Capitulo 7.

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Al llegar a nuestros lugares, Esliana conto a detalle -como siempre que nos pasaba algo, según ella, emocionante-, nuestro encuentro con Jefferson.

-Me encantaría que te hablara así, delante de mí-, comento Rodrigo, una vez terminada la historia.

-¿Para reventarle la boca?-, pregunte con felicidad.

-No, para felicitarlo, decirle que es todo un hombre y se ha ganado mi respeto.

-Que tonto eres-, dije malhumorada.

-Es verdad, Jane, cualquiera en su sano juicio preferiría darte la razón, a pelear eternamente contigo-, repuso Andrés.

-Bueno, entonces, está claro que el tipo está loco, ¿no?-, dije cortante.

-Loco por ti-, respondió Esliana

-Por favor, chicos, estoy cansada, ya dejemos ese tema.

-Dejamos el tema… pero solo por hoy-, repuso Rodrigo.

Nos dedicamos a acabar de comer y después volvimos a subir al salón.

Las clases faltantes pasaron volando. Cuando menos me di cuenta, ya estaba en mi auto, manejando hacia mi casa.

No había nadie cuando llegue, subí inmediatamente a mi cuarto -como no tenía tarea pensaba planear mi presentación, Esliana me había dado algunas ideas para llevarla a cabo-. Saque hojas y plumas, expandí el material por el piso y empecé a trabajar con entusiasmo.

Había progresado mucho. El discurso ya estaba listo y solo practicaba los gestos y ademanes que haría ese día. Pensaba que todo iba a salir genial. Lo sabía.

No soy una persona insegura, bueno, no siempre. La mayoría de las veces soy optimista –en cuanto a mi trabajo-, me gusta pensar que las cosas saldrán bien.

Estaba tan adentrada en el discurso, que no había escuchado el celular. Cuando me di cuenta de que alguien me había marcado, corrí hacia mi escritorio a recogerlo.

Cinco llamadas pérdidas de Ricardo.

Me había olvidado por completo de él, no lo vi en el almuerzo, tampoco a la salida. Hasta ese momento me acordaba que tenía un novio.

Regrese la llamada, no paso ni un momento, cuando me contesto.

-Hola-, su tono de voz estaba sin ánimo alguno.

-Hola, acabo de notar tus llamadas, discúlpame, estaba…- vacile un poco, no sabía si de verdad quería contarle sobre mi proyecto. Casi nunca no compartía mis metas con Ricardo. Él tampoco se molestaba en compartir las suyas, y estaba bien, eso me ahorraba las palabras de motivación, ya saben, eso de decir que lograra cualquier cosa.

-Estoy trabajando-, dije al fin.

-¡Oh!, bueno, entonces… te llamare más tarde.

-Está bien, dime, ¿que se te ofrece?

-Nada, solo… quería invitarte a comer algo, pero si estas ocupada…

-Lo lamento-, respondí incómodamente, él siempre daba todo por mantener bien nuestra relación-, de verdad me gustaría ir, pero no puedo.

-No es de sorprenderse, hasta luego.

-¿Perdón?-, conteste antes de que colgara-, ¿Cómo que no es de sorprenderse?

-Bueno…-, pasaron unos segundos de silencio, escuche que dio un suspiro profundo y luego prosiguió -nunca tienes tiempo para nada, Jane, ya no salimos, ¿Qué clase de relación es la que tenemos?, apenas y te veo. Las llamadas ya no bastan, siempre es lo mismo, me gustaría que saliéramos, que fuéramos… novios de verdad.

-Somos novios de verdad-, repuse con amargura, pero sabía que tenía razón-, lo sabes, solo que he estado muy ocupada.

-Lo sé, mejor te dejo. Tienes mucho que hacer.

Sentí pena por él. El problema era yo, siempre había sido yo. Nunca me decidía a acabar con lo nuestro, supongo que era porque le tenía algo de cariño y aprecio.

Tenía razón en todo lo que me decía, al principio solíamos salir por lo menos una vez a la semana, y me la pasaba genial, pero después -igual que en todas mis relaciones pasadas-, empecé a darle prioridad a otras cosas. No quería que estuviera triste, no se lo merecía.

-¡Espera!-, grite, antes de poder contenerme.

-Dime.

-Tal vez… un descanso, no me haría demasiado daño –en el fondo, sabía que pronto me iba a arrepentir.

-Perfecto, mi amor-, su tono de voz sonó completamente diferente. Se escuchaba más alegre-, paso por ti a las cuatro y media.

-Muy bien, tengo tiempo de arreglarme, te veo en un rato, adiós.

-Jane…

-¿Mande?

-Te quiero, y mucho.

-Nunca comprendí lo que viste en un ser tan perverso y desgraciado como yo-, conteste sonriendo y colgué.

No tenía el valor de decir algo que no sentía. No no lo quería, no de esa manera por lo menos. Decidí olvidarme de sus palabras y fui a tomar una ducha. Una camisa holgada y un short a la cintura fueron ideales para el momento, los mismos zapatos de siempre y listo.

En media hora ya estaba lista, y como ya había ensayado mucho mi discurso me tire en la cama. Al instante, quede profundamente dormida.

Sentí una sacudida, y escuche una voz lejana que me pedía que me levantara. Con mucho esfuerzo abrí los ojos y vi el rostro de mi madre sobre mí.

-Mamá, ¿ya ni siquiera puedes permitirme un sueño tranquilo?-, estaba totalmente adormilada.

-¿Por qué no has comido?-, pregunto irritada.

Si hay algo que irrite a tu madre, es que no hayas comido.

-¿Qué?-, luego de que comprender su pregunta, agregue-, ah sí, porque Ricardo me invito a salir. Iremos por ahí, a ver que comemos.

-Tiene mucho que no sales con él-, contesto, en su cara pude ver como se dibujaba una sonrisa-, bueno, ¿a qué hora viene?

-Quedamos a las cuatro y media, ¿Qué hora es?

-Son las cuatro quince, se te hace tarde. Ve a lavarte la cara para quitarte lo dormida y ponte algo de polvo que te vez demasiado demacrada.

-Ahorita me levanto, y no me quiero poner nada, los días que me arreglo son para ocasiones muy especiales.

-Jamás has tenido una “ocasión especial”, nunca te has arreglado.

-No quiero pelear, de verdad, en algún momento de mi vida me transformare en todo una dama, mamá.

Me levante y tome mi bolso –era muy pequeño, solo guarde en el: llaves, celular y dinero-, camine hacia el baño, enjuague mi cara, y baje a la cocina.

Mi madre ya estaba ahí cuando yo llegue.

-Cuídate mucho-, dijo de repente-, ya no tarda en llegar.

-Voy y vengo, no hay de qué preocuparse.

-Eres mi única hija y si te pasa algo…

-No me apoyas ni respetas lo que hago, con eso prácticamente me estas matando de manera indirecta. No puedes decir que morirías si me pasa algo, digo, definitivamente algo me está pasando y tú no estás muriendo. No sientes nada, me estas arruinando poco a poco y ni siquiera lo lamentas.

Perspectiva de una estúpida adolescente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora