Capitulo 29.

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Cuando el director subió, sentí la repentina necesidad de vomitar, pero me contuve. Sabía tenía que hacerlo, si quería que mi proyecto fuera conocido.

-Buenos días, estudiantes –hablo nuestro superior con firmeza. Enseguida se apagaron las voces de la sala-. Esta mañana, se la he asignado a un grupo de jóvenes, que vienen a presentar un proyecto, para obtener un mejor desarrollo escolar y una mejor convivencia entre todos los alumnos. Los dejo en sus manos, confiando, en que su presentación será apropiada y ustedes tendrán la amabilidad de prestarles atención. Adelante, señorita Cervantes.

Pasamos al foro, en silencio. Perturbados por las miradas que nos seguían, pero procurando que no se notaran nuestros nervios.

Jefferson y yo nos colocamos más adelante que los otros, para poder empezar con la presentación. Era mi turno de hablar.

-Tu puedes hacerlo-, susurro Jefferson. Todos los chicos de enfrente me miraban a mí.

Tal vez se debía a que el director solo había dicho mi nombre. La sala seguía en absoluto silencio.

Esto pasaba siempre, cuando eres joven. Puede pasar hasta el mismísimo director y nadie pone atención, pero si pasa un estudiante, le clavan la mirada, esperando a que se equivoque, para poder burlarse de él.

Sentí un escalofrió, pero al último -con una profunda y lenta respiración- me arme de valor.

-Hola… -se escucharon risitas ante mi estúpido saludo-.

¡Cálmate, Cervantes, cálmate! Tienen que ver que lo tienes bajo control, compostura, por favor. Pensé.

-Buenos días –volví a comenzar-, mi nombre es Jane Cervantes, como muchos sabrán…

No sabía exactamente a quien ver, recorrí a toda la muchedumbre con un vistazo rápido, hasta que mi mirada se encontró con la de Ricardo. Él me dedico una pequeña sonrisa de aliento.

Por alguna extraña razón, eso fue lo que me ayudo a seguir.

-Mis compañeros y yo, venimos con la intención de presentar algo que puede resultar muy entretenido… o muy ridículo –añadí con terror-.

-Así que les pedimos -repuso Jefferson, al notar el tono de mi voz-, que se reserven los comentarios, o las dudas, hasta el final, cuando hayamos acabado de explicarles, ¿de acuerdo?

La sala siguió en silencio y Jefferson mostro una sonrisa nerviosa, pero siguió adelante.

-Creo que eso es un si –algunos chicos sonrieron, pero nada más-. En fin, todos tenemos problemas, ¿no?, y bueno, algo tiene que ver lo que pasamos día con día con esto que vamos a hacer.

-Nuestro propósito es reírnos los unos de los otros-, dije.

-¡Y en eso todos somos expertos! –grito Esliana, desde atrás.

Todos soltaron pequeñas risitas, algo que, de alguna forma, me tranquilizo mucho. Nota mental, amar a Esliana por el resto de mis días, pensé.

-Gracias, Esliana –respondí-. Prosigo, la idea es la siguiente-, mire a Jefferson, ya que a él le tocaba hablar.

Me observo unos segundos y de repente, rompió su hoja –contenía parte del discurso que le correspondía decir-, me miro y dijo en un susurro:

-¡Al diablo con esto!-, sacudió su melena frenéticamente y luego hablo en voz alta-. Chicos, ¿no están cansados de encerrarse en su cuarto, con sus problemas?, ¿de no contarle a nadie lo que les pasa, por miedo o vergüenza?

Nadie dijo nada, solo observaron a Jefferson como si fuera un demente.

-¡Sí!-, grito Ricardo finalmente. Me sentí culpable, él me apoyaba, a pesar de que jamás le hubiera mencionado mis planes.

Perspectiva de una estúpida adolescente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora