Parte 46

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Llegas a casa cansado, con mil y un pensamientos dándote vueltas sin orden alguno.

Saludas a Glen y a Peter, que están en la sala viendo un programa de america's got talent que tanto les divierte, Scott sale de la cocina con un vaso de agua, haces un gesto de saludo que él te responde y sigue su camino al estudio de papá donde le gusta encerrarse a estudiar. Los gemelos gritan sus saludos desde escaleras arriba, y te recuerdan a su vez que es tu turno de lavar los trastes.

Resignado tiras tu mochila en uno de los sillones desocupados y te quitas la sudadera para no mojarla. Vas a la cocina y suspiras. No es que te disguste ayudar en casa, es que son tantos en la familia Kirkland que a veces en un solo día se acumulan una buena cantidad de trastes sucios en el fregadero. Miras la montaña de trastes en el fregadero, que parecen burlarse de ti sin piedad, pero no te dejas intimidar, aunque la flojera dentro de ti te pida que lo pospongas para después, tú no te dejas engatusar por ella y te pones manos a la obra.

Poco a poco la montaña va disminuyendo un poco más, y mientras estas enjabonando un vaso de cristal, admites para ti mismo que lavar trastes te gusta. No por el hecho de estar parado tanto rato mojándote las manos y teniendo que destapar la coladera del fregadero de restos de comida asquerosa y mojada, sino porque te permite relajarte y perderte en tus pensamientos a sabiendas que el acto mecánico no necesita que le prestes mucha atención. Lo cual te permite calmarte y poner en orden tus pensamientos.

A ver, primero ¿Era enserio que la orientación sexual cambiaba a alguien?

Pensó en Vlad y en Lukas, en lo bien que se llevaban, en las bromas, en los choques de puños, en las risas y en las veces en que lo habían ayudado.

¿Había algo diferente en ellos? Si nunca le hubieran dicho que eran gays él no lo habría ni pensado. Es decir, eran normales.

Normal... ¿Qué era ser normal?

¿Él era normal? ¿Por ser hetero él era normal? ¿Arthur era hetero?

Nunca se lo había preguntado, es decir... Si lo era ¿no? Porque ¿Qué otra cosa podía ser?

Esto era como las mezclas en química, eran heterogéneas o homogéneas. Homosexuales y heterosexuales. Y si ser gay estaba mal entonces no había razón para pensar que Arthur no era heterosexual.

¿Pero enserio eso era ser normal?

El recuerdo de esa tarde volvió a él, el oficial Robert y las palabras de oficial Phil se reproducían en su mente. El oficial Robert se veía normal, de hecho, se veía como una persona confiable y genial, entonces ¿Qué diferencia hacia que fuera gay?

"Que eso es algo asqueroso, ¿Cómo pueden besar a otro hombre? Qué asco"

Una voz parecida a la de su padre se reprodujo en su mente, retrayendo sus propias indagaciones.

Su padre siempre tenía razón, él era un hombre muy inteligente que había estudiado contabilidad y que ahora trabajaba en una empresa grande como empleado de alta confianza de uno de los socios.

Su padre siempre era bueno con ellos, aunque no se tentaba el corazón para regañarlos o castigarlos cuando cometían errores, tenía la suficiente autoridad para hacerlos temblar a todos. Incluso Scott, que era el más grande y quien más se atrevía a contradecir a su padre, se callaba en cuanto el hombre elevaba la voz.

Él no era un hombre malo, era dulce con su madre, regalándole flores de improviso, y saliendo con ellos para jugar futbol en el parque. Le enseñaba con paciencia a Peter para que pudiera leer en voz alta. Y siempre era el primero en felicitarlos cuando lograban algo.

Aunque a veces tenía un humor del demonio, que lastimosamente era hereditario, y le hablaba muy mal a su madre y a ellos mismos. Había veces en que Arthur sentía que lo odiaba, y otras en que se sentía tan dolido que se preguntaba si su padre realmente lo quiso alguna vez.

Porque él no era fuerte y decidido como Scott, no era listo y sagaz como Glen, no era valiente y gracioso como Bryan, no era amistoso e intrépido como Ryan, ni dulce y travieso como Peter.

El solo era Arthur; mal humorado, indeciso, de pocos (o nada) de amigos, y solitario.

Arthur.

Solo Arthur.

Pero si dudaba del amor que tenía su padre por él, solo tenía que ver como trataba a Peter, y recordar como el mismo fue tratado con ese mismo amor y paciencia cuando él era pequeño.

Solo tenía que recordar las entradas a los conciertos a los que había ido apilados como recuerdo en un cajón de su cómoda, cortesía de su padre, para recordar que lo quería.

Solo necesitaba entrar en la oficina de su padre y buscar su agenda para encontrar un apartado con su nombre y los posibles regalos que le haría en su cumpleaños o navidad anotados como lista, para saber que ese hombre lo quería.

Y si dudaba que los quisiera a todos ellos, solo tenía que ver las fotos familiares que su padre tenía en su estudio enmarcadas, o la foto que guardaba en su billetera.

Su padre los amaba, y ellos a él.

Y por mucho tiempo su palabra fue ley para Arthur. Las cosas debían de tener la explicación que su padre le daba por que el siempre estaba en lo correcto, porque él era grande y, fuerte y todo lo sabía. ¿Cierto?

Termino de lavar los platos y se secó las manos.

Estaba asustado de poner en duda la palabra de su padre.

Por primera vez se dio cuenta que cuestionar algo tan simple como el hecho de si la homosexualidad estaba bien o mal, tenía implicaciones más profundas de lo que esperaba.

Porque no se trataba de lo que el pensase sobre eso.

Se trataba de ir en contra de una persona que era un pilar en su vida.

Y eso lo asusto.

La vida de adolescente de Arthur Kirkland. HetaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora