C a p í t u l o 1 0 2

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El rencor es un sentimiento de enfado profundo y persistente; un resentimiento arraigado que desequilibra y enferma el cuerpo y la mente. El origen del rencor puede deberse a varias razones, ya sea porque alguien ha insultado, ofendido, maltratado o dañado al sujeto en cuestión. A raíz del rencor, nace el odio, emoción que se retroalimenta en un ciclo que puede finalizar con la superación del asunto o bien, "cuando la venganza ha sido culminada".

Y, enhorabuena, has acertado. Fargan no es un hombre que deje impune absolutamente a nadie.

Esta vez, puede decir que tiene razones para hacerlo. El inicio de todas sus desgracias es y siempre ha sido Auron. Le jode haber tenido que ver a la pequeña Tortilla agonizar en sus brazos para por fin darse cuenta. Oh, doloroso proceso de superación, ¿cuándo vas a culminar? David le ha perdido el sabor a sus días y esa constante desazón, está seguro, sólo desaparecerá en el momento en el que Raúl sea borrado del maldito mapa. Por supuesto que sí.

Suspira. Sacude su cabello. Envaina la espada de diamante y acomoda su camisa de oficial. Su máscara disimula aquella casi inconfundible mirada de pupilas enormes, dispuestas a ver sangre correr. Las ansias de matar asaltan sus sentidos. Vuelve a suspirar, buscando no volverse loco. Ignora su celular, Alex ha estado pesado, ¿por qué lo llama tanto? Ni que le hubiese contado los pormenores de su plan. Ni que le hubiese contado el plan. ¿La última vez que se vieron ha actuado de manera muy dramática?

Le escribe un escueto "estoy bien", que sólo aumenta las llamadas en los próximos cinco minutos. Sale de su hogar de paredes blancas, vacías, dejando el celular en casa y con él, un último y preocupado "no te mueras, Búho".

Entrar en el Ayuntamiento no es difícil para él. Viste como policía, trabaja de policía, es un policía. Uno con necesidades urgentes de ver al Alcalde porque "es un asunto de suma importancia". Claro que sí. Aprieta los dientes en una de las sonrisas más falsas que su boca ha podido crear. Se ha dado cuenta de que el psicólogo ha tardado en abrir la puerta. El porqué se responde con facilidad: necesitaba envainar su espada. Relame sus labios, tomando una postura seria. Muy seria.

Auron no se permite intimidar. Al menos no por ahora. Tiene bastante en claro la última amenaza de Fargan hacia su persona. Si ha llegado a saldar cuentas, entonces está bien. No puede huir ahora. Ni ayer, ni nunca. Esto es parte de todo el embrollo que él mismo ha creado. Sonríe de lado. El boomer será más alto que él, pero no le teme. Además, puede verlo. Nota la poca estabilidad de su contraparte, porque no deja de golpear su pie derecho contra el suelo y, a pesar de mantener el contacto visual, su mirada se traduce en un estado de completa incomodidad. Se aferra a la empuñadura del arma de diamante que trae encima. Raúl amplía aquella sonrisa suya. David quiere matarlo, claro que sí.

El mayor entra sin ser invitado y toma asiento en la silla del Alcalde, llevando sus piernas al escritorio, para entonces cruzarlas. Toma aire de a poco, como si temiera ahogarse con lo mismo que le provee la vida. Auron no profiere palabra, mientras, como de costumbre, toma un par de copas y las llena de vino hasta el ecuador de las mismas. Le parece curioso; Fargan está intentando mantener esa postura cínica que ya conoce de él, aunque nunca había sida aplicada para su persona.

El silencio reina incluso cuando el Alcalde deja la bebida en la mesa. Lo que ocurre a continuación, sin embargo, resulta sorpresivo, y no significa una grata sorpresa para el menor de los dos. Porque, tomando su correspondiente copa, parte esta en un actuar seco y, poco importándole el mancharse del fruto de la vid, se incorpora, abalanzándose hacia adelante con intención de apuñalar a Raúl.

Es un golpe torpe. El Alcalde logra zafar gracias a sus reflejos.

ㅡPensé que hablaríamos un poco, ¿no?ㅡ la pregunta, con sorpresa palpable, sólo logra aumentar la confianza de Fargan.

ㅡ¿Para qué alargar lo inevitable? Uno de los dos va a morir hoy, sinceramente, no vine con ganas de hablar, doctor.

***

Sus dedos golpetean con insistencia la brillante carcaza blanca de su casco. Alexby a veces siente que está condenado a repetir la historia una y otra vez: alguien llega, le des-amarga la vida y luego se va. Staxx, Mangel, ahora Fargan. Se dice que quizá carga una maldición encima y por eso pasa lo que pasa. Ríe sin un ápice de gracia, dejando que sus carcajadas reboten en la puerta de su despacho en comisaría.

Durante su momento, en el que deja que todos en comisaría oigan sus risotadas aparentemente desquiciadas, uno de los sub-oficiales entra sin tocar a la oficina del mayor al mando, recibiendo un librazo en la cara. Alex no va a permitir que una interrupción como esa provoque que alguien observe su rostro.

Tras colocarse el casco, espeta con fingida soltura: "anda, entra, imbécil".

El informe es claro. El oficial Fargan y el Alcalde están peleando en la oficina de este mismo. Y el escándalo parece acrecentarse por cada minuto que pasa.

Todas las alarmas del policía chikito se activan. Ordena que vigilen el perímetro y que estén alertas ante cualquier acción suficientemente preocupante.

ㅡPero- ¿no quiere que arrestemos a David?

ㅡTócate los huevos, cabrón. ¡No! No quiero.

La conversación culmina allí.
El sentimiento de tener una "nada" en el pecho lo atormenta con fuerza. Alex no se atreve a salir de la oficina en los próximos veinte minutos.
Permanece sumergido en sus pensamientos, hasta que la radio sacude su tormentoso silencio, con un mensaje corto, intenso.

"Señor. Fargan ha caído por el ventanal."

-*-*-*-*-

Es un capítulo corto. Es que apenas terminé mis clases. Y no quería quedarme sin actualizar.
El próximo capítulo va a ser más pesado. Y largo.

Los quiero.

Ataraxia | Karmaland | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora