-¿Jane, acaso tienes miedo?-, escuche una voz muy suave, que me pareció en un inicio aterradora, debido a que la desconocí.
-¡Jefferson, me diste un gran susto!-, conteste sorprendida, no lo había visto regresar-, la verdad es que… es la primera vez que hago algo como esto. Me siento rara, tengo miedo de que mis papas se den cuenta.
-Es ridículo-, dijo el con total indiferencia, pero esbozando una sonrisa.
-¿No escuchaste?, es la primera vez que lo hago-, repuse molesta, no podía creer que no entendieran que, en verdad, era muy difícil para mí hacer algo malo.
-Tu rutina de niña buena no puede durar toda la vida –dijo, encogiéndose de hombros-, en este momento solo te quedan dos opciones: lo gozas o lo sufres, tú decides, Jane. De todos modos, ya está hecho-, giro sobre sus talones y se fue con los otros.
Sabía que él tenía razón. No puedes ir siempre por la vida con miedo a un castigo, por romper las reglas, porque a veces, es necesario romperlas. Llega un momento, en el que tienes que ir contra corriente, ya sea para luchar por lo que quieres, o para disfrutar un poco de la vida.
Si hay algo constante en esta vida, son los riesgos. Hacer algo, aun sabiendo que las consecuencias pueden ser fatales, o mejor aún, increíbles, es tentador.
Mucho dicen que las reglas se hicieron para romperse, y es que cuando eres joven, bien vale vivir al máximo, y atesorar lo poco -o mucho- que disfrutas en tu adolescencia. Por esta razón, decidí tomar una bocanada de aire y disfrutar todo lo que pudiera esa noche.
Después de todo, si nos descubren, no seré la única castigada, pensé.
-¡Vaya, estas aquí!, creí que irías a la iglesia a confesarte y después de regreso a tu casa-, dijo Jefferson, con una expresión divertida.
-Lo pensé-, repuse con una sonrisa-, de hecho, en este momento me siento como un criminal, un asaltante, una ratera, no sé.
-Pero si eso es, señorita Cervantes, una ratera. Se ha robado mi corazón.
-Buen chiste-, respondí, ignorando la punzada de nervios que sentí en el estómago –algo viejo y muy usado, pero viniendo de ti, no me sorprende.
-Algún día, seré demasiado gracioso para ti, muñeca.
-Sí, y algún día yo reprobare una materia –dije arrogantemente.
-Puede ser-, contesto y se alejó.
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Las primeras horas, platicamos y comimos frituras como desquiciados. Sobra decir, que también escuchábamos música, pero al acabarse la comida, se acabó nuestra felicidad.
-¿Ahora qué hacemos?-, pregunto Daniel-, ¿Jugamos a las escondidas o qué?
-Sería mucho más divertido que irnos a acostar. Es muy temprano-, dijo Esliana.
-Ya son las once y media-, repuse.
-Jane, deja de comportarte como una madre, por favor-, interrumpió Rodrigo-, para un joven, las once, vienen siendo como las seis de la tarde.
-Bueno… -comenzó a decir Esliana-, podríamos… ir al bar y…
-¡Ni se te ocurra!-, grite con horror. No era necesario que acabara la frase, todos habían entendido perfectamente lo que ella iba a proponer.
-¡No te azotes, vieja!-, exclamo Andrés, con incredulidad ante mi reacción-, no seriamos los primeros ni los últimos adolescentes en tomar una copa y bueno, si están dispuestas a tomar, adelante. Rodrigo y yo siempre tomamos un poco para relajarnos y no dudo que nuestros tres mosqueteros no tomen.
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Perspectiva de una estúpida adolescente.
RandomJane es una adolescente que se sigue por solo una regla: “Consigue todo a costa de todo”. Sin embargo, para lograr lo que uno desea, siempre se debe de pagar un precio muy alto. ¿Jane será capaz de pagarlo? Ella estaba segura de que así seria. Es...