Capítulo 59

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Mackenzie

Todo sucede tan rápido, que apenas sí tengo tiempo para procesarlo. Mis nervios se encuentran de punta y las miradas recaen sobre mí una vez estamos en el comedor. Una camarera aparece por una de las grandes puertas y se dirige a nosotros con una sonrisa en sus labios. La situación parece ser ajena ante sus ojos, ya que sólo nos sirve la comida y rápidamente procede a retirarse.

Miro el plato de comida que se encuentra frente a mí y frunzo el ceño. La cantidad es absurdamente exagerada, y me niego a probarlo. Quiero creer que todo esto se trata de una pesadilla, pero la voz molesta de Walter llega a mis oídos y me hace saber que no es así.

Que es real.

-Come tu comida- exige.

Nuestras miradas se encuentran durante unos minutos, la suya retadora, mientras que la mía presa del pánico.

-No quiero- digo, y agradezco que la voz no me falle.

-¡He dicho que comas!- estalla, golpeando la mesa con fuerza.

El sonido de los cubiertos al chocar me hace sobresaltar. Trago el nudo que se instala en el interior de mi garganta y contengo las ganas de volver a echarme a llorar.

Tomo débilmente los cubiertos que se encuentran frente a mí y empiezo a comer, tal cual él me lo pidió. Ninguno de ellos me quita la mirada de encima mientras como, y el corazón late tan rápido contra mi pecho que temo que ellos puedan notar cuán asustada me encuentro.

Doy un pequeño sorbo al vino tinto de hay en mi copa y minutos más tarde, todo a mi alrededor empieza a dar vueltas. Me siento mareada y el sudor me baña el rostro. Tengo frío o calor, no lo sé bien, pero necesito salir de aquí. Debo tomar aire fresco.

Torpemente me levanto de la mesa y cierro los ojos con fuerza ante el punzante dolor que me atraviesa la cabeza. ¿Qué me pasa? Puedo percibir que hay alguien hablándome, pero su voz se escucha lejana a pesar de estar tan cerca.

-¿Estás bien?- pregunta.

Casi puedo estar segura de que se trata de Connor, sin embargo, mi visión se nubla por completo y pierdo el equilibrio de mi cuerpo.

Y entonces todo se vuelve negro.

[...]

Cuando vuelvo a recobrar el conocimiento, me percato que estoy atada a una silla, vestida solamente con mi ropa interior. De inmediato el pánico se instala en cada parte de mi ser y me entran ganas de vomitar.

Mi vista recorre el lugar en el que me encuentro. Es una habitación sencilla y aunque la luz débil que proviene de una lamparilla no ayuda mucho, puedo ver que en el otro extremo se encuentra otra silla con una persona atada en ella. Mi ceño se frunce y un grito ahogado abandona mis labios cuando veo a Connor atado con los ojos cerrados. Su rostro está golpeado y una fina línea de sangre escurre de su nariz.

-¡Connor!- mi garganta se siente seca, pero necesito saber que se encuentra bien a pesar de que estoy en esta situación por culpa de él.

No responde.

Abro la boca para volver a gritar su nombre, pero en ese momento Hugo y Walter entran a la habitación. El miedo se expande por todo mi débil cuerpo cuando ambos se platan frente a mí, recorriéndome lentamente con la mirada.

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