Capitulo 14.

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 Por suerte, cuando llegue a mi salón, vi que la maestra Sandra aun no salía. Toque la puerta y volteo a verme, luego hizo una seña para que pasara.

 -Aquí tiene el justificante, maestra –dije, y le entregue el papel.

 -¿Razones personales?, ¿todo bien, Jane? –pregunto, frunciendo el ceño.

 -Sí, ya sabe, ese tipo de cosas que solo le pasan a alguien con muy mala suerte, como que se ponchó la llanta de un auto y cosas así.

 -Bueno, si está todo bien, yo me retiro, toma el justificante.

 -Gracias y no se preocupe, yo me pondré al corriente con todo lo que vieron hoy.

 -Eso espero, te veo mañana.

 Enseguida salió la maestra Sandra, entro otro profesor. Me fui a mi lugar con una leve sonrisa para que mis amigos no notaran lo que me pasaba.

 No funciono.

 -Detalles -dijo Andrés-, ahora.

 -¿De qué hablan?- pregunte, con toda la indiferencia que me fue posible.

 -Te conocemos muy bien, ¿lo sabes, no?- respondió Esliana.

 -Larga historia –repuse, con la mayor alegría que pude expulsar-, no hay de qué preocuparse.

 -Muy bien, si no vas a contarnos que sucede en tu casa, por lo menos, cuéntanos como te fue ayer con tu galán- dijo Rodrigo.

 Solté una carcajada –ya no me molestaba que bromearan sobre Jefferson y yo-, voltee para ver si el maestro se había percatado de mi risa, pero pareció no darse cuenta de ello.

 Prácticamente, tuvimos hora libre, el maestro estaba absorto en sus listas -era comprensible, se acercaba el periodo de exámenes y la mayoría de los maestros se tenían que organizarse-. Por ende, hubo tiempo de sobra, les conté todo lo que había sucedido con Jefferson y una historia llevo a la otra, así que termine contándoles absolutamente todo.

 Como era de esperarse, ellos se encargaron de sacar una u otra broma durante la conversación, evitando así que yo estallara en llanto. Todos sabemos que, amigos así, valen mucho la pena.

 Mi ánimo subió, no solo en esa clase, sino también el resto del día. Es increíble como un buen amigo, una buena canción, un buen libro, un hermoso atardecer o hasta una sonrisa, puede cambiar nuestro día. Cosas simples, que en nuestros días difíciles, se vuelven extraordinarias.

 Con todo el ánimo que tenía, el día pasó volando.

 Clases. Receso con Ricardo. Clases. Salida.

 De repente, la idea de tomar el autobús o hasta irme caminando, parecía maravillosa.

 -Los veo mañana chicos, prepárense, traeré todo el material para hacer la junta -dije, a modo de despedida.

 -Nos vemos, muñeca -repuso Esliana.

 -Cuídate. Yo te llevaría, pero dices que no- dijo Andrés, que se subía a su moto.

 -Quiero pensar, darme un tiempo-, conteste, con una sonrisa.

 -Bueno, cuídate- concluyo Rodrigo.

 Les dije adiós agitando la mano, di media vuelta y tome mi camino. A última hora decidí caminar todo lo que pudiera, cuando el cansancio me ganara, tomaría el autobús.

 Contemplaba todo lo que estaba a mí alrededor, desde los carros que pasaban, hasta los árboles que se agitaban con el viento. Estuve así por un largo rato, mirando todo eso de lo que nos escondemos, por ir enfrascados en nuestros problemas.

 Si así es ahorita, no me imagino cuando sea mucho más grande, pensé.

 -¡Hola, guapa!- grito una voz, detrás de mí. Mire sobre el hombro y me di cuenta que era Jefferson-, ¿Qué tan mal te fue ayer?

 -No me lo recuerdes, estoy muy contenta el día de hoy- conteste y me detuve para esperarlo.

 -No lo hare entonces- dijo sonriente. Ya estaba cerca de mí-, mejor dime, ¿qué haces caminando, si tienes auto?

 -¿De verdad te cuento?- pregunte dudosa.

 -Si te trae malos recuerdos, no- contesto, y comenzamos a caminar al mismo ritmo.

 Le explique el castigo de mi mamá y la charla con mi papá, cada palabra que salía de mi boca era un peso menos. Al terminar, solo me sonrió y sacudió lentamente la cabeza.

 -¿Qué?, tenía todo el derecho de enojarme- replique con completa frustración. De verdad había pensado que él lo entendería.

 -Nada -repuso y alzo las manos en señal de paz-, estas en lo cierto, pero bueno, la vida de un adolescente es… complicada. Unos se ahogan a veces en un vaso de agua, otros ya están ahogados y siguen buscando el modo de salir a flote, aunque ya estén “muertos”, porque saben que en algún momento de su vida habrá algo que les hará ver que todo lo que pasaron valió la pena. A los segundos, yo les llamo guerreros.

 -Tienes razón, ¿pero cuánto hay que esperar?

 -No lo sé, pero el tiempo puede pasar muy rápido.

 -No es verdad, el tiempo es la cosa más miserable, es lo más lento.

 -Mira hacia el pasado y dime si el tiempo no ha volado, preciosa. Y es que depende del enfoque que le des, si disfrutas, el momento pasa rápido, si solo te estas quejando, pasa lento. Como cuando éramos niños, lo más simple era lo más divertido, y era lo que más rápido pasaba.

 -Quiero ser una niña otra vez-, conteste con nostalgia-, quiero pensar de nuevo que soy una princesa viviendo en cuanto de hadas y que seré feliz por siempre.

 -Puedes crear tu propio cuento de hadas, princesa.

 -No. Hace mucho que no me considero princesa, porque toda princesa corre el riesgo de caerse de la torre, o peor, de que destruyan su castillo.

 -Si tienes un buen ejército para defender el castillo, no tan fácilmente podrán tirarlo.

 -Dejemos de hablar de princesas para referirnos a nuestras vidas, es patético.

 -Tú comenzaste.

 -Como digas-, conteste y puse los ojos en blanco.

 -No importa, oye, te veo luego, aquí doy vuelta.

 -Cuídate, “guapo”-, repuse con una sonrisa.

 -¡Ea!, eso me gusta-, respondió y me guiño el ojo. Después doblo la esquina y se fue.

 Seguí caminando por un buen tiempo, luego, cuando el cansancio declaro su victoria, decidí tomar el autobús.

Espero que hayas disfrutado mi nuevo capítulo, si quieres estar al pendiente de más contenido, si tienes alguna sugerencia en cuanto a la historia o alguna crítica –sea constructiva o no-, puedes mandarme un mensaje a mis redes sociales:

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¡Gracias por leer!

Perspectiva de una estúpida adolescente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora