Capítulo 50

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Al llegar a casa, tomo una gran cantidad de agua y decido reposarme antes de irme a bañar. Me siento en el sofá con la pierna ligeramente flexionada. Aún tengo el cuerpo adolorido, pero como le dije a Connor anteriormente, no es nada del otro mundo. He tenido heridas muchísimo más dolorosas que no sangran, así que estaré bien.

No voy a mentir, me hizo bien tener a alguien con quien pudiera charlar así fueran unos pocos minutos. En lo poco que hablé con Connor, me contó que se había trasladado a Londres hace un par de semanas. Debí haber notado que no era de aquí, pero su acento americano me pasó desapercibido.

A simple vista me pareció una persona muy agradable, así que cuando me pidió intercambiar nuestros números de teléfono para seguir encontrándonos al entrenar, no me opuse.

Estiro la mano y tomo mi móvil de la mesita para poder perderme durante unos minutos revisando las redes sociales. Inconscientemente me dirijo al chat de Alec y ver aquél punto verde junto a su foto acelera mi corazón.

Quiero escribirle, y decirle cuánto lo extraño, pero me acobardo y termino apagando el móvil.

Me levanto del tan cómodo sofá y me precipito hacía el baño de mi habitación. Tan pronto como el agua cae sobre mi cuerpo, cierro los ojos y disfruto de la sensación que ejerce sobre mí. La pequeña herida en mi mejilla arde, pero es soportable.

Treinta minutos después de la ducha me quedo mirando mi reflejo.

Debajo de mis ojos se encuentran unas notables ojeras. Mi piel se encuentra mucho más pálida y reseca.
Mi cabello se encuentra descuidado y maltratado, así que para resumirlo: estoy hecha un desastre.

Mientras más me miro en el espejo, más noto que en realidad mi apariencia es fatal. Sin saber muy bien lo que hago, agarro las tijeras que se encuentran dentro del gabinete y tomo un mechón de mi cabello.

Mis manos tiemblan, y mi pulso se acelera sin saber exactamente por qué. Cierro los ojos y cuando estoy apunto de cortar, mi celular suena.

Abro los ojos de golpe y me percato de la estupidez que estaba a punto de cometer. Cubro mi cuerpo con una toalla y salgo del baño. Mi celular vibra y suena insistentemente en el borde de mi cama. Frunzo el ceño al ver que se trata de un número desconocido.

-¿Aló?- digo segundos después de haber contestado.

No hay respuesta.

Quiero colgar, pero entonces escucho una respiración acelerada al otro lado de la línea.

-¿Quién está ahí?- pregunto con un tono de irritación en mi voz.

Nuevamente no hay ninguna respuesta.

Pienso en que tal vez se trata de alguien queriéndome gastar una broma, y cuando estoy a punto de colgar, escucho una voz femenina al otro lado del teléfono.

-¿La amaste?

La confusión se abre paso en mi interior ante esa pregunta.

-No realmente. Quiero decir, ella fue buena conmigo y se enamoró de mí, así que supongo que le debía un poco de cariño a cambio, ¿no?- responde una voz masculina.

Esa voz...

Inmediatamente mi corazón se acelera y las lágrimas se agolpan en mis ojos, amenazando con deslizarse por mis mejillas en cualquier momento. Aquellas palabras se clavan en mi pecho como cien cuchillos afilados. Un sollozo se escapa de mis labios y tapo mi boca con ambas manos haciendo que el celular caiga al suelo, porque no ha sido cualquier chico el que ha respondido a esa pregunta, ha sido Alec.

-¿Qué haz hecho? ¡Joder!- lo escucho quejarse por el teléfono. Soy incapaz de quitar las manos de mi boca. No quiero emitir ningún otro sonido. No quiero que me escuche y mucho menos que sepa lo mucho que esto me afectó.

Segundos después vuelvo a escuchar su voz.

-¿Mack, estás ahí?- pregunta con voz suave- ¡Mack! Escúchame, ¿sí?...- pero antes de que diga algo más, encuentro el valor que necesito y cuelgo la llamada.

Finalmente las lágrimas vuelven a mí, y aquella sensación de vacío se instala dentro de mí. Alec no me amó, y probablemente nunca lo hizo, y lo peor de todo es que ahora debo aprender a vivir con eso.

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