Capitulo 33.

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Mientras iba conduciendo, llame a Rodrigo. No tardó mucho en contestar.

-¿Qué quieres, Jeff? –su voz se escuchaba soñolienta- Ya me estaba quedando dormido, güey.

-Se nota, no soy Jefferson, soy Jane.

-Lo siento, madame, ¿Qué se te ofrece?-, el tono de su voz estaba cargado de sarcasmo y mal humor.

-No te duermas, voy para allá.

-Güey, ¿sabes qué hora es?

-No me interesa, voy para allá, ya voy en el camino.

-Solo una tremenda ignorante hablaría por teléfono mientras maneja.

-Cállate, y ve preparándome una buena taza de café –no espere a su respuesta, colgué.

En menos de diez minutos ya estaba en su casa, tocando el timbre como una loca.

-Que varonil –comente con una carcajada, cuando abrió la puerta. Llevaba pantuflas de conejitos y un pijama rosa pastel-, te ves precioso.

-Error de adolescente solitario. Lave mi ropa blanca con la de color, ¿okey?

Se hizo a un lado para que yo pudiera entrar. Entre a la casa sin vacilar.

-Trae tu computadora-, dije ansiosa.

-Jane, ¿Qué quieres?, ya es tarde. Mañana hay escuela, me muero de sueño y te recuerdo que ya perdimos hoy todo un día de clases.

-Lo sé. Equis, solo dame tu computadora.

-Está bien –dijo, al momento que me miraba con malhumor.

Subió las escaleras, rumbo a su cuarto. Me encargue de preparar dos tazas de café –él no las había preparado- en lo que el regresaba.

Para cuando llego, había pan tostado y mermelada en la mesa, con dos tazas humeantes.

-¿Tanto me tarde?, ese café está hirviendo.

-Obvio no. Lo metí al microondas.

-Aquí esta, ahora sí, ¿me vas a decir que quieres hacer con ella?

-Checar si tenemos mensajes. Lo hubiera hecho desde mi laptop, pero no tenía la contra del correo, lo siento.

-¿Y no era más fácil, pedirme la contra por teléfono?

Abrí los ojos de par en par, y reprimí la risa. No se me había ocurrido en absoluto la idea. Había despertado a Rodrigo por nada.

-¡Carajo, Jane! –Se froto los parpados con ambas manos-, pensé que eras lista.

-Soy un humano, cometo errores.

-Sí, pero tú te pasas de…

-¡Cuidado! –Advertí-, soy tu amiga. Recuerda que a mí no me debes hablar así, bebe.

-Eres una amiga repugnante. Ningún verdadero amigo, despierta a otro, a menos que sea por algo urgente.

-Esto es algo urgente, dame la contraseña.

-La escribo yo, si quieres –de repente, su expresión se tornó nerviosa-.

-¿Algún problema con dármela?

-No… bueno si… no te vayas a enojar, pensaba cambiarla hoy, pero se me olvido y…

-¡Dime cual es la contraseña, maldita sea! –estaba enfadada, me molestaba no saber las razones de porque no quería decirme nada.

-¿Y el grosero soy yo? –bufo sardónicamente.

-¡Rodrigo!

Murmuro algo entre dientes, que apenas fue audible. No logre captar ni la primera letra de la frase.

-¡Dímela ya, hijo de la…!

-¡Ei! Tranquila, doña gritos. Me estás diciendo que soy un pelado y…

-¡Dime la contraseña, entonces!

Vacilo por unos segundos. Dio un largo suspiro y puso los ojos en blanco.

-La contraseña es: Jane y Jefferson se aman –dijo finalmente.

-¿Es enserio? –pregunte con amargura.

-¡¿Qué?! Yo estaba con Esliana y con Daniel, de la nada ellos me dijeron que pusiera eso de contraseña…

-¡Y tu muy obediente! –interrumpí, fulminándolo con la mirada.

-Ay, bueno, ya. Al fin y al cabo, ni que fuera cierto. A menos de que te esté empezando a gus…

-¡Rodrigo, no! –levante mi dedo índice, acusatoriamente, intentando callarlo.

-¿Y los besos? –soltó de repente.

-¿Quién te lo dijo? –note que la sangre se iba de mi rostro.

Él sabía de los besos. Y si él sabía, por consiguiente, también Andrés. Lo que menos quería que pasara, había sucedido, mis dos mejores amigos, los únicos que no sabían de mis ‘travesuras’, resulta que lo sabían todo. No quedaba más que esconderles.

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Espero que hayas disfrutado mi nuevo capítulo, me ayudarías mucho si lo compartes.

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Perspectiva de una estúpida adolescente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora