♣ Una prueba mas♣

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—Yoongi....—suplico su mejor amigo, haciendo que el mencionado bufara molesto.

—¿Qué quieres Hoseok?— reclamo irritado, para después prestar atención a su animado amigo que no dejaba de sonreír.

—Te he estado hablando por más de diez minutos y no me haces caso.— reprochó el alfa mas alto de los dos, Hoseok llevada contándole a su amigo los eventos importantes de sus clases, cosa que, Yoongi no escucho a ninguna por pensar en otras cosas.

—Lo siento ¿Si? —se tallo sus ojos con rapidez volviendo a ese estado de desolación.

—¿Ocurre algo? ¿Estas bien? —preocupado Hoseok llevo una de sus manos a la frente de su amigo, pero antes de que pudiera tocar su piel esta fue golpeada.

—No lo hagas —advirtió el pálido, tomando un trago de agua de su botella.

—Bien.— el silencio entre ambos amigos reino, pero el bullicio y las risas de los demás estudiantes impedían que el silencio y la tranquilidad fuera percibida.

Risas estruendosas, carcajadas horrorosas, chirrido de sillas siendo jaladas y pasos pesados contra el pavimento fueron más fuertes y percibidas más que nunca. Para Yoongi los sonidos eran como bombas de tiempo que permanecían contra reloj, su alfa removiéndose enjaulado dentro de su cuerpo reteniéndolo con todas sus fuerzas para que no saliera.

—Tranquilizate — Hoseok al ver a su amigo sudando y desprendiendo su aroma más fuerte de lo normal provocó que se activaran sus alertas.

—Me largo de aquí. —  tomando sus cosas lo más rápido que sus manos temblorosas le permitieron se levanto de la mesa en que estaba sentado.

Hoseok lo siguió desde atrás no queriendo molestarlo porque sabía que en ese estado podría atacarlo a él o causar daño a alguien más.

Lo seguiría en silencio por las dudas.

Cuando Yoongi recorrió la esquina de la cafetería, el aroma triste y deprimente que ya conocía inundo sus narices, deteniéndose abruptamente busco con la mirada al dueño de ese olor.

Cerca de la salida, junto a una maceta artificial el omega que había ayudado la semana pasada estaba ahí, de pie, con sus libros contra el pecho, la mirada pérdida y el aroma a sufrimiento rodeando su alrededor como una nube negra sobre su cabeza, mientras que una una chica pelinegra le hablaba de algo muy de cerca como ocultando una verdad a luces que nadie más que ellos debían saber, después su estruendosa risa estalló acompañada por otra igual de ruidosa y chillona, ambas reían y se divirtieron al ver a ese omega indefenso y perdido en su tristeza.

Burlándose de su dolor.

Ignorando el dolor de cabeza, que ya era costumbre atacarlo decidió irse y seguir su camino, no tenía las energías ni los ánimos para entrometerse en ello, suficiente tenía con su propio dolor para cargar con otro que ni siquiera le correspondía.

Era hora de irse a casa y dejar que el mundo rodara, después–si tenía ánimos– estudiaría un poco para los exámenes finales.

Avanzo en dirección a la puerta de salida, tan cerca y tan lejos a la vez. Con la cabeza gacha y los hombros caídos recorrió su camino a la libertad.
Tan pronto como llego a la salida y el viento soplo y pego contra rostro la puerta fue abierta y el aroma a vainilla con canela inundo sus fosas nasales reconociendo inmediatamente al dueño de ese aroma.

Era él, su omega.

Su lobo se inquieto al sentirlo y reconocerlo, feliz de verlo pero triste al saber su realidad.

No alzo la mirada.

No quería ver al dueño y causante de su dolor.

Apretó los puños y se hizo aun lado conteniendo las lágrimas de impotencia y dolor. Los recuerdos grises y melancólicos rebobinaron en su mente recordándole que no era su omega ahora ni nunca, jamas lo sería porque se lo había dejado muy en claro aquella tarde en que se conocieron.

Espero a que el omega siguiera su camino y poder respirar tranquilo, mas nunca espero que alguien gritara el nombre de aquel omega delante de él.

Una figura alta y masculina lo obligo a permanecer de lado, claramente era un alfa.

Con la mirada en el suelo observó el brillo de los zapatos caros y brillosos.

Negó amargamente.

Debió suponer que su omega no andaría solo, pantalones caros hechos a la medida, zapatos italianos mandados hacer y pulcramente boleados, ese era el alfa por el que su omega lo había botado a él, sin dar le la oportunidad de conocer le.

¿Por que lo haría? ¿Por qué le daría a él el privilegio de conocer a un omega como el que debía ser suyo?

Joyas, relojes y autos de marca, trajes mandados a diseñar única y exclusivamente para ellos. Un mundo del que nunca sería parte ni en sus sueños más surrealistas.

Ahora entendía porque aquel omega le había rechazado.

Salió de la cafetería lo más rápido que sus entumecidas piernas le permitieron, no quería estar ahí, tampoco respirar el mismo aire que aquel ser tan despiadado respiraba.

Quería gritar y destrozar todo a su paso, esfumar la impotencia que sentía, la debilidad y el dolor que albergaba su corazón.

Sus pasos lo guiaron a su lugar favorito en donde una vez llego destrozo todos los muebles abandonados y viejos tratando de disipar su ira y dolor con los ruidos y estruendos de madera crujir por la fuerza y rabia ejercida que llenaron sus oídos. Los añicos de madera y material guardado ahí fueron víctima de su desenfrenada ira y sufrimiento.

Con las manos sangradas y el sudor en su frente grito de dolor desgarrando su garganta, dejando que el dolor acumulado en su interior saliera aflorando sus sentimientos, sentimientos que quería enterrar para siempre.

En su momento de dolor juro jamás llorar, jamás sufrir por amor, soltando las últimas lágrimas que sus ojos dejaron salir.

Sin saber que esas no serían las últimas lágrimas derramadas por amor, porque lo que el destino tenía preparado para él era uno más doloroso que ser rechazado por su omega destinado. Aquel destino que pondría aprueba su resistencia y coraje para llegar y conocer al verdadero amor de su vida.

—D-detente.. Por favor. —susurraron a sus espaldas.

BLUE 💜 Yoontae💜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora