Capítulo 41

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Mackenzie

Soy consciente del miedo que cubren sus ojos. Es como si se tratara de una batalla entre lo que quiere y lo que debería hacer. No voy a negar que la actitud desinteresada que había aportado en la cocina me lastimó, porque sí lo hizo, y mucho, pero ahora lo único que quiero hacer es besarlo. Vuelvo a atacar sus labios con mayor urgencia sin darle la oportunidad de pronunciar palabra alguna que pueda arruinar lo que hemos empezado.

Mis manos temblorosas suben y se pierden en la maraña de cabello castaño para tirar de él con gentileza. Alec gruñe sobre mis labios y acto seguido, cuela las manos por el material de mí- su camisa- para apretar mi cintura.

Sus dedos se clavan en mi piel y una oleada de calor me recorre por completo.

-¿Qué quieres hacer, Mack?- pregunta sobre mis labios.

Mi corazón late con frenesí.

-¿Qué quieres hacer tú?- pregunto de vuelta sin dejar de besarlo.

Su lengua cálida y húmeda se abre paso en mi boca para buscar la mía y en un movimiento ágil, me toma por las caderas y me impulsa hasta que quedo a horcajadas sobre él.

Una corriente de placer se expande por las partes más sensibles de mi cuerpo en cuanto una parte muy específica de su anatomía queda presionada a mí. El castaño abandona mis labios para brindarle la atención necesaria a mi cuello, besando, chupando y mordiendo.

-No quiero lastimarte- murmura contra mi piel.

No respondo. En lugar de hacerlo, cierro los ojos e inconscientemente comienzo a mover las caderas de atrás hacía adelante, frotándome sobre su grosor. En esta posición puedo sentir toda su excitación, al igual que la ligera humedad que se acumula entre mis piernas.

Mis manos se aferran con fuerza al material de su camisa mientras sus labios siguen atacando mi piel sensible. Un pequeño gemido se escapa de los labios de Alec cuando sus manos comienzan a guiar mis torpes movimientos, presionándome más a él y creando una ligera fricción entre nosotros. Puedo sentir lo mucho que me desea a través de sus vaqueros.

Su rostro sale de su escondite y se inclina para besarme, pero se detiene a mitad del camino.

La habitación está a oscuras, pero la poca iluminación que se cuela por las cortinas, plateada y débil, me permite ver su rostro. Tiene las pupilas dilatadas, los labios entreabiertos y la respiración hecha un desastre.

Sus ojos están tan fijos en los míos, que por un segundo siento cómo éstos me atraviesan. Sé que la mayor parte del tiempo soy insegura, pero no puedo estar más segura de hacer esto. Mi pecho sube y baja rápidamente mientras que mis pulmones vuelven a llenarse de oxígeno. Tratando de despejar las dudas internas de mi chico, detengo el movimiento de mis caderas y tomo el borde de la camisa para quitármela de un tirón por la cabeza. La realidad me golpea, y entonces el miedo se abre paso en mi interior cuando el frío viento recorre mi piel ahora expuesta.

Sé que no tengo el cuerpo perfecto de una supermodelo. A decir verdad, no cumplo con ningún estándar de belleza y ni siquiera soy voluptuosa. Tengo ojeras bajo mis ojos, mi peso no es el adecuado, pequeñas líneas blancas cubren la piel de mis caderas, pero sobre todo, tengo unas horribles cicatrices en la parte baja de mi vientre como un claro recordatorio de lo que jamás podré ser.

La mirada de Alec me quema la piel. Sus ojos bajan lentamente y se dirigen hasta mi sostén. Es morado, tan simple, tan común y para nada sexy, sin embargo, la forma en la que ha tragado saliva me hace creer que le gusta lo que ve.

Trato de apartar la mirada de sus penetrantes ojos verdes, pero él es mucho más rápido que yo y con sus dedos toma mi mentón para obligarme a sostenerle la mirada.

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