Capitulo 34.

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-¿Estas bien? –Pregunto Rodrigo con preocupación-, luces muy… pálida.

-Mira que donde haya sido Esliana, te juro que la mato…

-Oye, tranquila. ¿De verdad crees que los hombres solo hablamos de videojuegos o de sexo?

Y entonces entendí. No había sido Esliana, con ella todos mis secretos siempre habían estado seguros, incluso fue estúpido dudar. Había sido él…

-Jefferson… -repuse.

-Y según se, no solo ha sido un beso.

-Lo voy… a matar.

-¿Lo vas a matar? –Lanzo una risa tonta-, por favor, Jane, ustedes se gustan y se nota a primera vista.

-Eso no es…

-¡Bueno ya! –exclamo-. Si empezamos esta discusión, jamás la vamos a terminar. Mejor a lo que viniste, porque si no, aquí te voy a tener toda la santa noche.

Escribí la contraseña, al mismo tiempo que pensaba: ¿De verdad les dijo?

Nunca imagine que los hombres hablaran sobre sus experiencias con las chicas que les gustan.

Sabia dé buenas fuentes, que les encantaba –o bueno, les encanta, es un ‘hábito’ que nunca pasa de moda- presumir a las niñas que han pasado por su colchón, pero jamás llegue a pensar que se sentaran como nosotros –las chicas-, a dialogar sobre lo que sienten respecto a la otra persona.

Cuando ingrese a la cuenta, mis pensamientos fueron sustituidos por una desilusión absoluta: no habían llegado mensajes. Ni uno solo. Al parecer, Rodrigo se dio cuenta, porque me rodeo con su brazo y me apretó fuerte.

-Lo siento, Jane –susurro en mi oído.

-No… no importa.

Pero claro que importaba, me había creado la ilusión de hacer algo sumamente grande, tan grande, que las futuras generaciones lo hicieran. Algo con tanta magnitud, que los profesores me recordarían por siglos y los estudiantes me usarían como ejemplo.

Pero no. No había nada, nada de mensajes, no había confesiones, ni siquiera un mensaje que dijera “buena suerte en tu proyecto”, nada.
Eso es lo malo de ilusionarse. Te creas expectativas tan altas, que cuando ves que no son como tu esperabas, te causa una desilusión horrorosa.

Y es que es mucho más difícil aceptar la realidad, que subir a una nube. Eso es lo malo. Nadie nos prohibió soñar, pero sí pudieron habernos prohibido ilusionarnos con algo que aún no sucede. Algo que ni siquiera ha comenzado a funcionar.

-¿Puedo hacer algo por ti? –pregunto Rodrigo, sacándome de mi propio ensimismamiento.

-No me dejes llorar, solo eso.

-¿Y si mejor… te dejo llorar mientras te doy un gran abrazo?

-Güey, eres un sentimental –conteste, reprimiendo mis lágrimas.

-No, yo no soy sentimental. Soy tu amigo, y para días como estos es para lo que estoy. 

-Eres un sentimental, gran amigo –respondí- te quiero mucho.

 Finalmente accedí, me acurruque en su hombro y me comence a llorar. 

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Perspectiva de una estúpida adolescente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora