Se acercó a mí –demasiado, diría yo-, y hablo suavemente:
-¿Te pusiste celosa, Jane?
-Deja de burlarte –retrocedí. Ahora era yo la enfadada-. Y perdón por lo de tu… nariz –añadí arrepentida.
-Las mujeres son peligrosas –levanto ambas cejas-, me he dado cuenta.
-Déjame ir a buscar algo para limpiarte. Se ve del asco.
-Déjalo, yo voy.
Ni siquiera me dejo protestar. Salió de la biblioteca rápidamente. Me dedique a acomodar la estantería en la que lo habíamos aventado por accidente, sin embargo, esta había quedado algo abollada.
Justo cuando volvió a entrar, yo había terminado.
-Gracias por ordenar –dijo en voz baja. Sostenía un papel contra su nariz.
-¿No está rota? Me refiero a tu nariz –levante su barbilla con mi mano, para examinar el daño. No lo estaba, solo había sido un golpe fuerte.
-¿Por qué no me dijiste que terminarías con Ricardo? –pregunto, bajando el papel por completo.
-Pensaba decírtelo hoy –respondí inmediatamente-, además, antier te dije que lo haría.
-¿Así que esta soltera, señorita Cervantes?
Sonreí tímidamente y puse los ojos en blanco.
-No debiste de haberte enojado con Renata, no hay motivo alguno.
-Es una resbalosa –comente molesta-, hará lo posible por tenerte.
-Nunca –me regalo una mirada tierna-. Mis ojos son solo para ti.
-¿Cómo estas tan seguro, niño cursi?
-Ella no tiene un pelo tan castaño, ondulado y sedoso, como tú.
-Pero lo tiene largo –espete-. Igual que yo.
-El de ella es lacio, me gusta más el tuyo.
-Ella tiene una figura perfecta –replique.
-A mí me gusta tu figura.
-Soy obesa –añadí con amargura, pero a la vez con humor.
-Incluso con esos kilos que dices tener de mas –dijo a carcajadas-. Y nunca te lo he dicho, pero tienes un gran trasero.
-¡Eres un patán! –Le pegue en el brazo.
-Solo así te hago entender –sonrió.
-Pues su nariz esta recta –insistí-.
-Me gusta más la tuya, respingada y algo pequeña.
-Tiene un…
-Amo tus facciones –interrumpió exasperado-, tus manos con largos dedos, tus labios suaves, tus piernas largas, tus ojos grandes y cafés, amo muchas cosas de ti. Renata tiene lo suyo, pero se compara.
-Tengo los pies enormes –arrugue la nariz, en señal de asco- y me huelen horrible. Me atasco de comida como si no hubiera un mañana, nunca me peino, me baño cada tres días –se carcajeo ante esto-, nunca hago ejercicio, tengo algunas espinillas por toda la chatarra que consumo, no me visto como chica y mucho menos me comporto como una.
-¿Terminaste?
-Creo que si –sonreí satisfecha.
A ver qué haces contra eso, Dequenes. Pensé.
-Bien –dio un largo suspiro-. El día de mañana te regalare un talco para pies, en cuanto a tu medida, no me importa. Tú lo has dicho, no eres una princesa, así que no es necesario que te parezcas a cenicienta.
>>También cargare conmigo más dinero para comprarte todo lo que se te antoje. Me da igual que no te peines, me imagino que es divertido jugar con tu cabello. En cuanto al baño, descuida, existen perfumes. Yo si hago ejercicio, pero no me importa que tú no lo hagas. Las espinillas se quitan, me dan igual. Pero si quieres mi opinión, no se te notan.
>>No me interesa como te comportes. Yo no me enamore de una dama, me enamore de Jane. No buscaba salvar a una damisela en peligro, buscaba a una chica que se salvara ella misma.
-Que necio eres –respondí.
-Conozco a alguien igual –esbozo una sonrisa.
Al ver que no hacía nada más, me arme de valor y me acerque despacio. Mi intención era clara, quería besarlo.
Él entendió perfectamente, porque enseguida respondió, inclinándose un poco para poder encontrar nuestros labios.
-¡Auch! –se quejó, cuando por accidente frote mi nariz contra la suya.
-Perdón –murmure, apartándome de él.
-No quiero volver a tocar tus labios, hasta saber que esto va enserio.
Me miro tan atentamente, que por un momento sentí que todos mis sentimientos estaban completamente expuestos.
-Esto va tan enserio, que me asusta –susurre.
-Lo hare oficial, dame tiempo.
-¿Oficial? ¿Tiempo? –pregunte curiosa.
-La paciencia es una virtud, señorita Jane.
-Que yo no tengo –espete.
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Perspectiva de una estúpida adolescente.
RandomJane es una adolescente que se sigue por solo una regla: “Consigue todo a costa de todo”. Sin embargo, para lograr lo que uno desea, siempre se debe de pagar un precio muy alto. ¿Jane será capaz de pagarlo? Ella estaba segura de que así seria. Es...