Capítulo 3

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Al llegar a casa lo primero que hago es tomar una larga siesta. Jamás voy a poder describir lo hermoso que es dormir. Logro desconectarme del mundo por un par de horas y así evito que mi mente juegue conmigo de una manera tan macabra como lo hace normalmente. Es una sensación que aprecio mucho, por eso odio que me despierten.

Al levantarme por mi propia voluntad, me dispongo a ducharme para poder iniciar con mi rutina de entrenamiento de la noche. Tan sólo han pasado treinta minutos y el sudor ya recorre todo mi cuerpo. Mi respiración se encuentra agitada por mis movimientos, mientras que el cabello se me pega a la cara. No sé cuánto tiempo pasa, hasta que finalmente decido tomarme un merecido descanso.

A este ritmo voy a desmayarme.

Bebo directamente de la botella de agua, antes de ver la puerta de mi habitación deslizarse con lentitud.

-Mamá dice que bajes a comer - avisa Chad, mi hermano mayor.

Su cabello color chocolate está atado a una coleta. Es el típico chico que le encanta llevar su cabello lacio largo, y bueno, a las chicas les encanta, o al menos eso es lo que dice él.

-Me ducho nuevamente y bajo- le informo.

Él pone sus ojos en blanco y desaparece por el umbral.

Descanso durante unos minutos más, y seguido a esto, me meto a bañar. Una vez  dentro de la ducha, el agua se encarga de relajar cada uno de mis músculos adoloridos por los ejercicios previos. Cierro los ojos y disfruto de la sensación del agua al caer sobre mi cuerpo. Paso los dedos por encima de mi abdomen y una mueca se forma en mis labios al sentir las bordes cicatrices que se adueñan de mi piel baja.

Cuando ya me encuentro totalmente aseada y cambiada, seco mi cabello y miro mi reflejo a través del espejo. Nunca voy a poder entender de qué tonalidad es en realidad. Algunas veces tiende a verse marrón, y otras veces un poco más claro.

Al bajar las escaleras me encuentro con Chad en la sala arreglándose, mientras escucha música pesada.

Lleva puesto unos jeans oscuros ceñidos, con unas botas negras y una camiseta de cuadros. Su cabello sigue recogido en aquella coleta y ahora se está aplicando loción...así que sí, definitivamente va a salir, como de costumbre.

Ahora que lo observo mejor, tal vez Kiara tiene un poco de razón... Mi hermano es guapo, o al menos eso pensaría si no viviéramos bajo el mismo techo y no supiera lo irritante y asqueroso que puede llegar a ser.

- ¿Y mamá? - pregunto al no ver rastro de ella.

Chad apaga el estéreo y me da una mirada rápida.

-La llamaron del hospital- responde volviendo a fijar sus ojos en el espejo.

- ¿Y papá?- inquiero, cruzándome de brazos.

-No volverá hasta más tarde. Ya sabes que su trabajo lo consume, Mack.

Pongo los ojos en blanco, aunque sé que no me está viendo.

Tiene razón. Papá trabaja para una empresa con mucha importancia, así que casi nunca está para la hora de cena, y mamá al ser una enfermera, suele pasar más tiempo en el hospital, que en casa, con su familia.

Mi hermano se da la vuelta para observarme, y por la manera en la que extiende sus brazos al aire, estoy segura de que espera un halago.

- ¿Y? ¿Qué tal estoy? - pregunta entonces.

-Idiota, pero eso ya lo sabes.

-Ja ja, no seas envidiosa Mack- toma las llaves de su auto y se aproxima a la puerta- iré a una fiesta, así que no dejes entrar a nadie, a menos que sea esa linda amiga tuya...- hace una mueca pensativa antes de seguir hablando- ¿Cuál era su nombre? ¿Kira? ¿Kima? ¿Cima?...

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