Capítulo 34

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Alec

No tengo el valor suficiente para dejarla en la puerta de su casa, al menos no en el estado en el que se encuentra, es por eso que decido llevarla conmigo a mi departamento una vez ambos estamos dentro de la camioneta.

Durante el recorrido, los ojos de Mackenzie se encuentran perdidos en algún punto fijo de la nada. Sus mejillas húmedas son un claro recordatorio de que esta noche ha sido un completo desastre. Me gustaría decir algo para reconfortarla y hacer desaparecer el silencio en el que nos encontramos, sin embargo nada parece ser suficiente, por lo que me limito a seguir conduciendo a través de la oscuridad de la noche.

Treinta minutos después la camioneta se detiene. Puedo sentir cómo su cuerpo se relaja al percatarse del lugar en el que hemos estacionado. Cuando bajamos de la camioneta, tomo su pequeña mano alrededor de la mía y la conduzco hacía el interior del viejo edificio en el que vivo.

-Nunca debí haber ido a esa fiesta- dice Mackenzie con la voz débil, lanzándose sobre el sofá.

Me quito los zapatos y los arrojo en algún lugar de la sala.

-No seas tan dura contigo misma. Sabes que tarde o temprano esto iba a pasar- le digo.

Me dejo caer a su lado y acuno su hermoso rostro con mis manos. Sus ojos se clavan en los míos como dos brillantes esmeraldas, robándome el aliento y el corazón por completo.

-Ya no tienes que esconderte, pequeña- susurro a unos pocos centímetros de sus labios- Eres Mackenzie Jones, la chica que acaba de darle una fuerte golpiza a la reina del Instituto.

Sus mejillas se sonrojan completamente avergonzada.

- ¿Estuvo muy mal que hiciera eso?

-De hecho, estuviste increíble- confieso y decido añadir en un tonillo juguetón- En otra ocasión habría llegado a ser excitante.

Las comisuras de sus labios se elevan en una pequeña sonrisa. No soy consciente de la cercanía que nos envuelve hasta que noto como el ritmo de mi corazón aumenta. Por un instante nos quedamos así, en completo silencio, tan sólo observándonos el uno al otro, pero diciéndonos mucho con la mirada.

Mackenzie

La mirada de Alec está fija sobre la mía, y eso por alguna razón eso me pone la piel de gallina. Soy consciente de la cercanía que nos envuelve, y que sentir su aliento golpearme los labios húmedos sólo hace que mi corazón vaya a mayor fuerza, tanto así que temo que se me pueda salir del pecho en cualquier momento. 

Mis ojos descienden a su boca y esta vez decido ser yo la que acorte la distancia entre ambos, y un solo movimiento basta para que mis labios se encuentren con los suyos.

Al principio es un beso lento, dulce y casi inocente, tan sólo unas pequeñas caricias que consiguen hacerme sentir abrumada. Luego, Alec separa mis labios con exigencia y su lengua se abre paso para explorar mi boca en busca de la mía, con tal ansiedad y desespero que me quita el aliento.

No había pasado ni un día entero y ya lo echaba mucho de menos.

Saboreo el sabor salado de mis lágrimas con cada uno de sus besos. Mis manos se aferran a el material de su camisa para poder atraerlo hacía mí con decisión.

Alec muerde mi labio inferior y tira de él haciendo que un sonido impropio abandone mi boca. El calor se dispara por todo mi cuerpo y se arremolina en mis partes más sensibles. Dejo que mi espalda toque el sofá por completo y Alec encuentra la manera de cernirse sobre mí sin dejar de besarme. Ansiosa por sentir sus labios en otras partes, giro el rostro para darle acceso a la piel de mí cuello. Una de sus manos se cuela dentro del material de mí vestido y me acaricia los muslos, mientras que mis manos se dirigen a su cabello. Muerdo mis labios para evitar soltar un gemido rendido de placer cuando su dedo índice juguetea con el elástico de mí pantie.

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