Nos encontramos sentados en el sofá. Ninguno de los dos ha dicho algo y mi corazón no ha dejado de latir de forma desenfrenada ni un solo segundo. En su rostro aún hay rastros de hematomas violáceos y por alguna extraña razón me ponen nerviosa.
-Lamento…todo- empiezo a decir- Sé que fui una estúpida al comportarme de ese modo aquél día, pero yo realm-antes de que termine de disculparme, él me interrumpe.
-¿Sabes por qué vivo aquí?- su voz es fría, sin ninguna emoción.
Trago saliva.
-No.
Un extenso silencio nos envuelve antes de que él vuelva a hablar.
-Porque no soporto estar en la casa de mi padre. Allí todo fue un verdadero infierno.
Aún no ha girado el rostro para mirarme, y yo no he podido despegar mis ojos de él. Observo cada movimiento de su rostro al hablar y no me pasa desapercibido la forma en la que ha aumentado repentinamente su respiración.
-La chica de la foto era mi hermana- la voz se quiebra y estiro mi mano para tomar la suya. La forma en la que ha soltado aquellas palabras me hace saber que lo que viene no será nada bueno.
-No tienes que contármelo si no quieres hacerlo. No quiero sentir que te estoy obligando- le digo.
Cuando sus ojos hacen contactos con los míos, la respiración se me corta. Aún siguen igual de rojos que antes, y unas enormes ojeras lo hacen verse cansado. Su mirada pesa, pero me obligo a sostenerla.
-Quiero hacerlo- asegura- No quiero sentir que te estoy ocultando algo, Mack. No quiero volver a perderte, porque en estos cuatro días sentí que eso pasó: que te perdí. Y es un sentimiento muy jodido que no quiero volver a experimentar.
El corazón me da un vuelco tras oírlo. Mis ojos se cristalizan pero me obligó en retener las lágrimas que amenazan con deslizarse por mis mejillas.
-No vas a perderme- prometo, porque yo tampoco quiero perderlo a él.
Curva las comisuras de sus labios en una pequeña sonrisa, aunque el gesto no llega a sus ojos. Por un instante centra su atención en el vacío, luego suelta mis manos y vuelve a acomodarse sobre el sofá, inquieto.
-Fue un quince de abril del dos mil dieciocho donde todo pasó- comienza a decir con la voz envuelta en un aire de nerviosismo- Adam me había dicho que una fiesta se celebraría esa noche y me convenció en ir. Creí que nada pasaría si me alejaba de casa, después de todo mi vida estaba hecha un asco y necesitaba distraerme. Meses atrás mamá se había ido de la casa porque papá la golpeaba hasta el cansancio, y eso hizo que el enfado de mi padre aumentara contra nosotros. No culpo a mi madre por lo que hizo, ¿sabes? Pero hubiera preferido que nos llevara con ella y así nos habría ahorrado todo lo que pasamos después.
Los latidos de mí corazón aumentan con cada palabra que abandonan sus labios. Estoy nerviosa y una parte de mí se niega a escuchar la historia.
-Mark, mi padre, se convirtió en un auténtico hijo de puta alcohólico- continúa- Solía beberse el dinero del alquiler sin importar que habían gastos más importantes en la casa. Ese mismo año se le descubrió la Leucemia a Kendall. Lastimosamente no teníamos el dinero suficiente para costear las medicinas que necesitaba, así que su enfermedad sólo empeoró- hace una pausa antes de volver a hablar, pero no me pasa desapercibido la forma en la que aprieta con fuerza su mandíbula-Luego estaba Evangeline, ella era mayor que yo por dos años. Ella hacía que todo se mantuviera equilibrado para así no perder los nervios. A veces podía llegar a ser tan fría como un iceberg, y otras veces tan dulce, pero al fin y al cabo era mi hermana, y la amaba.
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SCARS ✔
JugendliteraturMackenzie Jones ha sido víctima del Bullying por cuatro años consecutivos. Cursando ya su último año escolar, el chico roto de ojos verdes parece despertar su curiosidad y todo lo que le rodea. Negativo. Eso eran ambos. ¿Y qué si las leyes de la m...