11. Ya paso

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Narra Alex: Hoy es el primer día de primavera, se supone que hueles las flores, que sientes el aire golpear en tu rostro y que Amber se va a empezar a sonar los mocos por sus alergias.
Pero no es así, aún hace frío, afuera está nublado y tal vez llueva a la tarde, aunque Amber sí va a seguir sonando sus mocos, porque todas las estaciones le dan alergia.
Estaba preparando el desayuno para ella y para mí, me tuve que despertar un poco más temprano, pero no importa, quiero hacerle un mimo a Amber, en símbolo de agradecimiento por soportarme cuando ya nadie lo hace.

Salí de la cocina con la bandeja en mis manos y ví a Amber entrando a la sala, ella traía una de sus camisas de pijama, pero traía sus "bragas cristianas", señal de que le llegó su periodo. A Amber no le apetece tener sexo durante estos días, la verdad es que a mí no me molesta, pero ella dice que la pone incómoda, así que mi única opción es respetarla y admirarla, lo que yo concidero más que un privilegio.
Ella se acostó boca abajo en el sofá, con su cabeza apoyada en sus brazos y su mirada hacia mí.

—Buenos días, marinero— susurró con su mano sobre su vientre regordete que cada vez me gusta más.
Caminé hacia ella, deje la bandeja sobre la mesa ratona y después me senté en el piso, mirando hacia ella.

—¿Te duele?— pregunté besando su mejilla y acariciando su cabello hasta dejarlo detrás de su oreja.

—No te preocupes, estoy acostumbrada— me regaló una sonrisa y yo me puse la bandeja sobre mi regazo, para poder darle a Amber.
—¿Qué hiciste hoy?— preguntó ella poniéndose de costado, dándome una vista espectacular de su ombligo.

—Te hice un sándwich caliente, un jugo de naranja y también te puse galletas bañadas en chocolate— respondí con una sonrisa de orgullo, me gusta hacerla sentir importante y se que estos pequeños detalles la hacen sentir así.

—¿A qué hora vuelves hoy?— preguntó ella comiendo su sandwich.

—A las cinco— respondí acariciando su mejilla sonrosada.

—¿Ya te tienes que ir?— preguntó en una voz muy tierna y yo negué.

—Tengo que irme en una hora— le sonreí.

—¿Puedes abrazarme hasta que te vayas?— susurró y yo creo que no hay manera de negarse. Me levanté del piso y me acosté en el sofá, ella se acurrucó en mis brazos y yo tomé la manta que estaba doblada al borde del sofá, siempre tenemos una en caso de emergencia, como este.
—Gracias— besó mi brazo y yo besé su cabello.

—Princesa— susurré en oído y la abracé más fuerte —Si me lo pides, me quedo contigo— sonreí contra su piel y ella se hizo más pequeña en mis brazos.
[...]
Amber no me pidió que me quede, a ella no le gusta que "pierda mi tiempo con ella", pero lo que ella aún no sabe es que todo mi tiempo es para ella, incluso cuando estoy trabajando en la empresa, siempre pienso en ella.

Estaba terminando unos documentos de la administración, cuando mi papá entró a mi oficina, con cara de que le hace falta una buena siesta.

—Hola, Tom— dijo el, últimamente le ha dado por llamarme por mi segundo nombre.  Recuerdo cuando se lo dije a Amber, ella me dijo que mi nombre completo era sencillamente hermoso y perfecto para mí, pero no me gusta mi segundo nombre y Alex siempre me ha parecido un nombre genial.

—Dime Alex, papá— dije organizando los papeles.

—Sí, lo siento— dijo el sentándose en el sofá como si fuera un indio, dice que le gusta hacerlo en mi oficina, porque hacerlo el la suya sería demasiado rebelde y eso me hizo dudar fuertemente de que mi padre sepa la definición de rebelde.

—¿Qué necesitas, papá?— pregunté dejando mis cosas y prestándole atención.

—Grace me llamó— dijo el con una sonrisa, levanté las cejas, junte mis manos y asentí, como preguntando "¿Y qué?".
—Quiere hacerte una fiesta de cumpleaños— dijo el con una sonrisa nerviosa, todos saben que no me gusta celebrar mi cumpleaños, Amber me regaló un muffin con una vela el año pasado y además me hizo un pastel con mi cara, lo que me hizo mucha gracia y creo que fue mi mejor cumpleaños por lejos, además Amber inventó una versión "mágica" del feliz cumpleaños, lo que me hizo retorcer de la risa en el sofá durante media hora.

—Aún falta bastante para mí cumpleaños— dije encogiendo mis hombros y tecleando algunas cosas en mi computadora.

—Grace lo sabe, por eso quiere que te convenzamos desde ahora— respondió papá soltando una risita.

—Papá, si ella quiere hacerme una fiesta, dile que puede, dile que estoy muy feliz con eso y que no faltare, si es lo que le preocupa, ya no soy un niño de trece años— dije recordando aquel día raro para mi familia. Mi madre y mi abuela me hicieron una fiesta esa vez, yo estaba bastante tranquilo, hasta que ví que todos mis compañeros de clase empezaron a llegar, no se que que circuito falló, ni que mosca me pico, solo se que entré en pánico y me escondí en mi cuarto todo el día. Nadie quiso decirme que pasó con mis amigos, ni yo quise preguntar.

—Oh, está bien, me quedo más tranquilo— dijo papá soltando un suspiro.
Solo cumplo años, no voy a asumir la presidencia, es todo demasiado dramático.

—¿Cómo está Rami?— pregunté cambiando de tema. La verdad que el abuelo Rami para mí siempre fue una persona inexistente, el me odia por el simple hecho de ser hijo de mi madre y la verdad es que a mí el me importa un rábano, pero se que es un tema de importante para mí padre.

—No quiere hacer tratamiento, dice que quiere morir "con dignidad"— papá hizo comillas con sus dedos.
—Sigue siendo un necio y a veces me molesta mucho— papá se puso en posición fetal y escondió su rostro entre sus rodillas.

Suspiré.

Me levanté de mi silla, caminé hacia el sofá y me senté a su lado. Hice un esfuerzo enorme para levantar mi mano y acariciar su espalda.

—Amber una vez me dijo que los padres hacen daño sin querer, pero que a veces lo hacen sabiendo perfectamente el daño que hará— dije y papá me miraba, como un pequeño niño, se que el también tuvo que madurar muy rápido y que su padre lo obligó a ser su copia.

—¿Qué me quieres decir?— preguntó papá.

—Creo que el abuelo Rami es una persona mala y que sabe que te está haciendo daño— dije frunciendo el ceño.

—El fue muy malo contigo cuando yo me fui ¿Verdad?— preguntó papá de una forma muy triste.

—Papá, el siempre fue malo conmigo y con mamá ¿Recuerdas el día que "caí" al barro y mamá tiró un jarrón?— pregunté y papá asintió confundido.
—El abuelo me tiró, cuando mamá me estaba limpiando, la abuela Rosemary le dijo que era una puta, que yo era un mocoso asqueroso y que era una pena que no me hubiesen abortado, entonces mamá le tiró el jarrón y le dijo que si volvía a insultarme de esa forma iba a conocer a la Cleo que se crío en el fango— le confesé tratando de no sonar tan enojado, pero la verdad es que mis abuelos paternos causaron mucha mierda en nuestra familia.
A papá se le llenaron los ojos de lágrimas y después me abrazó.

—Siento tanto que tú y Cleo la hayan pasado tan mal por mi culpa— susurró con la mano en la parte trasera de mi cabeza.

—Ya paso, papá— lo reconforte. ¿Qué más le puedo decir? Nada de lo que yo diga o haga puede cambiar el pasado. Mi familia sufrió daños, sí, pero sigue de pie y eso es lo único que a mí me importa.

Alex (||)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora