Capítulo 46

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La cabeza se me va a estallar en cualquier momento.

Anoche al contarle a mi madre sobre lo que fue mi fugaz noviazgo con Alec, no pude evitar derramar más lágrimas en su nombre, pero esta mañana ha sido...diferente. Creo que es porque ya no tengo más lágrimas por derramar, o porque simplemente mi cabeza y mi corazón se han puesto de acuerdo finalmente.

No quiero ser más la Mackenzie a la que todos puedan pisotear. Me he cansado. Y sí, he cometido un error por mi estúpida inseguridad, pero tampoco es como si hubiese matado a alguien.

El cielo está ligeramente nublado y con un tinte grisáceo, no hay dudas de que en cualquier momento caerá la lluvia.

Camino por los pasillos del instituto hacía la clase de matemáticas con el profesor Mendez, y todo ese ligero buen humor que había comenzado a adquirir se esfuma tan pronto cuando mis ojos se posan sobre la persona que ha conseguido hacerme llorar más veces de las que me gustaría admitir.

Aunque lo único que puedo ver son sus hombros anchos, mi necio corazón de un vuelco violento en mi pecho. Odio que logre provocar en mí un revuelo de emociones, y lo odio porque lo amo más que a nada.

« Sólo resiste un poco más su actitud desinteresada » Me repito mentalmente. Resiste, corazón. Pronto volveremos a sanar.

A pasos cautelosos me precipito a mi asiento. Dejo mi mochila a un lado y apoyo el rostro sobre mis manos mientras que mis ojos tratan de no mirar al chico de cabello castaño, pero nuevamente me encuentro fallando y termino por mirarlo más tiempo del que debería.

La silla a mi lado se desliza suavemente y el olor a perfume femenino inunda mis fosas nasales.

Giro el rostro y no puedo evitar sentirme sorprendida cuando noto que se trata de Genny.

-¿Ya te enteraste?- susurra en mi dirección mientras saca sus libros y los acomoda sobre el pupitre. La miro y frunzo el ceño. No es normal que me dirija la palabra como si fuéramos amigas de toda la vida, no después de lo que pasó...

 
-¿Enterarme sobre qué?- pregunto de vuelta mientras paso un mechón de mi rebelde cabello detrás de la oreja.

-Alec Blackner pidió traslado. Va a irse del Instituto- suelta.

Un nudo se instala en mi garganta y mis ojos vuelven a recaer sobre el chico que tanto quiero. Como si el mismo destino quisiera burlarse de, por cuestiones de segundos sus ojos se posan sobre mí antes de volver a enfocarlos en el profesor. El profesor firma algunos papeles y se los entrega a Alec con una cálida sonrisa en su rostro, y él por su parte,  no duda en tomarlos y salir del salón sin pronunciar palabra alguna.

[...]

«Va a irse del Instituto. Va a irse del Instituto. Va a irse del Instituto. Va a irse del Instituto. Va a irse del Instituto. Va a irse del Instituto. »

Las palabras de Genny no dejaban de hacer eco en mi cabeza. ¿Va a irse? ¿Por qué? Tantas preguntas me abordan y una creciente ansiedad se instala dentro de mí. La necesidad de saber la razón de su partida me consume, tanto que me asusta.

 No puedo evitar sentirme culpable por su ahora repentina decisión de marcharse y esos pensamientos me acompañan hasta el último timbre de la clase.

Al salir del Instituto decido ir andando hasta casa. Mis piernas me motivan a seguir mi camino, pero entonces algo cambia. Un atisbo de esperanza se aviva en mi interior respecto a nuestra relación. Necesito escuchar que lo podemos solucionar, porque sé que él y yo podemos superar cualquier obstáculo que nos ponga la vida. De eso se tratan las relaciones, ¿no es así? De ir juntos hasta el final sin importar qué.

Pequeñas gotas de lluvia caen sobre mí, y en ese momento mis piernas parecen cobrar vida propia, puesto que empiezo a correr en dirección contraria a mi casa. La lluvia hace que el cabello se pegue a mi rostro y mi corazón se acelera al igual que mi respiración.

Mis piernas no pierden un segundo en detenerse, así que continuo corriendo como si de ello dependiera mi vida. Corro por una carretera llena de tráfico sin importar las consecuencias. El sonido de varias bocinas y comentarios como "¿A caso estás loca?" Llegan a mis oídos, pero decido pasar de ellos.

Mis pies duelen y el sudor de mi frente se cuela con las gotas de lluvia que siguen cayendo, ésta vez con mayor fuerza. Estoy empapada y el frío me recorre de pies a cabeza. Cuando por fin llego a los edificios, me permito dejar de correr y tomar un par de minutos para recobrar el aliento.

La vieja camioneta de Alec llega a mi campo de visión y me percato de que adentro se encuentran su madre y su hermana. Un chico alto sale de las puertas de aquél edificio de mala muerte, y mi respiración se corta cuando lo veo. Es él. En una mano lleva un paraguas para evitar mojarse y en la otra, una enorme caja. La puerta del copiloto se abre y recibe la caja que sostiene el castaño. Antes de que él ingrese al auto, su nombre sale de mi boca en un grito desgarrador.

-¡Alec!

A través de la distancia, sus ojos se encuentran con los míos, y por la forma en la que me mira, es como si hubiese visto un fantasma. Cierra la puerta del auto de un portazo y no duda en llegar hasta mí.

-¿Qué haces aquí? Puedes pillar un resfriado, joder.

Alec pone el paraguas sobre nosotros sin importar lo mojada que ya me encuentro, y sin saber porqué, lo rodeo con mis brazos en un fuerte abrazo. Él no se aparta y parece no molestarle que lo esté mojando, ya que con su brazo libre rodea mi cintura y apoya su mentón sobre mi cabeza.

Su calor corporal me da vida nuevamente. Cierro los ojos y disfruto de la sensación de tenerlo conmigo otra vez. Temo que se aparte de mi, así que susurro lo que mi corazón quiere decirle...

- No me dejes...por favor, te necesito aquí conmigo.

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