Estábamos ambos –Nicolás y yo-, con el ceño fruncido.
-De acuerdo –acepte-. Me calmo, pero que no se comporte como un patán conmigo.
-Soy un patán, muñeca, cualquiera que me conozca lo sabe –dijo Nicolás.
-Pues yo no te conozco, así que es evidente que no lo sé.
-Tranquilos, los dos –intervino Jefferson, de nuevo-. Nico, ella es mi chica, si hay algo que no te voy a permitir es que le digas muñeca –esta advertencia la hizo con algo de humor.
Sentí una punzada agradable en el estómago. “Ella es mi chica”. El pensamiento de que esa frase que era medio verdadera me hiso sonreír para mis adentros.
Sí, yo soy su chica. Pensé con orgullo. Y más te vale que me dejes en paz, si no quieres salir mal.
-Venga –respondió él otro-, pero que “tu chica” no este…
En ese momento la puerta se abrió. Entraron tres niños con aspecto sumamente sucio. Su ropa estaba en un total estado de desgracia. Eran niños de la calle.
Lance un grito de horror y me oculte atrás de Jefferson.
-¡Cálmate! –Me dijo con gracia-. Estos chicos son conocidos míos.
-Jorge, Angel, Reynaldo, pasen, chicos –Nicolás les dio la bienvenida-. Ya está servido.
-Gracias –contesto el trio. Saludaron a Jefferson y después se sentaron a comer. El hambre se les notaba con cada bocado que probaban.
-¿Qué está pasando aquí? –susurre al oído de Jefferson, luego de un rato. Aún estaba detrás de él.
Se volteó para verme de frente y me dedico una sonrisa tranquila.
-Esto es lo que hago –abrió sus brazos para señalarme el lugar-. Esta casa la utilizamos como un tipo refugio. Aquí les damos de comer a las personas que no tienen los recursos para comprar comida, gente de la calle, como muchos les dicen.
-¿Cómo sabes que no te van a robar o algo? –Pregunte con, sinceramente, algo de repulsión-. Esta gente es capaz de cualquier cosa…
-No me interesa si son ladrones, pandilleros o lo que sea –interrumpió con una fría seriedad. Le había molestado mi comentario-. Son humanos, eso es suficiente para querer ayudarlos.
-Estos chicos son capaces de cualquier cosa…
-Jane, quítate los malditos prejuicios –respondió, apretando los dientes-. Tú no sabes lo que esta gente ha pasado, tú has crecido rodeada de comodidades. Si, tienes problemas, pero te aseguro que no se igualan a los de ellos ni por lo más mínimo.
Volteé a ver a los chicos. No habían hecho nada para que yo gritara, simplemente había sido su apariencia la que me había horrorizado, y hasta cierto punto, asqueado.
¿Qué me hacía diferente de ellos? ¿La ropa, la “clase”, el hecho de que mi estómago estuviera lleno y el suyo no? Si quitamos todas esas diferencias, desde lo económico hasta lo educativo, podemos ver que somos exactamente iguales: humanos.
Existen ladrones con corbata, muchos de esos tienen la vida resuelta, la educación bien pagada y sin embargo roban. Roban porque son envidiosos, egoístas y avariciosos.
Pertenecer a la realeza, en cierto punto es una mierda, y es que muchas veces no vales por la calidad de persona, sino por tu fortuna y un buen título. Jefferson no se fijaba en eso.
En ese momento entro otra chica, con un pequeño bebe que, calculo, debió tener al menos cuatro años. Jefferson me dio la espalda y la recibió con un abrazo.
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Perspectiva de una estúpida adolescente.
De TodoJane es una adolescente que se sigue por solo una regla: “Consigue todo a costa de todo”. Sin embargo, para lograr lo que uno desea, siempre se debe de pagar un precio muy alto. ¿Jane será capaz de pagarlo? Ella estaba segura de que así seria. Es...