Capitulo 10.

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  • Dedicado a Gabriel Palomino
                                    

Un miedo increíble me inundo en ese momento. Enseguida se vino a mi mente el “pasado” de Jefferson y me quede totalmente paralizada.

Cuando él vio que mi rostro palidecía, sonrió débilmente.

-Es broma, Jane-, dijo con delicadeza y me abrazo con fuerza excesiva-, relájate, no soy un lunático violador, te lo aseguro.

-Jefferson…-, apenas logre articular palabra. Los nervios se apoderaban de mi cuerpo-, no lo vuelvas a hacer.

Apenas acabe de hablar, me solté a llorar.

-¡Dios santo!, no me hagas esto. Solo fue una broma-, me apretó aún más-, perdóname, no lo vuelvo a hacer, no llores –finalmente me soltó y se arrodillo ante mí-, Jane, escucha, jamás en la vida te hare daño. Soy capaz de muchas cosas, menos de tocar a una mujer.

Aun no sé porque, pero sus palabras me calmaron. Si lo pienso bien, me merecía la broma. Fue muy estúpido invitar a mi casa a alguien que apenas conocía y peor aún, decirle que estaríamos solos.

Tome varias bocanadas de aire, hasta que conseguí calmarme.

-Me vas a pedir matrimonio Jeff-, le dedique una débil sonrisa y limpie mis lágrimas.

-Si te lo pidiera, ¿dirías que si?, digo, puede que aproveche ahora que me tienes de rodillas -contesto mientras se levantaba.

Solté una carcajada.

- Perdón por la crisis nerviosa, ahora pensaras que soy una idiota, alguien débil. Soy una tonta.

-No, sentir miedo no te hace débil y mucho menos idiota -acaricio una de mis mejillas-, eso, es lo más valiente que un ser humano puede sentir. Y tristemente, es lo más difícil que un ser humano puede demostrar. En cuanto al llanto, bueno, llorar es solo un baño para rejuvenecer el alma.

-Cambiemos de tema. ¿Te parece si subimos ya, lunático violador?-, pregunte con una sonrisa. El asintió.

Al llegar al cuarto, deje las cosas en la cama y lo invite a sentarse en la silla del escritorio, nos quedamos en silencio varios minutos. Luego, él hablo.

-Tengo tarea, hagámoslo rápido.

-Claro, deja sacar la hoja.

-Y… ¿siempre invitas a desconocidos a tu casa?

-Tienes la fortuna de ser el primero-, respondí mientras seguía buscando la hoja.

-Perdón por la broma, soy un patán.

-Por lo menos lo reconoces –repuse, y me acerque a él con la hoja en las manos-, mira, tú me dices que decir y yo lo escribo. Así de simple.

-No, debe de ser con tus propias palabras, solo que informales. Recuerda, es como si hablaras con un joven. Habla conmigo y toma nota de lo que dices, después lo incorporas a tu discurso y quitas las cosas formales, es así de sencillo.

-Bueno… ¿y cómo empiezo?

-De acuerdo, lo haremos a mi modo. Yo te hago preguntas y de ahí te desglosas.

-Empieza cuando gustes.

-¿Cuál es el propósito de la presentación?

-Quiero que todos vean, que para ser adolescentes incomprendidos, no necesitamos ser ‘nerds’ o ‘populares’.

-¿Propones una solución para dejar de ser incomprendidos?

-No, no la hay, estaríamos metiéndonos con una severa autoridad llamada: padres, pero entre nosotros podemos desahogarnos.

Perspectiva de una estúpida adolescente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora