25. ¿Charla con Amber?

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Narra Alex: Amber... una luz en la oscuridad, la lluvia con sol, el arcoíris después de la tempestad, todo lo bueno que alguien puede querer.
Ella me cuida, como si yo fuera un pequeño niño, aunque se que no es bueno. Ponerme ebrio hasta estas condiciones no es bueno. No quiero revivir traumas y fantasmas del pasado. Amber ya tuvo demasiado de eso en su infancia y yo tuve suficiente de eso en mi adolescencia. Ninguno la pasó bien en ese entonces y no voy a permitir que ninguno de los dos vuelva a estar así de triste.

Amber, ajena a todas las voces de mi cabeza, se está encargando de secarme el cabello, mientras que me sonreía y de vez en cuando me daba un beso, tratando de subirme el animo, pero me siento demasiado culpable, ademas avergonzado, ya que hace unos minutos vomité y fue horrible para mi.

Amber terminó de secarme el cabello, me preguntó si quería que me afeite y yo le dije que sí. Me encanta que ella sea así conmigo, me da su cariño incondicional y siempre está dispuesta a hacer todo por mi, al igual que yo haría por ella.

Ella preparó todo, para después, empezar a usar la bic, con demasiado cuidado, como si la más mínima cortada me pudiera herir un órgano vital.

—Te amo— le susurré y ella sonrió, antes de besar mi frente, para después volver a afeitarme.

—Maldita regla, tengo tantas ganas de que me lleves a la cama ahora mismo— susurró ella, con su cara de extrema concentración, lo que me hizo soltar una carcajada.
Sí, esa es una regla muy jodida.
Seguramente no vuelva a embriagar para no tener que pensar en esa regla.

Después de que ella terminara, se bajo de la pileta y yo me enjuague la cara, ella me la secó y sonrió.

—Admito que eres todo un papi con barba, pero ahora pareces un hermoso badboy de secundaria— dijo ella, levantando sus cejas de forma burlona, mientras sonreía.

—¿A si?— susurré aferrado a la pileta, ya que mi cabeza aún da vueltas. Trato de encontrar algo coqueto para decirle, pero cuando estoy ebrio y con ella, soy un maldito tonto enamorado y solo le quiero decir que la amo una y otra vez.

—¿Vamos a dormir, guapo?— preguntó ella, con una sonrisa, capaz de iluminar el mundo.

—Déjame secarte el pelo— estiré mi mano y acaricié su mejilla. Ella asintió y se paró de espaldas a mi. Tomé el secador y empecé a hacer mi trabajo. Me gusta mucho cuidar de Amber, pero también me gusta mucho jugar con su cabello, negro, como una noche sin estrellas, pero brillante, como un diamante.

Casi me caigo un par de veces, pero la pileta lo impidió. Después de secar su cabello, Amber, guardó el secador en su lugar, para después rodear rodear mi cintura y ayudarme a llegar hacia nuestro cuarto.

Nos tiramos a la cama, ella con su cabeza sobre mi pecho y un libro en su mano, ofreciéndome leerme para dormir, como si yo fuera un niño pequeño. Por supuesto acepté.

La voz de Amber siempre tuvo ese poder para mi, desde aquella vez en la que Rose nos mandó a leer para uno de sus exámenes, recuerdo que me quedé dormido y todos estos años después, sigue teniendo el mismo efecto.
[...]
El lunes, al medio día, me encontraba en la oficina, arreglando algunas cosas en la computadora y fijándome los horarios de la próxima reunión.
Para mi suerte me gusta mi trabajo y soy bueno en lo que hago. Mi padre está muy orgulloso de mi trabajo y bueno, mi abuelo me dijo que lo hacía "bien", lo que es más que un logro para cualquiera en esta empresa.

Estaba distraído en mis papeles, cuando unos golpes en mi puerta me hicieron levantar la vista.

—Adelante— dije guardando mis papeles en una carpeta.

Como si lo hubiese invocado, el señor Rami, entró por la puerta, con una rara sonrisa amable y demasiado amable para ser el.

—Buenas, Rami— dije antes de mirar mi computadora. De pequeño no me dejaba decirle abuelo, así que lo adopte como hábito y jamás se lo pude decir.

Alex (||)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora