Capítulo 13

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No sé en qué momento empezó todo.

Supongo que un día en el jardín de niños cuando yo sólo quería jugar mientras todos me rechazaban. De niños siempre tenemos toda la confianza en nosotros, hasta que un comentario hace que empecemos a dudar. Nos daña. Nos hace cuestionarnos y hace que toda aquella confianza desaparezca, dándole paso a la inseguridad.

Paso las mis dedos por cada cicatriz borde que me marca en la piel baja de mi abdomen. Cada una con una etiqueta.

Vacía.

Insegura.

Fracaso.

Débil.

Destrocé mi cuerpo en busca de una paz mental que nunca encontré y dudo mucho que un día llegue a hacerlo. Las personas pueden llegar a ser tan crueles y parece que les da igual. No les importa lo que suceda contigo...su único deber es hacer sentir mierda a alguien tanto como puedan.

El agua cae por mi cuerpo mientras que los mechones de mi cabello se me pegan al rostro. El agua me relaja. Es como si todo el dolor desapareciera por cuestiones de segundos, y sobre todo, me mantiene ocupada de aquellos gritos que provienen de la habitación de mis padres. Ya van varias noches seguidas que discuten sin parar, pero no parece importarles que es de día y que posiblemente todo el vecindario los esté escuchando.

Al salir lo primero que hago es fundirme en unos jean desgastados y un camisa de lana junto con unos simples converse. En esta ocasión opto por atar mi cabello y procedo en hacer mi maquillaje de siempre.  Al terminar, bajo las escaleras y me encuentro con la cara sonriente de mamá. Bajo sus ojos se encuentran unas muy marcadas ojeras.

Probablemente no durmió bien anoche.

-Buenos días, cariño- saluda- Ya está listo el desayuno- dice mientras se acerca para depositar un beso en mi mejilla.

-No tengo hambre- me limito a  contestar- ¿Dónde está Chad?

-Se ha marchado muy temprano a la universidad. Puedes decirle a tu padre que sirva de algo y te lleve hoy.

El susodicho aparece y el corazón se me estruja al ver a mis padres así. Me frustra no saber cuál es el motivo de sus discusiones. Si bien es cierto, no somos una familia perfecta y estamos lejos de llegar a serlo, pero lo único que quiero es que, sea cual sea el motivo de sus peleas, termine. No me gusta ver a mis padres atacándose como perros y gatos.

-No pasa nada, caminaré.

Les dedico una sonrisa o al menos un intento de ello. Me aproximo a la puerta principal y en silencio salgo de casa. El aire azota mi cara mientras camino a pasos lentos. Me digo a mi misma que si quiero llegar a tiempo para el auditorio, será mejor que agilice el paso.

Una bocina me hace sobresaltar y giro mi rostro para toparme con una sonrisa burlona en el rostro de Alec.

-Sube- ordena.

-¿Qué pasó con eso de que eres un chico de palabras?- enarco una ceja de manera acusadora.

-Ya te lo dije Mackenzie, uno debe saber con quién hace tratos- me recuerda guiñando uno de sus ojos.

-Sólo subiré porque tenemos que estar en el auditorio a tiempo- abro la puerta y me adentro en el pequeño espacio. Espero a que ponga a andar la camioneta pero no lo hace. Giro mi rostro y me encuentro con los ojos verdes de Alec observándome. La intensidad de su mirada me hace remover en el asiento un poco nerviosa. ¿Qué me pasa?

-¿Qué?- espeto.

-Nada- hace una mueca con la boca y niega con la cabeza.

-Dímelo- insisto.

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