||Primer especial, claro que sí. Recuerden que son hechos canónicos. uwu||
Hace año y medio atrás.
Muchos, por no decir "la mayoría", pueden recordar la emoción provocada por verse en ese momento en el cual debían estar o caminar hacia el altar. Comentarán, con euforia o nostalgia la manera en que sus manos no dejaban de temblar o las sonrisas inquietas que soltaban a sus parejas, mientras el cura profería bendiciones y mantenía un lindo discurso. Dirán, probablemente, que todo resultó más perfecto y encantador de lo que se pensaba y que ninguna celebración se le podría asemejar de ninguna manera.
Mangel y Lolito tenían recuerdos muy distintos de lo que casi pudo ser y nunca llegó a existir con respecto al común denominandor de las personas.
Si les preguntaban, se trataba de un pensamiento agridulce. Tan tranquilizador como pesado. Siempre quedaría flotando la pregunta "¿y si hubiera ocurrido tal cosa?", pero ambos estaban seguros de que nunca repetirían aquél día.
En esos momentos, por la mañana, Ángel se encontraba consumiendo su tercer cigarrillo de la última hora. No estaba nervioso, sólo algo... atolondrado.
Una boda no es un juego.
El recuerdo de Rubén bufando de decepción tras su pedida de mano a Lolo se le antojó amargo y por un momento, concordó con aquella expresión que su mejor amigo le había ofrecido. Lamentaba un poco todo.
El cuarto cigarrillo se terminaba cuando Pipi Estrada ladró advirtiendo la llegada de alguien a su aún, hogar sin terminar.
Rubius.
Se extrañó verlo vestido de cura. Siempre creyó que la ironía tras el comportamiento de Rubén y su vuelco hacia la Iglesia era algo digno de relatar. En el sentido cómico (y no) incluso parecía una crítica social (o no). Pero su amigo de gorro de Pedobear estaba lo suficientemente ocupado como para no atender el propio "agujero" social en el que se había metido con tremenda coña.
Le preguntó acerca de su ropa, respondiéndole el aún no teñido de rubio que ya que hoy se encargaba de casarlos a Lolito y a él, decidió abrir el confesionario un rato y luego ponerse a preparar todo.
Ahí estaba de nuevo, ese tono de "joder, ¿qué hiciste?". Rub siempre fue malo disimulando. Eso tranquilizó de alguna manera al de la banana; aunque quisiera o no, Doblas siempre era transparente.
Resultó reconfortante.
ㅡNo quiero casarme.
El cura rió, sin entender porqué de repente todo se había vuelto tan negativo.
ㅡNo quiero casarlos, Mahe.
Sí, bueno. Las bodas siempre traen sorpresas.
●○●
No estaba seguro de cuanta emoción podía caberle en el pecho. Sus sentimientos, en parte, se entremezclaban de manera sutil, insospechada.
Después de todo, entre el amor y la obsesión, la línea de egoísmo que los separa, es tan fina como peligrosa.Lolito siempre había sido un poco más egoísta. Su Niña era de él. No lo toquen, no lo miren. No le hablen. ¡Ah! Un bonito drama japonés vuelto realidad.
C
asarse, en ese momento, se traducía a "ninguna zorra más podrá joder". Eso, en la cabeza del pelirrojo, sonaba maravilloso.
Mangel era para él, un lindo capricho que había podido encontrar en el marco de vivir en un pueblo tan caótico como Karmaland. Y joder, se había acostumbrado a la calma casi fría del de lentes y bandanas. Imaginaba que ambos se complementaban de alguna manera: él tan caótico y Mango tan silencioso. Como el agua quieta en un mar calmo; misterioso, encantador y terrorífico en partes iguales.
Sí, se había encaprichado. Sí, el matrimonio los ataría para siempre. Ni la muerte podría separarlos.
Sí, Rogel era un capricho.
Una bonita marioneta que aún no entendía en qué podría usar.No era tanto amor como esperaría, pero los sentimientos siempre son camufables; el brillo en sus ojos podría producirlo cualquier cosa si Mangel no lograba provocarlo.
Todo era manejable, sí.Auron lo estaba acompañando. Pronto lo llevaría hasta el altar.
Por el momento, se dedicaba a halagarlo. No era para menos. El traje blanco le sentaba de maravilla, resaltando esa delicadeza tan propia de él. Sus largas hebras rojizas estaban peinadas hacia atrás, apenas dejando mechones rebeldes que cayeran por su frente.
La imagen era majestuosa.Pero los minutos pasaban y la señal de que podría caminar hasta el altar no llegaba.
Rubius (de mala gana, no está de más aclarar) estaba listo, igual de atento que los invitados.
Todo estaba en orden.Ah.
Excepto por ese pequeño detalle.Uno de los novios nunca llegó.
○●○
Mangel tiró al suelo la duodécima colilla del día. Observó la hora en su celular. Habían pasado quince minutos.
Y, a pesar de que el corazón le ardía por estar tratando de deshacerse de una dependencia que probablemente terminaría matándolo, se sintió tranquilo.
No ir a su propia boda había sido, probablemente, la mejor decisión que pudo haber tomado.
De todos modos, no tenía constancia de cuanto soportaría la separación inminente que vendría a partir de este hecho. Él era un hombre de costumbres, de rutina. No tenía ganas suficientes como para rehacer sus relaciones y "enamorarse" de nuevo.
Necesitaba descansar, se dijo. Había hecho lo correcto, convenció a su pesado corazón.
Un mensaje irrumpió el tan tortuoso como suave silencio.
"Te quiero lejísimos de mí"
"Lejísimos"Sonrió, sabiendo que, como perro viejo, en algún momento volvería a sus costumbres.
-*-*-*-*-
Hice licor de chocolate. Me ha quedado fantástico.
Otro datazo:
Originalmente, sólo iba a morir Mangel, pero luego dije, "bah, metele con toda" y booom. Psycho killer.
Otro, otro dato: William iba a morir durante la tortura propiciada por Fargan, entonces me acordé de sus ojitos y de que Limos lo necesitaba. =u=
Los amo.

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Ataraxia | Karmaland | Terminada
FanfictionAtaraxia: Imperturbabilidad. Porque en Karmaland hay de todo menos serenidad. Ni un ápice, siquiera. ¿Qué ocurre cuando los errores olvidados y los fantasmas pisoteados por las olas del tiempo se alzan a gran voz? ¿Qué pasa si los oscuros secretos...