Capitulo 24.

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-¿Jane, acaso tienes miedo?-, escuche una voz muy suave, que me pareció en un inicio aterradora, debido a que la desconocí.

-¡Jefferson, me diste un gran susto!-, conteste sorprendida, no lo había visto regresar-, la verdad es que… es la primera vez que hago algo como esto. Me siento rara, tengo miedo de que mis papas se den cuenta.

-Es ridículo-, dijo el con total indiferencia, pero esbozando una sonrisa.

-¿No escuchaste?, es la primera vez que lo hago-, repuse molesta, no podía creer que no entendieran que, en verdad, era muy difícil para mí hacer algo malo.

-Tu rutina de niña buena no puede durar toda la vida –dijo, encogiéndose de hombros-, en este momento solo te quedan dos opciones: lo gozas o lo sufres, tú decides, Jane. De todos modos, ya está hecho-, giro sobre sus talones y se fue con los otros.

Sabía que él tenía razón. No puedes ir siempre por la vida con miedo a un castigo, por romper las reglas, porque a veces, es necesario romperlas. Llega un momento, en el que tienes que ir contra corriente, ya sea para luchar por lo que quieres, o para disfrutar un poco de la vida.

Si hay algo constante en esta vida, son los riesgos. Hacer algo, aun sabiendo que las consecuencias pueden ser fatales, o mejor aún, increíbles, es tentador.

Mucho dicen que las reglas se hicieron para romperse, y es que cuando eres joven, bien vale vivir al máximo, y atesorar lo poco -o mucho- que disfrutas en tu adolescencia. Por esta razón, decidí tomar una bocanada de aire y disfrutar todo lo que pudiera esa noche.

Después de todo, si nos descubren, no seré la única castigada, pensé.

-¡Vaya, estas aquí!, creí que irías a la iglesia a confesarte y después de regreso a tu casa-, dijo Jefferson, con una expresión divertida.

-Lo pensé-, repuse con una sonrisa-, de hecho, en este momento me siento como un criminal, un asaltante, una ratera, no sé.

-Pero si eso es, señorita Cervantes, una ratera. Se ha robado mi corazón.

-Buen chiste-, respondí, ignorando la punzada de nervios que sentí en el estómago –algo viejo y muy usado, pero viniendo de ti, no me sorprende.

-Algún día, seré demasiado gracioso para ti, muñeca.

-Sí, y algún día yo reprobare una materia –dije arrogantemente.

-Puede ser-, contesto y se alejó.

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Las primeras horas, platicamos y comimos frituras como desquiciados. Sobra decir, que también escuchábamos música, pero al acabarse la comida, se acabó nuestra felicidad.

-¿Ahora qué hacemos?-, pregunto Daniel-, ¿Jugamos a las escondidas o qué?

-Sería mucho más divertido que irnos a acostar. Es muy temprano-, dijo Esliana.

-Ya son las once y media-, repuse.

-Jane, deja de comportarte como una madre, por favor-, interrumpió Rodrigo-, para un joven, las once, vienen siendo como las seis de la tarde.

-Bueno… -comenzó a decir Esliana-, podríamos… ir al bar y…

-¡Ni se te ocurra!-, grite con horror. No era necesario que acabara la frase, todos habían entendido perfectamente lo que ella iba a proponer.

-¡No te azotes, vieja!-, exclamo Andrés, con incredulidad ante mi reacción-, no seriamos los primeros ni los últimos adolescentes en tomar una copa y bueno, si están dispuestas a tomar, adelante. Rodrigo y yo siempre tomamos un poco para relajarnos y no dudo que nuestros tres mosqueteros no tomen.

Perspectiva de una estúpida adolescente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora