Escuche que la puerta de la casa se abria y gritaban mi nombre.
-¡Ignora eso, tu sigue, vámonos!-, grite con potencia.
-De acuerdo-, contesto con total desconcierto-, sujétate bien, muñeca.
Acelero de manera considerable, y no hablamos para nada. Doblo varias calles –que hasta ese día desconocía-, hasta que llegamos a un parque, obviamente, completamente desconocido, también. Se orilló cerca de una banca y bajo inmediatamente.
-Tiene mucho que no conducía una moto –comento, con una sonrisa al quitarse el casco-, ¿me quieres decir que sucede?, pensé que íbamos a estar en casa de tu abuela, discutiendo sobre cosas de la vida, mientras ellos trataban de humillarnos y hacernos la vida imposible. Pero de repente, me encuentro con algo muy diferente.
Baje lentamente de la moto, me quiete el casco y di un largo suspiro.
-¿Te la presto Rodrigo?... me refiero a la moto –añadí, ante su mirada de confusión.
-Sí. Tiene dos motos y jamás las usa, ¿increíble, no?
-Prefiere lo carros, siempre lo dice.
-Sí, eso respondió cuando le pregunte porque jamás las sacaba a pasear.
-Tuve un pequeño problema con mi tía –dije, cambiando de tema radicalmente-. Y luego mi prima me dio una de sus raras platicas reflexivas, por eso quería largarme de ahí…
Se escuchó mi celular, de nuevo. Había sonado alrededor de cinco veces, desde que deje la casa de la abuela. Opte por apagarlo, y seguí hablando.
-No les hizo mucha gracia saber que venias-, concluí, sin más vueltas.
-Genial, fui el motivo del problema.
-No, yo también estuve mal.
Nos sentamos en la banquita y le platique todo lo ocurrido. Después de desahogarme, vimos a un señor con un carrito de helado y optamos por comprar uno.
-Menos mal que no se enteró tu madre de lo de anoche-, dijo él, dándole una lamida a su helado de vainilla.
-Estaría muerta en estos momentos.
-Sigo impresionado de que hayas accedido a quedarte con nosotros.
-Entonces creo que no soy tan predecible, como tú pensabas-, repuse y sonreí.
-No, creo que no –contesto, devolviéndome el gesto.
Estuvimos en silencio, saboreando nuestros deliciosos helados.
El día era nublado y el viento soplaba un aire fresco. Era placentero estar en ese lugar. Como no había sol, se encontraban niños jugando en diversas áreas del parque, todos con sus padres al pendiente de cualquier cosa que pudiera hacerles daño a sus pequeños.
-Me encantaría ser una niña de nuevo-, dije finalmente. Ya habíamos terminado con los helados.
-Creo que la mayoría de las personas quieren eso.
-No había problemas.
-Mentira, si los había. Pero no te dabas cuenta de ellos.
-Cierto. ¿Volvemos con mi familia? -propuse, dispuesta a aceptar cualquier regaño por parte de mi madre, cuando llegara.
-Claro-, respondió Jefferson, y sin más, subimos a la moto, nuevamente.
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Cuando regresamos, note que el auto de mi papá ya estaba ahí. Lo más seguro era que mi madre lo había llamado y le había dado la queja, causando así, que mi papá viniera lo antes posible a hundirse con los demás. Al entrar a la casa, sentí cada mirada clavándose en Jefferson.
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Perspectiva de una estúpida adolescente.
RandomJane es una adolescente que se sigue por solo una regla: “Consigue todo a costa de todo”. Sin embargo, para lograr lo que uno desea, siempre se debe de pagar un precio muy alto. ¿Jane será capaz de pagarlo? Ella estaba segura de que así seria. Es...