Eran las ocho de la mañana cuando desperté, no supe a qué hora me dormí, solo sabía que no quería estar ahí, no quería ver la cara de mi madre; tome una ducha rápida y me puse la misma ropa con la que se supone iba ir a la reunión, tome las llaves de la casa y mi dinero de la mochila. No lleve mi celular, porque sabía que intentarían localizarme.
Salí de la forma más silenciosa posible y camine sin rumbo, solo buscaba alejarme y hundirme en mis pensamientos.
-¿Por qué son así los padres? -me pregunte a mí misma-, ¿Por qué no pueden respetar tus gustos, tu forma de pensar y tu forma de ser?, ellos también fueron jóvenes. Hay veces en que si nos deben de corregir, pero una cosa es eso, y otra que te quieran modificar a su gusto.
Sabía perfectamente, que no era la primera ni la última joven que tenía un pleito con sus padres, debido a su comportamiento, pero en ese momento yo solo me decía: ¿Por qué siempre debe haber algo malo en ti?, a la estudiosa le dicen que salga, a la reventada le dicen que pare, a la rara le dicen que haga amigos, a la que se la pasa leyendo que salga de su mundo de fantasía para vivir la vida real, a la gorda le dicen que enflaque, a la flaca le dicen que engorde, la que nunca se maquilla le dicen que se arregle y a la que se arregla le dicen que parece payaso. Entonces… ¿cómo se es perfecto?, ¿es acaso que se debe de tener de todo un poco?, ¿Es que un día debemos de hacer ejercicio y otro comer mucho, un día arreglarnos y después no?
Todo esto estaba dando vueltas por mi cabeza, cuando vino a mí la grandísima idea, esa, que fue la culpable de todo:
¡Repartir lo que escribí, en la escuela! Debajo de mi escrito, pondría el porque me inspire a escribir ese deprimente, pesado y ‘triste’ pensamiento. Luego, invitaría a los estudiantes a escribir en un papel como se sentían respecto a estas cosas que siempre suelen sucedernos, después, los que quisieran, me lo podrían mandar por medio de un buzón de cartas o algo así y yo me encargaría de publicarlo en el periódico escolar –sabía que eso era sencillo, era la editora en jefe-. Así, todos los de la escuela “Frida Kahlo Calderón” –sí, así se llama-, que leyeran el artículo, sabrían que no estaban solos, y entenderían que todos, por diferentes que seamos, tenemos algo en común que compartir. Problemas, por ejemplo.
Todo esto lo fui planeando mientras caminaba. Al terminar, me detuve para ver en donde estaba. Había caminado bastante, así que decidí regresar a casa, solo que esta vez, lo hacía de manera entusiasta.
Cuando llegue y entre a la casa, vi a mi mamá en un sillón de la sala de estar. Una habitación muy pequeña, que se encuentra enseguida de abrir la puerta, a lado izquierdo. Se conforma de tres pequeños sillones color marrón y enfrente de estos se encuentra un televisor café, mediano, las paredes son verde pastel y hay una ventana enorme con una larga cortina color naranja que señala hacia el patio de enfrente -una mala decoración para mi gusto-.
Ella tenía el ceño fruncido, sin embargo, una mirada de preocupación sobresalía de su molestia.
-¿En dónde estabas?- pregunto demasiado calmada.
-Salí a tomar aire fresco- conteste sin mirarla a los ojos.
-¿Y tenías que irte desde muy temprano?
-Lo siento, solo quería salir.
-Ni siquiera llevabas tu celular, Jane.
-Creí que no lo necesitaría, solo fue una caminata…
-Una caminata de muchas horas-, su voz subió de tono considerablemente-, ¡son las once de la mañana, tu papa se fue mortificado al trabajo, todo por tus estúpidas niñerías!
-¿Disculpa?- dije ofendida-, ya te pedí perdón, mamá, no es para que te pongas así conmigo, siento no ser lo que quieres, créeme, ya me odio bastante por eso, pero no justifica el hecho de que cada vez que hago algo, por mínimo que sea, me taches de chiflada…
-No voy a pelear -contesto con firmeza, mientras alzaba una mano para callarme-, tu desayuno está en la cocina, caliéntalo y come, iré a hacer las compras.
Me fui directo a mi cuarto, sin articular palabra. No tenía hambre y mi motivación por repartir lo mi escrito era mayor que el enojo causado por la reprimenda de mi madre. Primero, decidí reordenar mi cuarto y acabar de hacer la tarea. Luego me dedique a editar lo que había hecho, para poder presentarlo.
Eran las cinco de la mañana cuando me levante para prepararme e irme a la escuela -generalmente me despierto a la seis-, pero necesitaba tiempo si quería tener suficientes escritos. Tome una ducha rápida, y me puse lo primero que encontré, ya que en mi preparatoria, no usamos uniforme; agarre mis cosas y baje a la cocina por un desayuno rápido, cuando termine salí volando hacia mi carro, un Jetta blanco, muy viejo, papá me lo compro para lo esencial: poder ir hacia la escuela u otras partes sola. Por tanto, si era del año o no, era lo que menos le importaba.
Deje mis cosas en el asiento del copiloto, arranque y maneje lo más rápido que podía. Al llegar, estacione el auto justo enfrente de la entrada de la escuela, tome mis pertenencias y entre.
Me decidí a ir directo a la biblioteca, pero al llegar a esta y empujar la puerta para entrar, me di cuenta que estaba cerrada. Sabía que tenía que buscar al intendente y como no estaba dispuesta a llevar todas mis cosas hasta el último piso, las deje al pie de la puerta.
Mi escuela parece prisión, es sumamente pequeña. Un edificio de siete pisos con estacionamiento muy pequeño en la parte de enfrente, en el patio -que se encuentra atrás-, está la cooperativa y los comedores.
Todos los pisos del edificio tienen seis áreas. En el primer piso se encuentran: la biblioteca, la dirección, la papelería, las oficinas para pagar las colegiaturas o ir por las boletas de calificación, laboratorios y sala de maestros.
El segundo, tercero y cuarto piso tienen exactamente las mismas áreas: cuatro salones para los grupos, el despacho de los prefectos y un salón de cómputo, que también sirve para hacer proyecciones.
En el quinto, está solamente gimnasio, como es bastante amplio, ocupa el espacio de todo un piso.
En el sexto, se haya una sala audiovisual para juntas con todos los alumnos de la escuela, por esto, también se ocupa todo un piso, porque es muy grande.
En el séptimo y último piso se haya el cuarto de intendentes, los baños de hombres, los de mujeres, un cuarto que se asigna a los que integramos las sociedad de alumnos -yo era tesorera- para realizar juntas de temas a tratar, guardar material y llevar control del dinero que se nos permite tomar para celebraciones escolares. Y otras dos aulas totalmente vacías.Subí corriendo al séptimo piso para buscar a ‘Chuy’, nuestro gruñón intendente. Al llegar, toque la puerta cortésmente, para evitar una bienvenida grosera, pero no me abrió nadie. Insistí hasta que me canse, pero no hubo respuesta alguna.
Decepcionada y un poco molesta baje poco a poco. Llegue de nuevo al primer piso, y di la vuelta hacia la biblioteca para recoger mis cosas, volver al auto y esperar a que fueran las siete.
-¡Oye!, ¡¿Qué demonios haces con mis cosas?!-grite mientras iba corriendo hacia un desconocido, que tenía entre sus manos lo que tanto deseaba compartir -¡Eso es mío! ¿Por qué lo estás…?
-Discúlpame –dijo el intruso, mientras me regresaba la hoja. Su voz era demasiado grave-, se me olvidaba que es muy común que las personas dejen sus posesiones por cualquier lado mientras van a vagar por ahí -sonrió de manera cortes y me guiño un ojo.
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Perspectiva de una estúpida adolescente.
De TodoJane es una adolescente que se sigue por solo una regla: “Consigue todo a costa de todo”. Sin embargo, para lograr lo que uno desea, siempre se debe de pagar un precio muy alto. ¿Jane será capaz de pagarlo? Ella estaba segura de que así seria. Es...