61. Siempre a ti, Alex.

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Narra Alex: El sábado había llegado, hoy sería el día en el que Amber y yo iríamos a ver la casa que Rami nos dejó

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Narra Alex: El sábado había llegado, hoy sería el día en el que Amber y yo iríamos a ver la casa que Rami nos dejó. Ya la habíamos visto, pero hoy iríamos a ver qué arreglos debemos y queremos hacerle.
Amber está bastante emocionada, pues ella quiere empezar con el cuarto del bebé lo antes posible y no lo negaré, yo también quiero eso.
Lo que me ha gustado ver en estos días ha sido la ilusión que crece en mi novia con cada día. Sus ojos brillan cada vez que hablamos de nuestro futuro, tema que parece ser el único que Amber quiere tocar. Me alegra tanto verla feliz, emocionada, con esperanza por el futuro y lo mejor es que no lo oculta como solía hacerlo.
Me alegra que ella ya no sea aquella pesimista que solía ser.

Apoyé el desayuno en la mesa de luz, antes de sentarme al borde de la cama, a mirar a mi mujer unos segundos antes de despertarla. Se ve tan linda y tranquila. Su pecho sube y baja con cada respiración, su boca estaba levemente abierta, mientras que su rostro estaba apoyado en su mano, haciendo que una de sus mejillas quede apretada y la hacía ver rechoncha pero hermosa.

—Amber— susurré, acariciando su brazo, hasta llegar a su cuello y después pase mi pulgar por su mejilla, pero ella no despertó, solo se removió un poco y cerró su boca.
—Princesa— insistí, pero esta vez me incliné y le di un beso que pretendía ser corto, pero cuando intenté alejarme, Amber me tomó por la nuca y me acercó de nuevo.

—Más— susurró ella, poniendo sus labios para que le dé más besos, pero no pude evitar reírme.
—¿Por qué te estás riendo?— preguntó, sonriendo, mirándome a los ojos.
De lo tierna que puedes llegar a ser, sirena.

—Nada, amor— la besé una vez más y me volví a sentar.
—Yo te prepare el desayuno— tomé la bandeja en mis manos y la dejé frente a ella, quien se había sentado, apoyándose en el respaldo de la cama.

—Creí que me tocaba a mi hoy— ella sonrió, tomando un sándwich en su mano.
Cuando nos mudamos juntos, decidimos que íbamos a compartir todo, desde la limpieza, hasta la cocina, hasta lavar los platos y quien haría el desayuno que día y todo compartido.
Amber está muy feliz con ese sistema, pero la verdad es que le evitaré la mayoría de molestias mientras esté embarazada, pues siempre me gustó cuidarla y ahora debo hacerlo más que nunca.

—Tu solo come— me crucé de brazos y me dediqué a mirarla comer.
Ella me contó que hubo una época en la que le costaba comer en público, ya que le daba vergüenza que la gente la viera, ya que era "gorda" y seguro la gente se burlaría de ella, pero después comprendió que nadie le prestaba la atención que ella misma se prestaba, así que empezó a darse cuenta de que a nadie le importaba y lo superó, cosa que me alegra.

—Supongo que ya no quieres hablar con nuestro bebé, sino no me hubieses despertado— susurró Amber, con una sonrisa asomándose.

—Oh, no, ya hable con nuestro bebé, antes de hacer el desayuno— sonreí, acariciando su muslo.

—¿Por qué lo haces? ¿Por qué hablas con él o ella?— preguntó Amber, mirándome con una sonrisa.

—Papá me contó que él solía hacerlo cuando mamá estaba embarazada de mi y David, me pareció algo tierno— le respondí, a la vez que ella tomaba mi mano, a la vez que yo me quedaba mirándolas, pues siempre me fascinó ver esta imagen de nuestras manos unidas.
—¿Crees que seré un buen papá?— pregunté, sin levantar la vista.
Estoy muy emocionado, quiero todo lo mejor para Amber y para nuestro bebé, pero no puedo negar que tengo mucho miedo de que en cierto punto sufra una crisis como la de mi papá y quiera huir. No quiero hacerle daño a nadie, mucho menos a mi sirena y a la familia que estamos formando.

Alex (||)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora