentía y decía que no era nada grave.

Me levanto del sofá en el que me encuentro e inconscientemente empiezo a caminar por toda la sala  procesando sus palabras.

-¡¿Qué siempre pensó en mi?!- consigo decir.

-Da igual, Mack- trata de restarle importancia- Él se fue y lo que sea que tuvieron, terminó.

- No te equivoques, Adam. ¡Él terminó con lo nuestro! Yo intenté arreglar las cosas porque creía que había cometido un error. ¡Siempre me hizo sentir responsable por nuestra ruptura!

Siento como la sangre me hierve y mi respiración aumenta súbitamente. Pero, ¿qué me pasa? Aquellas palabras no remedian el sufrimiento de estos meses. Si su intención fue mantenerme a salvo, pues consiguió hacer todo lo contrario.

-Lo siento...- empiezo a disculparme. Adam no tiene porqué pagar por nuestros platos rotos- Yo...siento mucho lo que pasó con Madeleine, pero tengo que marcharme.

- Lo entiendo- sus ojos se llenan de tristeza- Gracias por haberme escuchado y lamento todo esto.

Asiento y tomo mi cartera reprimiendo las ganas de quedarme y abrazarlo.

Me despido de Adam y en cuanto abro la puerta, un par de ojos verdes me interceptan en el camino. Mi cartera se desliza de mis manos y aterriza en el suelo, pero ni siquiera me muevo. No puedo hacerlo. No cuando aquellos ojos verdes que han conseguido atormentarme noches enteras se encuentran devolviéndome la mirada. Mi corazón late con fuerza y las palabras quedan atoradas en mi garganta. La duda y el asombro se adueñan del rostro de Alec. Está más que claro que él tampoco esperaba encontrarme aquí.

¡Oh mierda!

¡Está aquí!

¡Alec está aquí!

La persona que rompió mi corazón está aquí y se encuentra justo frente a mí.

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