Capítulo 21

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Mackenzie

Después de lo sucedido con aquella misteriosa chica, y de pasar dos horas compartiendo al lado de Kendall, Alec salió del hospital sin apenas dirigirme la palabra. No sabía qué le ocurría, y mucho menos qué le había dicho aquella desconocida. No entendía qué tipo de relación tenían, ni de dónde  se conocían, pero tampoco iba a preguntárselo aunque me estuviese muriendo por hacerlo. Alec sólo se limitó a llevarme de vuelta a casa y murmuró un "nos vemos luego" que nunca llegó.

El domingo por la mañana hice mi usual rutina de ejercicio durante dos horas después de haber comido como una cerda. Mamá y papá apenas sí se dirigían la palabra y sus trabajos los mantenían tan absortos de nosotros, sus hijos. Por otro lado Chad últimamente estaba más raro que de costumbre. Se le veía inquieto y como toda hermana, quise preguntarle si todo estaba bien con él, pero nada salió como yo esperaba.

-Metete en tus puñeteros asuntos- fue lo que dijo antes de encerrarse en su habitación dándole un fuerte portazo a la puerta haciéndome sobresaltar.

[...]

La mañana siguiente no me encuentro ansiosa por llegar temprano al instituto. No sé qué esperar al llegar allí, así que me tomo mucho más tiempo de lo normal en preparar mis cosas. Al bajar a la cocina, veo a Chad sentado como si nada en los taburetes de la isla y se me revuelve el estómago.

Yo no tengo la culpa de lo que sea que le esté pasando. Muchas veces al igual que él he querido explotar, gritar y sacar todo lo que llevo guardado dentro de mí, sin embargo, no me atrevo a hacerlo. Ellos no tienen la culpa de lo miserable que es mi vida...o quizá sí.

Un silencio incómodo nos envuelve. Sé que tal vez está esperando a que le diga que es hora de llevarme al instituto, pero en lugar de eso, decido no decir nada. Tomo una manzana de la nevera y eso es suficiente para salir de la casa.

Él tiene su auto, pues bien, porque yo tengo mis piernas.

Si quiere seguir comportándose como un idiota pues adelante, ¡que lo haga! No voy a sumarle más peso a mis hombros del que pueden soportar.

Me toma alrededor de treinta y cinco minutos llegar al instituto y lo único que me consuela es el hecho de saber que Ashton no estará presente hasta la próxima semana. Me encuentro en mi casillero tomando algunos libros que necesitaré para las primeras horas de clase, cuando siento el peso de un par de ojos observándome. Se trata de Kiara, quién está del otro lado del pasillo.

Un sabor amargo se instala en mi garganta. Creí ser su mejor amiga. Creí conocerla tanto, al punto de saber que ella jamás me haría daño. Otra decepción más agregada a mi patética vida.

El timbre suena anunciando la primera hora de clases. Cierro con fuerza el casillero y me encamino entre la multitud de estudiantes hasta el aula de matemáticas.

Mi cuerpo hormiguea mientras me adentro en el espacio del salón, pero  parte de mi pequeño entusiasmo desaparece al no ver rastros de el castaño por ningún lado, ¿dónde se ha metido?

El profesor Méndez atraviesa la puerta del salón con su inusual cara de pocos amigos y se dispone a empezar con la clase. Una mueca se forma en mis labios al saber que lo más probable es que no vea a Alec el día de hoy.

Han pasado quince minutos desde que la clase inició pero el sonido de mi bolígrafo estrellándose constantemente contra el pupitre me mantiene absorta a mi alrededor. Sé que debería prestar atención a las palabras que salen de los labios del profesor, pero me resulta imposible.

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