Capítulo 20

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ALEC

Admito que nunca me imaginé encontrar a Mac en aquella acera. Estaba tan cabreado con Gemma por el hecho de que no entendiera que no me sentía bien con ella y que lo nuestro no daba más. Hace semanas se lo dije. Le dije que no podía continuar haciéndole esto, pero ella es tan terca que se sigue aferrando a mí, a alguien roto, sin esperanzas ni sueños. Alguien hecho un desastre en carne y huesos.

Al ver a Mackenzie en la oscuridad con aquél tipejo que sólo quería sacarle provecho a la situación no pude evitar intervenir. Sentí como su cuerpo se relajaba bajo mis brazos cuando aquél tipo se había marchado. Sentí que en aquél momento yo era su refugio.

Y sus labios, joder...se sentía como estar en el mismísimo paraíso. De todas las noches que soñé con besarla, me parecía irreal que realmente estuviera pasando. Que yo la besé, y que ella me devolvió el beso.

Al ver que se negaba a ir a casa, no tuve más alternativa que llevarla al departamento en el que me estoy quedando desde hace un par de meses. La pobre no podía dar un paso sin tambalearse, por lo que me vi obligado a llevarla entre mis brazos. Después del incidente de su camisa, noté como sus ojos se cerraban y caía en el mundo de los sueños a causa del cansancio y tal vez del alcohol, también.

Al quitarle la camisa hice de todo mi autocontrol para no mirar más allá de lo que no debía, pero no pude evitar deslizar mis ojos por su vientre, en donde unas muy pronunciadas cicatrices se encontraban. Pasé mis dedos por cada una de ellas y la rabia me invadió de pies a cabeza de tan solo pensar en todo lo que la llevó a hacerse tal daño a sí misma.

Cuando terminé de vestirla con una de mis viejas camisetas, la llevé hasta mí habitación y me aseguré en quitarle los zapatos para arroparla. La observé unos minutos mientras dormía, y fue imposible no compararla con un ángel. Un ángel al que la sociedad y su crueldad habían arrancado sus alas.

Regresé a la sala y me acomode en el pequeño sofá tratando de conciliar el sueño, aunque con todo lo que estaba pasando sabía que sería imposible. Tenía la mente hecha un verdadero lío.

[...]

Si algo he de odiar es el olor tan peculiar que tienen los hospitales. Me desagrada hasta la médula, sobre todo por los recuerdos que me traen.
Camino hasta la recepción con Mack a mi lado y saludo a Chloe. Esa chica me ha visto tantas veces por aquí que hasta podría decir que ya es mi amiga.

-Me preguntaba si tardarías en venir- dice ella mientras me da un bolígrafo junto a la carpeta de Kendall en donde plasmo mi usual firma de visitas.

-Sí, bueno...sabes lo puntual que soy- le devuelvo todo y ella me da una última sonrisa. Sabe que en lo que respecta a Kendall, para mí es importante.

Guío a Mack por todo el corredor del hospital hacía la habitación 512. Sé que está nerviosa por lo mucho que contiene su respiración y lo tensa que se encuentra. No sé en que posición nos pone el beso, pero por ahora  prefiero no saberlo y disfrutar de lo que hay entre nosotros. De lo que siento cuando estoy con ella y de cómo ansío volver a besar sus labios nuevamente.

Una parte de mí quiere protegerla de todos lo que tratan de lastimarla, pero sé que para que eso suceda yo también debo de alejarme. Temo tener que arrastrarla a mi infierno y condenarla a mi lado.

Al llegar a la habitación lo primero que veo es una gran sonrisa en el rostro de Kendall y eso me llena de felicidad. Me aproximo hasta ella y le planto un beso en la frente. Sé que odia que haga eso, pero a mí me encanta.

-¡Agh!- se queja mientras yo río.

Sus pequeños y muy brillantes ojos verdes se posan en la chica que se encuentra en el marco de la puerta.  Sé lo que debe de estar pensando por la sonrisa tan grande que se está deslizando en sus labios.

-¡Tu debes ser Macki!

Mackenzie frunce el ceño totalmente desconcertada. "Macki" fue uno de los apodos que le otorgó en una de nuestras conversaciones.

-Sí, yo soy Mackenzie- responde la castaña con algo de desconfianza.

Me aproximo hasta ella y le susurro en el oído que estaré de vuelta en unos minutos. Necesito ir en buscar a Jorge, el doctor de Kendall. Ella asiente y me apresuro a salir de la habitación.

---

Mackenzie 

Me encuentro en uno de esos momentos en los que no sabía qué hacer. Los niños siempre se me habían dado fatal, así que eso explica la razón del por qué  yo seguía sin moverme de la puerta. La mirada de Kendall se posa en mí y no puedo evitar sentirme más nerviosa con cada minuto que pasa.

-Tranquila, puedes acercarte. No es contagioso.

Escuchar eso me rompe el corazón. Quiero explicarle que no sabía cómo tratar con ningún niño en general, sin embargo, en lugar de usar las palabras me acerco a ella y tomo lugar a su lado. Su cabello rubio ahora casi inexistente no hace menos su hermoso rostro. Sus ojos son tan intensos como los de Alec o incluso más.

-Y dime, ¿ya eres su novia? - pregunta cruzándose de brazos y dándome una mirada significativa.

Mis ojos se abren en sorpresa y mis cejas se disparan hacía el cielo. ¿Cómo es posible que una niña de siete años y medio pregunte ese tipo de cosas?

Trago saliva y sopeso su pregunta.

¿Novia? No, eso está claro.

Sé que algo cambió entre nosotros después de ese beso, pero no creo que en estos momentos de mi vida una relación sea lo más sensato. No con todo el revuelo de ayer. Aún así, la idea de pensar en un nosotros de manera romántica hace que la respiración se me corte.

-No...- respondo vacilante. Sus ojos no me quitan la mirada ni un segundo.

-Supongo que encontrará el momento adecuado, no te preocupes- dice encogiéndose de hombros- Sólo no lo hagas sufrir, ¿quieres? Mi hermano ya ha pasado por mucho, sobre todo desde que...- antes de que pueda continuar, la puerta se abre violentamente.

Una chica de cabello tan negro como la noche se adentra en la pequeña habitación. Tiene la respiración acelerada y su pecho sube y baja violentamente.

-¿Dónde está?- pregunta.

-¿Dónde está quién?- mi voz suena confundida, pero es que realmente lo estoy. No sé de dónde ha salido esta chica, ni a quién busca, y el hecho de que sólo estemos Kendall y yo no ayuda.

Sus ojos azules me atraviesan como dagas y puedo ver en ellos la preocupación. Luce desesperada y temo que en algún momento pueda desmayarse.

-Alec, ¿dónde está Alec?- exige saber.

-Está con el doctor Jorge- respondo.

Ella asiente repetidas veces y antes de abandonar la habitación le da una última mirada a Kendall. Mi mente tarde en procesar lo que acaba de pasar. ¿De dónde ha salido esa chica y porqué preguntó por Alec tan desesperadamente?

-¿Quién era esa?- pregunto.

-Gemma.

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