Capitulo 4.

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Recogí mis cosas, me di la vuelta y comencé a caminar a la salida. Ya estaba cansada de escucharlo, y eso que ni siquiera lo conocía bien, pero me caía mal.

Estaba a punto de salir cuando escuche el sonido de unas llaves, regrese la vista a la entrada de la biblioteca y note que esta ya estaba abierta, Jefferson ya no estaba ahí.
  Me quede parada, sin saber si ir, o no. Finalmente camine de regreso y entre a la biblioteca, lo vi sentado en una mesa leyendo.

-¿Por qué no me dijiste que tenías las llaves? -, espere unos segundos, pero no hubo respuesta-. Es de mala educación no contestar a la gente-, añadí molesta.

-Porque nunca preguntaste -bajo su libro y me miro-, y en todo caso, deberías saber que también es de mala educación irse, sin despedirse. O peor, darse la vuelta e ignorarte -regreso a su libro sin más que decir.

-¿Porque tienes tú, las llaves?

-Porque he venido tantas veces a leer en la mañana, que don Chuy decidió confiármelas, así ya no lo molesto-, contesto sin alzar la vista.

-Te refieres a que… ¿siempre vienes a esta hora? -no pude ocultar mi sorpresa.

-Siento decepcionarte -hubo una larga pausa-, pero sí.

-¡No!, no fue mi intención…

-¿Pensaste que era otro idiota, que solo le mira el trasero a las mujeres?, ¿pensaste de verdad que lo que te dije fue para intimidarte o para lograr gustarte? -pregunto mientras alzaba la vista de nuevo y arqueaba las cejas-, te dije lo que merecías, si te enojaste, te incomodaste, o algo por el estilo, es tu problema. Tú fuiste la grosera al inicio, por eso fui un patán contigo.

-Jefferson yo…

-No me explique nada, señorita-editora-en-jefe, no me importa.

-Yo no…-, quería pedirle una disculpa, realmente me había creado un mal concepto de él. Pero no me dejo.

-¿Puedes dejarme leer por favor? -sentí que su mirada me perforaba-, enserio, no te molestes en explicarme, porque en lo absoluto me interesa.

-Solo quería que supieras, que lo siento-, tragarme el orgullo no fue sencillo, pero él merecía una disculpa-, no estoy acostumbrada a malos tratos y estalle.

Me había sorprendido su actitud. Es raro que un chico lea y es más raro que se disguste de esa manera por ser interrumpido.

Lo deje en paz, fui a los escritorios que estaban enfrente de la mesa donde él estaba y encendí la computadora. Pase a limpio mi trabajo. Cuando termine, lo imprimí y fui a la copiadora, iba a programarla para sacar doscientas imitaciones de mi escrito, pero escuche que Jefferson resoplo.

-¿Algún problema? -pregunte sin mirarlo.

-¿De verdad vas a repartir eso? -escuche que abandonaba su silla y avanzaba hacia mi lugar.

-¿Lo leíste?- cuando termine la pregunta, él ya estaba a mi lado.

-¿Creíste que no? –su tono de voz era tranquilo.

-Estúpidamente sí. ¿Por qué no debo de repartirlo?, ¿no soy buena escritora? -no sabía porque, pero temía que dijera que no.

-Lo eres, de hecho, se puede decir que eres mi complemento perfecto, tú escribes, y yo te leo -sonrió ligeramente. Al parecer, ya no se encontraba enojado.

-¿Enserio me lees?-, algo dentro de mi sentía gratitud, pero también sorpresa.

-Desde siempre, me gusta tu forma de ver las cosas, solo que, no entiendo por qué quieres repartir eso…

-Quiero que todos se identifiquen…

-…Cuando puedes hacerlo en la sala audiovisual.

-¿Eh? -estaba pasmada con lo que me había dicho.

-Puedes hacer una presentación, te apuesto a que irían solo por ser tú.

-Le caigo mal a muchas personas, no sé si te has dado cuenta pero, no encajo mucho con las chicas de aquí, no soy tan extraordinaria como ellas.

-Pero aun así te hacen caso, te escuchan. Yo nunca he encajado, es más… ni siquiera he intentado hacerlo y créeme que aun así te iría a ver, además… las ordinarias son ellas, tu solo eres diferente. Y solo se basta ser diferente, para ser extraordinario -sentí un gran aprecio hacia él cuándo dijo esto último.

¿De verdad me escucharían más haciendo una presentación que dando una hoja?, pensé, mientras miraba mi escrito.

-¿Porque debería hacerlo?-, pregunte con curiosidad

-No todos aprecian la lectura, no muchos leen el periódico escolar... y lo sabes- se precipito a añadir cuando vio que iba a objetar-. Si haces esto a base de palabras, ellos te escucharan, se motivaran y escribirán, y si de verdad públicas sus historias, empezaran a leer, solo por ver que tan horrenda es la vida de otros. Harías mucho: promover la lectura, les darías la forma de expresarse, harías popular al periódico escolar.

Él tenía razón. Era mil  veces mejor su idea, que la mía. Pero no iba a poder sola, iba a necesitar ayuda, solo que no quería que fuera de él.

-Supongo que… gracias –le dedique una pequeña sonrisa.

-Supongo que de nada -no me volvió a sonreír, solo nos miramos fijamente. Momentos después, regreso a su mesa y se hundió en el libro.

Apague todo, tanto la computadora, como la copiadora y regrese a mi carro, ya eran las seis cuarenta para entonces. Había algunos estudiantes subiendo escaleras y autos estacionados.

No abrí el auto, solo me quede allí, recargándome en la cajuela, esperándola a ella. No tardó en llegar.

-Hola, Jane-, dijo sonriente la chica-, ¿a quién esperas?

-A ti, me ayudaras en algo. Es urgente. 

Perspectiva de una estúpida adolescente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora