C a p í t u l o 1 0

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|| Y recuerden amigos, F23 nunca existió. Sjsjsjsjsj ||

El cura del pueblo cabalga con su fiel caballo en dirección a la iglesia de Karmaland.

Hoy toca atender en el confesionario.

Últimamente, Rubius siente que ser un poco más responsable con su trabajo espiritual puede resultar de ayuda en un futuro no tan lejano.

Supone, además, que esto se debe a la estrecha relación que lleva con el devoto de los dioses oscuros.

No quiere que los de arriba piensen que su favorito los ha olvidado.

Frunce el ceño al ver que no hay nadie en la zona. Generalmente, las monjas y los devotos mantienen conversaciones agradables a la entrada del templo.

Tira de las puertas para poder proceder con su trabajo, pero estas de ninguna manera se abren.

ㅡAy por las ratas.

Su vista viaja por toda la fachada de la iglesia. ¿No hay un cartel? ¿Nada?
¡El buzón!

Maldita sea, joder.

Una carta reposa en la soledad del buzón. Lo cierto es que nunca llega correspondencia al lugar.

"Impuestos"

La iglesia de Karmaland queda precintada hasta que el encargado, el señor Rubius pague los impuestos correspondientes del establecimiento.

De no abonar la cantidad solicitada, el recinto será retirado con maquinaria pesada.

Considerando el número de fieles que visitan a diario el lugar, se le solicita el 25% de las ofrendas.
El dinero se abonará durante la primera semana de cada mes.

Ayuntamiento de Karmaland.

La nota se convierte en una mísera bola arrugada de papel en la mano del rubio.

ㅡ¿Impuestos? ¿Impuestos al único método que tienen para pedirle favores a los dioses? Fuck that shit.

Se carcajea, nervioso, impotente.

ㅡMira lo que me importan tus impuestos, Lolito. Mira lo que me importan.

Toma su pico mamadísimo. Ese que siempre lleva en su mochila, entonces golpea con este las puertas.
Una y otra vez, violentamente.

ㅡ¿Creen que me van a meter miedo? ¿A mi?ㅡ farfulla, destruyendo las puertas con la herramienta de diamante.

ㅡPues no.

Ese no es su alcalde.
Definitivamente no lo es.

Cuando la entrada se reduce a tablones de madera sueltos, Doblas sacude sus manos, guarda el pico y acomoda bien su gorro de osito.

ㅡEntrada libre. Nice, nice.

Cruza los brazos, al entrar al edificio busca su ropa y se cambia como corresponde.
Entra entonces al confesionario.

Al carajo los impuestos.

○●○

La respiración errática del albino podría sentirse desde la lejanía. Traga grueso, avanzando por las escaleras que lo dirigen a la fortaleza de Borja.

Ataraxia | Karmaland | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora