-Perdón, Jane, no quería venir pero… esto… esto es un asco -se dejó vencer por el sentimiento y el llanto tomo su lugar.
-¿Es por lo que dijo el director? –pregunte, en voz baja.
-Si –puso los ojos en blanco- me fastidia que siempre hagan esa clase de comentarios-, apenas podía entender lo que me decía, sus sollozos ahogaban parte de las palabras.
-Vamos, tienes que entrar, sube a mi cuarto. Iré por algo para que te calmes.
Entramos enseguida, ella subió directo a mi alcoba y yo fui a la cocina.
Tenía la cura perfecta para levantarle el ánimo.
Palomitas, galletas, golosinas, refrescos, chocolates. Tal vez la comida no era la solución a nuestros problemas, pero si era un medicamento enorme para las penas. Como un borracho con la bebida, como un adicto a los cigarrillos, ambos saben que consumir eso no arregla nada, pero al menos los hace sentir mejor.
-Comienza a hablar, pequeña criatura –dije, ya en la habitación.
-Desde que salimos de la dirección y me puse a llorar. Tu sabias muy bien que tendrías una visita nocturna-, su voz era baja, pero el llanto ya se había ido.
-Pensé que, probablemente, iba a tener una maravillosa velada, y digo probablemente porque tenía la esperanza de que no ibas a volver a caer en las ofensas.
-No caigo en las ofensas… no en las de cualquiera. Sabes que si la idiota de Renata Tovar me ofendiera, no me importaría en lo absoluto.
-Pero si el director de la escuela, o alguna otra persona que sea mayor a ti, te hace un comentario desagradable, vienes llorando a mi casa.
-Jane, sabes que no puedo -dijo y de nuevo comenzó a llorar-. Todavía tengo en la mente ese día…
-No sigas-, la interrumpí y le apreté la mano.
¿Cómo olvidarlo?, Recordaba muy bien ese día.
Íbamos a hacer el trabajo de exposición para Ciencias Naturales -estábamos en la primaria, era el cuarto año. Exponer era demasiado sencillo-, era la segunda vez que mi mamá me dejaba ir a su casa. Y también era la primera vez que me iba a quedar a dormir con una amiga.
La tarea de matemáticas era un lio para ella, y yo no sabía cómo explicarle. Se me ocurrió la estúpida idea de decirle que les pidiera ayuda a sus padres, pensaba que serían de mucha ayuda. Siguió mi consejo y fue hacia el cuarto de sus tutores, yo me quede en su recamara, acabando mi tarea.
No pasaron ni veinte minutos cuando escuche los gritos de su padre.
-Eres una burra, Esliana, eres una burra, no sirves para nada-, gritaba el hombre con enojo y desesperación. Yo solo podía escuchar el llanto de esa niña pequeña-. Grandísima estúpida.
-No le digas eso a la niña, Joel, ella no es ninguna estúpida, nos lo ha demostrado-, contesto la madre, levantando la voz.
En ese entonces, Esliana era de las alumnas más brillantes, sacaba reconocimientos por tener un promedio excelente. Sobra decir que, después de esa discusión, ella no volvió a recibir diplomas de primeros lugares.
Desde ahí, estuvo luchando en silencio con su pequeño trauma. Yo sabía que era capaz de muchas cosas, el problema era que su propio padre le afirmo miles de veces que no servía para nada, a tal grado, que ella lo creyó.
El señor se encuentra, actualmente, en el penal de la ciudad. Aún no definían su sentencia, en ese entonces. Pero lo detuvieron por tráfico de armas y drogas, aunque el juraba, absurdamente, que era inocente.
Mi mejor amiga lo odiaba profundamente, ya que siempre habían batallado con él. A veces, desaparecía por días y su mamá estaba muy mortificada. Cuando lo encontraban, estaba totalmente andrajoso y sin dinero, solo pedía disculpas y se le recibía nuevamente con los brazos abiertos.
Por eso ella no lo podía perdonar, sentía que volvería a hacer lo mismo y no está dispuesta a soportarlo más. Nunca iba a verlo y aunque su mamá le suplicaba que le diera una segunda oportunidad, ella se negaba.
-No sigas, Esliana, sabes lo que vales-, repetí, volviendo a la realidad.
-No puedo olvidarlo, es increíble como las palabras pueden dañar mucho más que los golpes, o inclusive que las acciones. Lo odio, lo odio por hundir, a mi mamá. Por hundirme a mí –su voz temblaba a causa de tal sentimiento-. Por acabar con nuestra familia. Tú no sabes… mi hermanito sigue destrozado, aun escucho que él y mamá lloran por las noches. ¿Sabes la impotencia que siento al no poder hacer nada?
-No sé qué decirte –y era la verdad, no tenía idea de que agregar-, nunca he pasado por…
-No digas nada –interrumpió-. Haces mucho escuchándome, haces mucho abriéndome las puertas de tu casa, haces mucho con tan solo ser mi mejor amiga.
-Te quiero, te quiero mucho, te prometo que siempre tratare de estar ahí para ti-, note como las lágrimas salían poco a poco de mis ojos.
-Yo te quiero más, eres una de las cosas buenas que me queda.
-Créeme, tú también eres de lo poco que me queda.
Nos abrazamos y ambas dimos un largo suspiro. Cuando la muestra de afecto termino, duramos algunos segundos en silencio.
-Nuestras familias están rotas-, dijo ella al fin, con un bufido y una risa amarga-, brindemos por ello, querida amiga.
Levanto la lata de refresco, luego la abrió y tomo un ligero sorbo. La imite. Después, nos dedicamos a olvidarlo todo: prendimos la computadora, pusimos películas para llorar a moco tendido y comimos todo lo que pudimos.
No supe a qué hora, pero nos quedamos dormidas luego de varias horas.
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Espero que hayas disfrutado mi nuevo capítulo, me ayudarías mucho si lo compartes.
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Perspectiva de una estúpida adolescente.
RandomJane es una adolescente que se sigue por solo una regla: “Consigue todo a costa de todo”. Sin embargo, para lograr lo que uno desea, siempre se debe de pagar un precio muy alto. ¿Jane será capaz de pagarlo? Ella estaba segura de que así seria. Es...