Capítulo 27

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Lo veo hacerme señas para que indicarme que baje por la ventana y es casi imposible no reír ante esa estúpida idea. Sin perder un segundo más, bajo rápidamente las escaleras y cruzo la sala principal. No me detengo a observar si Chad está en el sofá, porque mis pies se mueven tan rápido para poder abrazar al castaño una vez ya estoy afuera.

Su calor corporal me resulta reconfortante y no paso desapercibido la manera tan fuerte en la que me estrecha entre sus brazos.  Inhalo su aroma, huele a cigarrillo y loción masculina. Definitivamente, podría acostumbrarme a esto.

Cuando nos separamos del efusivo abrazo, los labios de Alec no dudan en ir a mi encuentro. Sus labios son suaves contra los míos y hacen que mis piernas tiemblen con una leve caricia.

Su lengua busca la mía y una corriente eléctrica desciende por mi espina dorsal. Sus besos consiguen hacerme olvidar lo que acaba de pasar y eso me hace querer no dejar de besarlo. Alec consigue que olvide todo el dolor previo como si de un antídoto se tratara. Todo a mi alrededor parece desaparecer cuando estamos juntos.

Cuando nuestros labios se separan, su pulgar acaricia mi mejilla en una caricia reconfortante que me hace cerrar los ojos.

-¿Cómo es que siempre apareces en los peores momentos?- pregunto con la voz envuelta en un susurro. Abro los ojos y lo encuentro mirándome fascinado.

-¿Era un mal momento?

-Definitivamente.

-¿Quieres que me vaya?

-No.

-Bien, porque no planeaba hacerlo- replica- Te he echado de menos.

Una pequeña risa abandona mis labios.

-Sólo hemos estado cuatro horas sin vernos- anuncio.

-En realidad son cuatro horas, treinta y cinco minutos con-mira el reloj que descansa en su muñeca izquierda-Diez.., once..doce...

Continúa contando los segundos mientras que yo no dudo en estallar a reír en una carcajada sonora.

Probablemente si me hubieran dicho que terminaría enamorándome del chico raro y callado del instituto, les habría dicho que han perdido la cordura. En realidad, nunca pensé que alguien podría llegar a hacerme sentir tan bien como él lo hace. Me hace creer que ha valido la pena cada lágrima que he derramado, cada sollozo que brotó de mis labios y todo para poder llegar a él.

-Está bien, lo entiendo- alzo las manos en señal de rendición cuando he parado de reír.

-Quiero que me acompañes a hacer algo- su voz es ronca y un tanto seductora. Los pensamientos que empiezan a invadir mi cabeza hacen que el calor se agolpe en mis mejillas.

¡Diablos!, ¿qué me pasa?

-La última vez que escuché eso no resultó del todo bien - le recuerdo.

-Esta vez ninguna casa saldrá afectada- se apresura a aclarar.

Lo miro dudosa durante unos minutos antes de asentir. Sé que está lo suficientemente loco de remate, pero es justo eso lo que hace que me guste aún todavía más.

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