9. ¿Si, amor?

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Narra Amber: El domingo había llegado y el almuerzo en lo de Grace iba a darle paso a un pedido de disculpas. Leo se ha pasado todo el sábado en el departamento, planeando como pedirle perdón a Nara, ha comprado todos sus chocolates favoritos, ha encargado las margaritas más hermosas que yo he visto en mi vida y ahora estábamos en el auto de Alex, llegando a lo de su abuela, dónde Nara, Keila y Max, ya estaban esperando junto a nuestra familia.
Carlos iba en la parte trasera, con su cabeza apoyada en mi regazo, ya que le dejé la parte de adelante a Leo, no quiero que mi perro se coma las flores.

—¿Crees que ella me va a perdonar?— preguntó Leo mirándome sobre su hombro.

—Leo, hablas como si hubieses matado a su gato, ya deja de hacer drama, seguro te recibe de brazos abiertos y feliz— dije ya cansada. He escuchado esa pregunta durante todo el sábado, estoy deseando que Nara lo bese, así acaba con su calvario, pobrecito, está realmente enamorado de ella.

Llegamos a lo de Grace y yo me bajé con Carlos, entre realmente corriendo, le voy a rogar a Nara que lo perdone rápido, porque Leo es tan tierno. Realmente son opuestos, Nara es tan poco demostrativa y Leo es tan...intenso, tal vez por eso se quieren.
Solté a Carlos, que empezó a correr por el gran jardín, a la vez que yo corría, pero hacia las chicas.

—¿Qué sucede?— preguntó Keila.

—Nara, perdona a Leo, por favor, estoy harta de escucharlo arrepentirse, por favor, dile que lo amas y lo perdonas y que aún quieres tener hijos con el y...— Nara interrumpió mi agitado discurso con una carcajada.

—Amber, el y yo no queremos hijos, pero si pide perdón, lo perdonaré— dijo Nara cruzándose de brazos a la vez que se reía.
—Oh, ahí viene— se puso seria y miró hacia otra parte.
Leo se veía realmente sacado de una película, con los chocolates en una mano y con las margaritas en la otra, mientras que Alex venía a su lado, jeans negros, chaqueta de cuero, lentes de sol, fumando un cigarro y peinando sus rizos, creando el contraste perfecto del chico malo con el chico bueno.

—Hola, princesa— mi papá me abrazó por los hombros, pero cuando vio a Leo su expresión se mezcló entre confusión y diversión.
—Uf, ni yo hice eso por tu mamá— papá no le podía quitar los ojos de encima, creo que nadie puede, decidí que no iba a ver esa parte de la velada, no quiero ver a Leo ponerse aún más intenso, así que me fui a la cocina, dónde estaban Grace y mi madre, hablando de un partido de básquet que realmente no ví.

—Hola— dije interrumpiendo su charla. Después de abrazarlas a ambas, me quedé parada, con la espalda apoyada en la mesada, mientras trataba de agarrar el hilo de la charla, pero tengo que aprovechar a qué Alex no está cerca.
—Grace ¿Sabes que le pasa a Alex?— pregunté comiéndome un maní de los que estaban en la mesa. La expresión de Grace cambio, rayos, la acabo de preocupar. Ella iba a contestar, pero Alex entro a la cocina, acompañado de Sebastián. Ellos son realmente iguales, parecen más hermanos que padre e hijo.

—Hola, guapas— Alex saludo a mi madre dándole un beso en la frente y después abrazó a su abuela, es realmente es su niño mimado.

—Hola— dijo Sebastián con una sonrisa tímida antes de sentarse en una de las sillas.

Alex y yo ayudamos a Grace a terminar lo que faltaba, después pusimos la mesa y luego nos sentamos a comer. Por suerte, Leo y Nara, ya estaban como el domingo pasado, tomaditos de la mano y sirviéndose el uno al otro.
En fin, yo me senté a un lado de Alex, con una de mis piernas sobre su muslo y con su mano sobre este, le cuesta comer con una mano sola, pero no va a soltar mi muslo aunque eso le cueste la vida.
La charla seguía siendo sobre el bendito partido de básquet, el cual no ví, pero según comentarios, fue muy bueno y el equipo local había derrotado al visitante de una manera excelente, pero eso no parecía ser tema de interés para mí novio. Nada parece ser tema de interés para el, ya que tiene la mirada perdida en su comida y come como si fuera un robot entrenado solo para eso.

—Cariño— apoyé mi mentón en su hombro y cuando el agachó su mirada, nuestros ojos se encontraron.
—¿Qué pasa, campeón?— pregunté con una sonrisa a la vez que acariciaba su mejilla. El suspiró profundamente y después negó con la cabeza.

—Mejor hablemos en casa ¿Si, amor?— preguntó el acomodando mi boina y yo asentí, aunque espero que eso no se le pase cuando lleguemos al departamento.
[...]
Estaba acostada, preparando una de las clases para mañana, mientras esperaba a que Alex viniera a la cama, aún tenemos que hablar, se que el está tratando de evitarlo, pero ya me tiene muy preocupada.
El no es una persona amargada, pero estos días ha tenido el ánimo por el suelo y se que no es por el trabajo ni nada por el estilo.
Una de las razones por las que quiero que Alex vuelva a terapia, es porque se ha vuelto casi tan cerrado como antes y no quiero que oculte sus problemas de mi. Se que el esta convencido de que puede resolver todo solo, pero a veces no es así.

Alex entró al cuarto, el estaba descalzo, con solo un jogging puesto y se estaba peinando con los dedos, sus maravillosos y mágicos dedos. Rezo para que no use sus atributos para distraerme porque lo logrará si lo hace.

—¿Quieres algo antes de dormir? ¿Té?— preguntó el mirándome fijamente, está tratando de seducirme y distraerme y sus técnicas tienen la misma eficiencia de el primer día.
Levanté la taza de té que tenía en la mesa de luz y el asintió, a la vez que apagaba la luz, yo prendí la lámpara de la mesa de luz a la vez que cerraba mi computadora.

—Creo que nosotros tenemos que hablar— deje la computadora a un lado y después me gire hacia el, apoyando mi mejilla en mi mano.

—¿En serio tenemos que hablar de esto? No quiero hacerlo— dijo el antes de arrastrarme, para abrazarme y hacer que mi cabeza descanse en su pecho.

—Cariño, yo no te quiero presionar ¿Si? Pero es que me pone muy mal verte triste y quiero saber porque lo estás— dije acariciando el tatuaje de la "A" que el tiene en su muñeca derecha y yo también. Se que la suya es por mi y la mía es por el, pero no sé lo diré, alimentaría mucho su ego.

Alex suspiró, acarició mi espalda y me abrazó, como si yo me fuera a escapar hacia alguna parte.

—Creo que mi padre está enfermo y no me lo quiere decir— dijo Alex tomándome por sopresa. ¿Enfermo de qué podría estar Sebastián? El se ve realmente en buen estado.
Levanté mi vista y miré a Alex confundida.

—¿Enfermo de qué? ¿Y por qué lo crees?— pregunté en una voz suave.

—Creo que tiene cáncer o alguna mierda de esas— respondió el, notablemente preocupado.

—¿Qué? ¿Por qué piensas eso?— pregunté sorprendida. Sebastián es jóven aún y además hoy se veía fresco como una lechuga. Estoy muy preocupada y confundida.

—El otro día, en la empresa me pidió que le arregle una cosa en la computadora, el había dejado unas pestañas abiertas y en una de ellas había un montón de información sobre el cáncer y tratamiento y cosas por el estilo, no me lo he podido sacar de la cabeza desde entonces— respondió Alex con el ceño fruncido.

—¿Le preguntaste?

Alex negó y yo me perdí aún más. No sabría que hacer si su padre está enfermo de esa forma, no sabría cómo consolarlo, ni que decir. Alex perdería toda esperanza de poder disfrutar de su padre, aunque sea de adulto y no quiero que Alex se deprima como la vez en la que su mamá se internó en rehabilitación, nos costó mucho subirle el ánimo en esa época y odio ver a Alex deprimido, se merece tanto ser feliz.

—Le preguntaremos ¿Si, amor?— acaricié su mejilla y el asintió.
—Ven aquí— cambie de posición y su cabeza quedó sobre mi pecho, a la vez que su brazo rodeaba mi cintura.
Por favor, no te derrumbes, marinero.

Alex (||)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora