71. Epílogo

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Narra Amber: Domingo de comida en lo de Grace

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Narra Amber: Domingo de comida en lo de Grace.

Alex estaba acomodando a Perséfone en la parte de atrás de su auto, asegurándose de que ella tenga un viaje seguro. Cuando él se convenció de que todo estaba bien, se sentó a mi lado, pues decidí manejar hoy.

Encendí el motor y me puse en camino, mientras el aire de verano golpeaba mi rostro. Siempre me he sentido libre al manejar, será por eso que lo hago desde los 16, desde aquella vez que papá accedió a enseñarme después de muchos ruegos.

Ha pasado tanto tiempo de aquella Amber adolescente que se escondía pensando que desaparecer unos días significaba que sus problemas se iban a resolver, inocente. Pero le agradezco, pues gracias a ella aprendí a ser valiente y ahora no tengo miedo de afrontar los problemas que se me presenten.

—¿Qué piensas, preciosa?— preguntó Alex, apoyando su mano sobre mi muslo desnudo, subiendo aún más el vestido.

Lo miré por un leve momento, sus ojos celestes brillando a la luz del sol, su barbita y su perfilado rostro, precioso, como siempre.

—En que tengo mucha hambre— sonreí, mirando al camino, mientras mi cabello volaba a causa del aire que entraba por la ventana.

—Oh... yo puedo ayudar en eso— Alex empezó a ir más arriba con su mano, hasta rozar el borde de mis bragas.

—¡Alex!— le di una pequeña cachetada a su mano y él la alejó.
—Estoy manejando y nuestra hija está ahí detrás ¿podrías comportarte?— trate de parecer seria, pero diablos, es tan difícil para mi no sonreír cuando Alex es así.

—No te enojes, princesa, podemos esperar a estar solos— Alex sonrió y su mano volvió a mi muslo.

—¿En casa de tus abuelos?— pregunté, fingiendo inocencia, pues bueno, hasta un rápido debajo de las escaleras hemos tenido.

—Ajá, podemos usar su nuevo cuarto de invitados— el sugirió, sonriéndome sin una pizca de vergüenza.

—¿Y si pasa lo qué pasó aquella vez en el departamento?— pregunté entre risas, recordando nuestro primer día viviendo juntos.

Se ve que nos habíamos extrañado tanto que nuestro sexo fue realmente fuerte y la cama se rompió, haciendo que Alex y yo pasemos de un estado de calentura tremendo a no dejar de reírnos durante dos horas, ya que cada vez que nos mirábamos lo recordábamos. Pero bueno, todo se solucionó colocando el colchón en el piso y teniendo sexo ahí.

—Ese fue un gran día— Alex se cubrió la boca para no reírse a carcajadas, pero no lo logró.

—Ya, basta, mira, llegamos— estacione frente a la casa de Grace y Ray.

Después de sacar a Carlos y Perséfone de la parte trasera del auto, entramos por el jardín trasero, donde toda la familia estaba reunida. Algunos tomando algo, otros comiendo algún bocadillo y otros jugando a la pelota con David.

Alex (||)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora