Parte 98

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Levantas la vista de la revista de deporte que encontraste sobre la cama de Alfred, te concentras para escuchar los ruidos que vienen de abajo.

Ya no se escuchan gritos.

Asumes que ya aclararon las cosas.

Y realmente esperas que lo hayan hecho, porque no te crees capaz de soportar otro Alfred ansioso y desesperado.

No que te quejes.

Es solo que Alfred es mas de naturaleza alegre y despreocupada, eso has notado desde que comen juntos, y verlo de esa forma te resulta impropia de él.

Pero a la vez es tranquilizante ver a otra persona de tu edad con inquietudes y problemas. Te da cierta sensación de solidaridad y empatía que no habías sentido antes.

Dejas tus cavilaciones para mirar la hora en tu celular.

-¡Mierda! ¡Ya son las siete! - Si no te apresuras llegaras muy tarde a casa y tus padres te castigaran. Haces una mueca. Castigado en la escuela y en casa. Mierda, y ellos creen que ayudas como tutor en las tardes, ni siquiera saben de Alfred. ¿Ahora que mierda les vas a decir como excusa? Ojalá no hayan llamado a Lukas o a Vlad, si llaman a Vlad seguro les cuenta de la pelea y el castigo. Mierda, mierda, mierda.

Dejas la revista donde la encontraste, sales de la habitación y bajas con lentitud las escaleras, en espera de no interrumpir nada. Notas que los americanos están en el sillón más grande abrazados, con vergüenza anuncias tu llegada aclarando tu garganta, solo la señora Claire voltea a verte. Sus ojos están rojos e hinchados, signo claro de que ha llorado. Finges no notarlo.

-Arthur, cielo, ¿necesitas algo?

-Sí, ya es muy tarde y necesito irme a casa ya. - Ella asiente.

-Lo siento, creo que Alfred no va a poder acompañarte, se quedó dormido

-Oh, no se preocupe, solo necesito saber unas cuantas direcciones y poder irme solo. – Ella inicia a explicarte los horarios y rutas de los autobuses que pasan a esas horas y como llegar a ellos, tu escuchas atentamente, trazando de forma mental la ruta más rápida para llegar no tan noche a casa. - Gracias, señora, un placer conocerla.

-El placer fue mío, cielo, ve con cuidado. –

-Gracias, ¿podría decirle a Alfred que lo veré en la escuela? - Ella asiente con una sonrisa y tu sales contento por Alfred. Parecía que todo ya estaba bien. Caminas unas cuantas calles y te subes al autobús que necesitas. Ojalá tus padres hayan trabajado hasta tarde y no estén en casa ya. 

La vida de adolescente de Arthur Kirkland. HetaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora