Capítulo 65

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Para cuando Alec conduce de camino a mi casa, son aproximadamente las cinco de la mañana.

Después de tener un momento de intimidad dentro de su camioneta, estuvimos conversando sobre todo un poco y llegamos a la conclusión de lo mucho que nos echábamos de menos el uno al otro.

Miro mi reflejo a través del espejo retrovisor y una mueca se forma en mis labios al verme. Mi maquillaje es un asco al igual que mi cabello. Tengo los labios hinchados por los besos del castaño y en mi cuello aún hay evidencias de nuestros actos.

El auto disminuye la velocidad considerablemente y es entonces cuando noto que hemos llegado.

No sé qué se supone que deba hacer en este momento. ¿Debería girarme y darle un beso antes de marcharme o simplemente abrir la puerta y largarme de una buena vez? No lo sé. Respiro aliviada cuando Alec es el primero en dar la iniciativa y se acerca a mis labios para besarme con dulzura, eliminando así todas las dudas a mi alrededor.

-¿Qué vas a hacer más tarde?- pregunto, separándome de su rostro.

-¿Tienes algo en mente?- inquiere de vuelta.

-Estaba pensando en ir al cine, y no lo sé...ver una película, tal vez- comento con timidez.

No sé exactamente en qué situación nos ponen todos los besos y las caricias de esta noche, sin embargo, me encuentro aterrada a la idea de averiguarlo.

Alec me sostiene la mirada durante unos largos minutos, antes de elevar las comisuras de sus labios en una sonrisa genuina, aunque el gesto no alcanza a tocar sus ojos.

-Eso suena perfecto.

-¿En serio?- luzco sorprendida.

-Sí, me apetece pasar tiempo contigo.

Sonrío.

-Está bien, nos vemos más tarde- le digo y con un último beso, extiendo la mano en el aire para tomar la manija de la puerta, pero mi cuerpo se congela de inmediato tan pronto veo la silueta de Chad pegada al otro lado del cristal.

La respiración se me corta y los latidos de mí corazón aumentan.

-¡Mack, baja de ahí ahora mismo!- su voz es fuerte.

Aún lleva el traje de la noche anterior, aunque un poco arrugado. Tiene el cabello alborotado, la piel pálida y unas notables ojeras debajo de sus ojos que me hacen saber que ha pasado la noche entera en vela, gracias a mí.

Luce molesto y encolerizado.

Mierda.

Inmediatamente mi mirada se dirige hacía el castaño en busca de apoyo.

-Será mejor que bajemos los dos, así trataré de calmarlo- me dice.

Él a diferencia de mí, luce fresco y tranquilo.

Hago acopio a lo que me dice y bajo del auto acomodando mi vestido con sutileza, para luego encontrarme de frente con el rostro enfurecido de mi hermano mayor.

-¿Qué carajos crees que haces?- brama, y me toma más de un segundo darme cuenta que la pregunta va dirigida hacía Alec, quién se encuentra reclinado sobre el capo de su camioneta con los brazos cruzados.

-Sólo he venido a traerla- responde con voz monótona.

-¿No te dije que te alejaras de mi hermana, imbécil?- lo encara, y se acerca hasta él para tomarlo por el chaleco del traje, empuñando sus grandes manos alrededor del material. 

Tiene la mandíbula apretada y su pecho sube y baja con violencia.

-Chad, ¿qué haces? ¡Suéltalo!- intervengo, pero él hace caso omiso a mis palabras.

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