Capítulo 4

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A diferencia de Kiara, yo jamás usaría una blusa corta, simplemente no podría. 

No quisiera enseñar aquellos cortes que me hacía en el abdomen, pues era el único lugar en donde nadie podría notarlas. Había empezado a lastimar mi piel un año después de haber entrado al instituto, creyendo que eso aliviaría el dolor que sentía dentro de mí, pero no fue así. Tan pronto veía la sangre escurrir por mi piel, me sentía una completa cobarde, por no afrontar la situación como debía.

Alejo aquellos pensamientos y a duras penas decido usar unos pantalones de mezclilla, junto a una blusa negra sencilla y un abrigo azul rey, porque soy una persona muy friolenta y afuera está haciendo un frío de los mil demonios.

Kiara me mira de manera divertida, pero decide no opinar nada sobre mi vestimenta.

Yo enarco una ceja y le digo:

-¿Qué? No quiero ganar una hipotermia- me defiendo.

Ella salta a reír y alza las manos al aire, en señal de inocencia.

Me miro al espejo y bueno...No hay mucho que decir sobre mi aspecto. Mi piel está tan blanca como un papel, por lo que decido aplicar rubor en mis mejillas para darle color. Mis cejas- de por sí gruesas- están hechas un desastre, por lo que opto en peinarlas y darles una bonita forma. Por último, esparzo un labial rosita sobre mis labios.

«Aburrida, me veo aburrida»

Respiro hondo un par de veces y me alejo del espejo. Será mejor que no vuelva a verme en uno por el resto de la noche. Una vez lista, doy la vuelta esperando a que mi amiga me diga que todo es una broma y que nos quedaremos viendo un episodio más de pequeñas mentirosas, porque sé que es su serie favorita, aunque todo lo que sucede, es justamente lo contrario.

-¡Te prometo que la pasaremos genial!- asegura ella, estrechándome en sus brazos.

[...]

Por suerte Kiara tiene un lindo Mazda que nos facilita el recorrido, a ve tú a saber dónde. El sudor se acumula en la palma de mis manos mientras nos dirigimos a la supuesta fiesta. Miro por el cristal de la ventanilla, repitiéndome una y otra vez que debo actuar como una adolescente normal y no como un bicho raro. Enumero una lista de cosas dentro de mi mente que no debo hacer o decir, para hacer sentir mal a mi mejor amiga y arruinarle la noche, al menos una de las dos debe divertirse abiertamente hoy.

Ni siquiera me he tomado la molestia en dejarle una nota a mis padres, porque sé de antemano que muy poco notarán mi ausencia. A veces desearía que mis padres no fueran las personas tan ocupadas que son y poder disfrutar de su compañía. 

-Estás tensa, puedo notarlo- la voz de Kiara me saca de mis propios pensamientos.

-No lo estoy- respondo sonando a la defensiva - sólo estoy un poco... nerviosa- confieso.

Nunca he asistido a una fiesta con muchos adolescentes. Tampoco sé que es lo que hace Chad cada vez que va a una, pero sí sé que regresa con las pupilas dilatadas, la camiseta fuera de lugar, y el cabello alborotado.

-Relájate, será algo tranquilo- promete.

Pasan alrededor de treinta minutos, cuando Kiara finalmente estaciona en una calle, llena de autos y motocicletas. Jamás he escuchado hablar sobre las fiestas al aire libre, por lo que mis ojos viajan directamente hacía el rostro de mi amiga, en busca de una buena explicación.

-¿Qué clase de lugar es este?- cuestiono.

-Aquí son las mejores fiestas- empieza hablando, con una sonrisa en sus labios -Ningún vecino puede quejarse por la música alta y no llegan los policías a apagar la fiesta.

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